e ha llamado la atención la crítica a Vicente Fox por sus declaraciones supuestamente en favor del PRI con motivo de las próximas elecciones. Pero por lo que leo el día de hoy (jueves), no se trata de una declaración política sino de la referencia a la preparación de candidatos de cualquier partido que Fox ofrece en las instalaciones de su rancho en Guanajuato; debo suponer que a cambio de pagos por las clases.
La prensa ha asociado esa idea a la tesis de que ahora el ex presidente Fox ha cambiado de bando para pasarse a su viejo ex contrario, el PRI, lo que evidentemente merecería críticas intensas, no por el hecho de que Fox haya cambiado de ideología sino por ponerse al servicio de su antiguo rival que no es, por cierto, el único caso.
También supimos ayer que la antigua jefa de Gobierno del Distrito Federal, mi admirada (por muchos motivos) Rosario Robles, ahora es simpatizante de Enrique Peña Nieto, y me dicen que ya fue separada del PRD.
Como quiera que sea, estos hechos te llevan a una conclusión pesimista: no hay que fiarse de la supuesta pertenencia a un partido ni, por supuesto, que haya una ideología permanente. Porque lo de Fox bien puede ser, simplemente, un negocio –de algo tiene que vivir el señor ex presidente–; y lo de Rosario, un lamentable acto de frivolidad política.
Ciertamente, Peña Nieto tiene una ventaja en las encuestas que hace pensar, seriamente, en que saldrá avante en las elecciones; pero esa circunstancia no debe alterar la esencia del pensamiento político de nadie.
Claro está que, pensando de mala fe, se puede concluir que la ideología, entre nosotros, no es más que una simple circunstancia y no un sentimiento profundo.
No me podría imaginar que un dirigente de la izquierda española que perdió la guerra y ganó el exilio se pudiera convertir en un franquista consumado, aunque ahora lo sería post mórten. Y eso vale para quien las circunstancias de la vida pueden haberlo convertido de un simple obrero en un miliciano, un refugiado pobre y un español de izquierda transformado en un empresario o un en profesional solvente. La verdad es que muchos de los exiliados políticos, tanto españoles como argentinos y chilenos, han encontrado un nuevo nivel de vida pero difícilmente ello los ha llevado a romper con su antigua ideología.
Si analizamos con profundidad la política que se siguió en el sexenio de Fox, ni ha sido muy diferente de la que sigue su sucesor ni distinta de la que por muchos años siguió el PRI. Y en todos los casos dominó un concepto derechista que yo advertí cuando Cárdenas dejó el poder en manos de Manuel Ávila Camacho, cuya esposa propició el famoso año de la Virgen de Guadalupe, poniendo de manifiesto que la religión católica y la política han coincidido siempre. Ningún presidente, salvo Lázaro Cárdenas, ha sido izquierdista.
De esa manera, lo único que va a pasar es que los priístas, ahora preparados por el equipo de Fox, si ganan, como es probable y lamentable, continuarán con su política de siempre, claramente ubicada en un derechismo congénito.
Todo ello coloca a Andrés Manuel López Obrador en una posición no tan incómoda. Los electores sabrán que sólo tienen dos opciones: la primera, seguir como estamos, y no estamos nada bien; la segunda, inaugurar una política social, lo que corresponde a AMLO establecer. Ciertamente no es fácil; sin embargo, creo que poner de manifiesto esa situación puede ayudar a que se produzca el cambio.