ace 50 años, un domingo, salí a Los Remedios con Mane, mi hijo, y el grabador Alberto Beltrán. En un momento dado subimos una pequeña colina. A Mane, de cinco años, le costaba trabajo y le tendí la mano. Déjalo, él tiene que hacerlo solo
, me dijo Alberto Beltrán. En ese momento en que temía que mi hijo se desbarrancara, no lo entendí, pero ahora lo comprendo y lo agradezco. Esta pequeña historia viene a cuento por el movimiento de los jóvenes, iniciado en la Ibero el 11 de mayo con los abucheos, porras, gritos y silbidos en contra del candidato del PRI, Enrique Peña Nieto.
Este movimiento ha desatado la esperanza de los mexicanos y por eso mismo hay que cuidarlo y no aprovecharse de los muchachos, no usarlos, no apropiarse de lo que ellos supieron hacer solos sin ningún partido y sin ninguna figura tutelar. El movimiento #YoSoy132 ha tenido varias victorias: ser escuchados en todo el país sin que los reprima, que el segundo debate aparezca en cadena nacional y se cumpla el artículo 62 de la Ley Federal de Radio y Televisión, que se retiren las vallas para entrar a la Secretaría de Gobernación, que Televisa y Tv Azteca les den una respuesta, que Enrique Peña Nieto ya no quiera presentarse en ninguna universidad.
Los jóvenes han puesto las elecciones en la mirada del mundo. Ahora somos algo más que la noticia de la guerra contra las drogas. The Guardian, The New York Times, The Washington Post, etcétera se centran en los jóvenes de México.
La carta del rector de la Ibero, José Morales Orozco, estipula que protegerá a sus alumnos porque son libres e inteligentes.
En algunas conferencias so-lían preguntarme por la diferencia entre los muchachos del 68 y los actuales y respondía yo que los jóvenes son siempre iguales. Ahora han demostrado que es verdad, que están dispuestos como los del 68 a jugársela por México y que no necesitan que nadie les diga cómo.