Y estos dos libros son libros que fueron escritos para los sueños y desde los sueños, para que quienes se acercan a estas historias por primera vez sepan que cerrar los ojos es ver otros mundos, otras cosas, otros personajes, otras vidas son también para todos aquellos que ya olvidaron que soñar no es nada más cerrar los ojos.

El primero es Por el color del trigo, de Toño Malpica, ilustrado por Iban Barrenetxea, y publicado por el Fondo de Cultura Económica (FCE), como parte de las celebraciones por los 20 años de su colección para niños y jóvenes A la orilla del viento.

Malpica sueña, y hace soñar, la biografía de Antoine de Saint-Exupéry un hombre serio, muy serio, que un buen día, a los 12 años se subió por primera vez a un avión y decidió que quería ser piloto, y al bajarse del viaje escribió un poema.

En un día quedó marcado su destino –ser piloto y escritor– aunque él sólo quisiera ser alguien normal.

En esa normalidad de pronto se vio trabajando en una oficina –soy serio se repetía según el sueño de su tocayo Malpica–, pero cómo serlo si a cada rato lo interrumpía un Bribonzuelo que hablaba con él aunque era, en realidad, el personaje de un cuento, que por cierto Toni, diminutivo de Antoine, en primer lugar rompió y aventó al cesto de la basura de su oficina, y en segundo lugar se negaba a escribir.

La que nos cuenta Toño Malpica (por cierto, hay que leer la trilogía que comienza con Siete esqueletos decapitados, publicada por Océano en su serie Travesías, para morirse de miedo un ratito) es la biografía de Saint-Exupéry, pero sin los ideosos datos de fechas y más fechas (como las que se memorizan en las escuelas y que sólo sirven para aprobar los exámenes).

Es el Antoine soñador, que se convierte en un gran piloto, que escribe historias (excepto la del Bribonzuelo) y que finalmente encuentra a su mejor amigo en la figura de León Werth, periodista, escritor, crítico de arte, entre muchas otras cosas.

A él Saint-Exupéry dedicó la historia del Bribonzuelo, que finalmente escribió y que es su último libro: El principito.

Para quienes ya olvidaron los sueños, vale mucho la pena recordar esa dedicatoria: “A León Werth:

Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor. Tengo una seria excusa: esta persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo. Pero tengo otra excusa: esta persona mayor es capaz de comprenderlo todo, incluso los libros para niños. Tengo una tercera excusa todavía: esta persona mayor vive en Francia, donde pasa hambre y frío. Tiene, por consiguiente, una gran necesidad de ser consolada. Si no fueran suficientes todas esas razones, quiero entonces dedicar este libro al niño que fue hace tiempo esta persona mayor. Todas las personas mayores antes han sido niños. (Pero pocas de ellas lo recuerdan).

Corrijo, por consiguiente, mi dedicatoria:

A LEÓN WERTH, cuando era niño”.

…

Y de esa hermosa dedicatoria, que es segurísimo provocó la sonrisa de muchos, pasamos al segundo libro. También un libro de un sueño: el de Alicia... sí, la de las maravillas.

Este volumen también es publicado por el FCE en la misma colección. El texto es el de Lewis Carroll, con ilustraciones de Rebecca Dautremer.

¿De qué color es el cabello de Alicia? Si quien esto lee respondió rubio, amarillo, color del sol... se va a llevar una pequeña sorpresa.

La Alicia dibujada por Dautremer es castaña y lleva el cabello corto, pero también cae por un agujero mientras seguía a un conejo vestido de forma graciosa con su eterna prisa para llegar a quién sabe dónde (bueno sí sabemos).

Alicia y sus aventuras que han sido publicadas en diferentes ediciones (una muy hermosa es la versión que José Emilio Pacheco, publicada por Ediciones Era, con ilustraciones de John Tenniel). Ha sido llevada también al cine (Alicia siempre de cabello rubio y caireles) y de cuando en cuando regresa para contarnos su historia.

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