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OIT: en 7 años aumentó 70% este crimen; incluye la trata de personas con fines sexuales

Concentran AL y Asia 65% de las víctimas de trabajo forzoso

Tres de cada mil individuos en el mundo son sometidos a esta esclavitud moderna, advierte

En la región contabiliza 1.8 millones, mientras en países asiáticos suman 11.7 millones

 
Periódico La Jornada
Lunes 4 de junio de 2012, p. 28

Asia y América Latina, las dos regiones con las mejores tasas de crecimiento económico del mundo, según organismos financieros multilaterales, concentran 65 por ciento de los 20.9 millones de personas que actualmente son víctimas de trabajo forzoso o esclavitud moderna, de acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

La cifra general, que incluye la trata de personas con fines sexuales, es conservadora, afirma la OIT, pero representa un incremento de 70 por ciento en los últimos siete años respecto a los 12.3 millones de personas en la misma situación que contabilizó en 2005, con otra metodología. Sin embargo, según el organismo, las dos estimaciones no pueden ser comparadas a fin de concluir que el número de víctimas ha aumentado durante el periodo.

En el informe correspondiente a 2012 que comenzó a difundir este mes, la OIT indica que tres de cada mil personas en el mundo son víctimas del crimen del trabajo forzado u obligatorio moderno. América Latina tiene una tasa de 3.1 por cada mil habitantes, y en total concentra 1.8 millones de víctimas de trabajo forzoso, o 9 por ciento del total, mientras en Asia la tasa es de 3.3 por cada mil habitantes, con 11.7 millones de personas en esta situación que equivalen a 56 por ciento del total.

Los principales responsables de perpetrar esta esclavitud moderna en América Latina y el mundo son empresas privadas o individuos, ya que bajo amenaza y sin retribuciones justas explotan a 90 por cierto estos trabajadores, de los cuales 55.5 por ciento son mujeres y niñas. Para ello utilizan mecanismos que van desde la manipulación de créditos y deudas hasta la retención de documentos de identidad y amenazas de denuncia a autoridades migratorias, prácticas que para la OIT son análogas a la esclavitud, aunque no idénticas en términos jurídicos.

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Varios hombres trabajan en la construcción de un puerto en Sittwe, cerca de Myanmar, Birmania. El trabajo forzoso se da en todos los sectores productivos, pero ha crecido más en agricultura, construcción, industria manufacturera y el trabajo doméstico, señala un estudio de la OITFoto Reuters

Los campesinos, las comunidades indígenas y los migrantes nacionales o transfronterizos son particularmente vulnerables a quedar atrapados en el trabajo forzoso por coerción o engaño, y en promedio pasan 18 meses antes de que sean rescatados de sus explotadores.

Los trabajadores en situaciones de servidumbre por deudas se encuentran sobre todo en Asia y en América Latina. Ellos comprometen su trabajo como garantía de una deuda o el anticipo de salario. Un accidente o enfermedad pueden obligar a los trabajadores a pedir prestado más dinero, lo cual los hunde en un círculo vicioso de endeudamiento, transmitiendo la deuda de una generación a la siguiente, ejemplifica el estudio de la OIT.

El trabajo forzoso se da en todos los sectores productivos, pero ha crecido más en agricultura, construcción, industria manufacturera y trabajo doméstico, pero 4.5 millones de las víctimas son explotadas sexualmente (22 por ciento del total).

La OIT alerta que 29 por ciento del total de las víctimas de trabajo forzado comenzaron a hacerlo después de haber cruzado fronteras internacionales, y la mayoría de este grupo fue explotada sexualmente. Quince por ciento se convirtieron en víctimas de trabajo forzoso después de desplazamientos de su país y el 56 por ciento restante fue explotado en su lugar de origen o residencia, indica.

El Estado, grupos militares o administradores de cárceles explotan al 10 por ciento restante de las víctimas de trabajo forzoso, pero éste excluye el servicio militar, obligaciones cívicas y trabajos de emergencia, no así aquel que se impone como medida coercitiva, de educación política o castigo por posiciones políticas o huelgas y que incluye, por ejemplo, personas explotadas por militares o grupos rebeldes.