ada hay peor que un periodista en el lugar menos indicado en el momento menos oportuno. Ayer estaba yo en El Cairo, cubriendo el juicio de Hosni Mubarak, recién llegado de Líbano –donde 15 personas acaban de morir–, cuando Bashar Assad aparece en la pantalla del televisor diciendo que su ejército no fue responsable de la masacre de Hula, hace una semana, y hablando de la crisis más seria desde el fin del colonialismo. Bueno, y que lo diga.
Y no me siento mucho más feliz. Ahmed Shafik, leal a Mubarak, tiene el apoyo de los coptos cristianos, y Assad cuenta con el apoyo de los cristianos sirios. Los cristianos apoyan a los dictadores. No es mucho decir, ¿o sí?
El sábado, el dictador de Egipto fue sentenciado a cadena perpetua. El domingo, el dictador de Siria luchaba por su vida. Y dijo –advirtió, amenazó– que su guerra podría extenderse a otros países. Todos sabemos lo que eso significa: el futuro de la ciudad libanesa de Trípoli está en duda. No hace mucho, una amiga libanesa me dijo que temía por su país si Assad estaba en peligro. Ahora sé lo que quería decir.
Son malos tiempos para la primavera o despertar árabe. En Yemen, el gobierno ayuda a Estados Unidos en sus ataques con drones a operativos de Al Jazeera. En Egipto hay estadunidenses que apoyan a Shafik. Sin embargo, en el diario egipcio Al Ahram los editores están en libertad de decir que la primera reacción del vocero de Shafik a la elección presidencial es que la revolución ha terminado
. Y pueden escribir que el régimen de Shafik sería una versión mucho más feroz de un Estado policiaco que la que se vivió en la segunda mitad de las tres décadas de gobierno de Mubarak
. El periódico hablaba de los interminables sacrificios de hombres y mujeres jóvenes para que todos en Egipto, los que participaron en la revolución, los que simpatizaron con ella y los que se opusieron, puedan tener una vida mejor, en la que las violaciones ya no sean la norma
. ¿Podría haber leído algo así en tiempos de Mubarak?
Pero ¿podría leer algo así en Líbano? ¿Será que Líbano no toma la libertad en serio? ¿Y Yemen? El hecho es que los árabes se despiertan; por eso prefiero despertar
árabe a primavera
árabe. Y me parece que Siria despierta
. Ahora bien, el presidente Assad dijo este domingo que la seguridad
de su país es una línea roja
y dio a entender –sólo dio a entender– que la guerra en Siria (y la llamó guerra) podría desbordarse hacia un Estado vecino (léase Líbano). Así que estoy preocupado por Líbano y por los alauitas libaneses que apoyan a Assad, quienes merecen mejor suerte.
Pero también estoy consciente de que los guerreros de Shafik; los que en Washington quieren que Shafik restaure la vieja relación con Israel, los que quieren, de hecho, que se restaure la dictadura de Mubarak y recrear el viejo paradigma (la estabilidad
de Mubarak frente al viejo temor de la Hermandad Musulmana), aumentar los miedos de los cristianos y atemorizar a Occidente con el horror del fundamentalismo árabe
, asomarán la cabeza igual que Assad. Y conforme los republicanos estrechen el cerco en torno a Obama, ¿no mostrarán su amor por el último primer ministro de Mubarak?
Pero tal vez tendremos que vivir con Mohamed Morsi como próximo presidente de Egipto, un hermano musulmán, un hombre que tendrá que mostrar que un gobierno musulmán de veras es capaz de manejar la economía y dominar la corrupción (o tal vez no, como también podría ocurrir), como se debió dejar que lo hiciera el gobierno argelino en 1991. No estoy seguro.
Pero volvamos a Líbano. Su prensa es libre y su pueblo también. Se deshizo de Siria en 1995 (al precio de la vida de un ex primer ministro). Puede mirar al otro lado de la frontera, a Siria, para ver lo democrática y libre que es su nación. Y –¿alguien se atreverá a decirlo?– pobre Siria. No se merece el dolor y las matanzas que está soportando. Su presidente afirma que las conspiraciones internacionales destruyen su país. Dado el interés de Arabia Saudita y Qatar por ayudar a la resistencia, quizá tenga razón. Y es cierto que las armas entran a Siria desde Líbano.
He aquí, pues, un mal augurio desde El Cairo. Shafik podría ganar, aunque el juicio de Mubarak podría demostrar lo contrario. Assad podría caer, aunque temo esa guerra civil de la que habla Kofi Annan. Y Líbano podría vivir. Tal vez yo deba volar de vuelta allá este lunes.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya