Opinión
Ver día anteriorJueves 31 de mayo de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿Un mayo mexicano en las urnas?
L

os estudiantes en las calles. Unos en contra de Peña Nieto, otros a favor de Andrés Manuel López Obrador y otros más exigiendo equidad y democracia. En Monterrey, el diario Milenio llegó a atribuir las movilizaciones a la convocatoria de Josefina Vázquez Mota. ¿La candidata del PAN en vías de actualizar el espíritu solidarista que dio por consecuencia la candidatura de Efraín González Morfín y la plataforma más avanzada con que ha contado Acción Nacional a lo largo de su historia? Parece que no. Hizo una exhortativa, pero no tardó demasiado en retractarse.

En el programa Cambios, de la cadena Multimedios, una mesa de discusión cuya audiencia es muy amplia en el noreste del país, se vertían opiniones sobre las manifestaciones: en las elecciones de julio podían beneficiar a López Obrador, pero siempre que no produjeran temor en la clase media pues entonces el voto beneficiaría a Peña Nieto. El fantasma del miedo, que no deja de ser utilizado para contrarrestar la caída del candidato del PRI. ¿No son los estudiantes, por lo general, hijos de la clase media? ¿No desde 1968 las familias de clase media han acompañado a los estudiantes en sus manifestaciones combativas para democratizar al país?

La espontaneidad y la gran irradiación política a través de las redes sociales parecen escapar a la comprensión de los defensores del statu quo. En una de las marchas convocada a través de la red, un joven portaba una pancarta muy significativa de los cambios que surcan el mundo y el país: Ahora las noticias las damos nosotros. Esos defensores no han acabado de metabolizar su significado en la historia reciente de la política mundial. Pero debieron haberlo intuido en la respuesta masiva que recibió la hija de Peña Nieto cuando insultó de manera bajuna a quienes criticaron a su padre. O haberlo constatado en el insulto de Angélica Martínez, la esposa de Peña Nieto, al referirse a los indios de Atenco como unos flojos y violentos. No es difícil concluir el clasismo y el racismo que flotan en el clima familiar del candidato del PRI: su matriz cultural es la de una impresionante ignorancia a la que un contorno flashy, kitch y rastacuero no logra disimular; al contrario, le aporta el subrayado de la ausencia de esos valores gnoseológicos, cívicos y morales con los que el personaje de repente espolvorea su discurso.

Los movimientos sociales que se desplegaron a lo largo de 2011 en los países árabes (Túnez, Egipto, Siria, Yemen, Bahrein), y que con el nombre de indignados u ocupas cuestionan los efectos antipopulares del neoliberalismo tanto en Europa como en Estados Unidos, fueron aplaudidos por quienes hoy desconocen en México los efectos políticos de la telecomunicación vía satélite.

El Ejército Zapatista de Liberación Nacional fue el gran precursor del uso de la nueva tecnología de comunicación a distancia para generar un impacto movilizador que sorprendió no sólo al último gobierno priísta, sino a la sociedad mexicana, y de hecho a todo el planeta. El subcomandante Marcos se convirtió de la noche a la mañana, literalmente, en el gran estratega militar y periodístico.

Un amplio experimento de ese tipo de comunicación en torno a un evento electoral tuvo lugar en España y permitió en 2004 el regreso del PSOE al poder. Pero a los olvidadizos les puede quedar más claro por reciente e histórico el triunfo de Barack Obama en 2008. Un triunfo debido, básicamente, a la telecomunicación en manos del electorado joven.

Acontecimientos inéditos entre nosotros son el repudio a un candidato presidencial en las redes sociales y luego en las calles, pero también en los medios tradicionales; el desconcierto y la manipulación de estos medios en el intento de acallar a una periodista, Carmen Aristegui, por hacer lo que un oficio periodístico riguroso dicta en cualquier circunstancia: hacer preguntas atinadas y heurísticas, y la diversidad de los pronunciamientos sociales.

En el preludio de unas elecciones cuyas tendencias empiezan a modificarse sensiblemente en la percepción de la ciudadanía, las movilizaciones de los jóvenes son una buena noticia. Porque alejan salidas violentas si es que la voluntad de sus protagonistas intenta resolverse y se permite que se resuelva en las urnas. Los electores que tienen de 24 años en adelante y constituyeron más de la mitad del padrón que sufragó hace seis años no pueden olvidar el sentido de su voto: lo hicieron por López Obrador. Ellos sentirán que hay un componente reivindicatorio en las manifestaciones de los que votarán por primera vez.

El mayo mexicano puede ser el principio de la transición hacia ese régimen democratizado que no hemos tenido: “la posibilidad de un cambio real está en nuestras manos y… efectivamente, estos jóvenes que han puesto todo su ímpetu, su espíritu en las calles de México, son la mejor muestra de que sí se puede, de que podemos lograrlo. Basta con que salgamos el primero de julio a emitir nuestro voto”, difundió Demián Bichir en un video por la red. Gael García Bernal, por su lado, alertó en el Festival de Cannes sobre la vuelta al autoritarismo y a la falta de libertad con el PRI. Y dijo algo que interpreta con justeza el sentido del movimiento identificado como #YoSoy 132: hace falta una especie de revolución cultural que nos emocione y nos haga sentir orgullosos de algo. Ni el PRI de Peña Nieto ni el PAN de Vázquez Mota pueden inspirar ese algo.