Tepango y Chignahuapan
n este espacio colectivo que se enriquece cuando los lectores y lectoras nos comparten un pensamiento o las recetas que han saboreado a lo largo de su vida, es un gusto recibir a la señora Isolina Vázquez Pizaña, quien evoca las deliciosas comidas que preparaba su suegra, doña Alicia Vázquez Sosa. Originaria de un pueblito enclavado en la sierra norte de Puebla, conserva una rica tradición culinaria.
Recuerda los moles de pollo, chile chipotle y mucho cilantro, y el de carne de res con tomate verde y los mismos condimentos, especiales para la época del frío en la sierra. También eran sabrosos los tamales de clavo y canela con carne de pollo, y otros rellenos de un mole elaborado con carne de cerdo. Ya cocida y sazonada la carne, untaba la masa revuelta con chile chipotle y mucho cilantro sobre hojas de papatla, planta similar al platanillo que crece en la región; ahí ponía el guiso. Afirma, y le creemos, que quedaban para chuparse los dedos.
Doña Alicia preparaba para los cumpleaños de sus hijos y nietos, unos tlacoyos rellenos de arvejón cocido y molido, al que se le agrega un poco de manteca. Se hace una tortillita mediana y se rellena con la pasta de chícharo seco formando un triángulo; se ponen al comal. Los servían con una salsa de tomate verde y chiles de árbol frescos muy bien sazonada, cebolla finamente picada y queso cotija. Se le hace agua la boca al recordarlos y a nosotros al leerla, también. Debió ser un placer ver cocinar a doña Alicia, pues como nos comenta Isolina, nunca perdió su identidad ni su esencia.
Otro momento para saborear delicias eran los días de Todos Santos. En la ofrenda de muertos muy generosa y también muy conservadora y tradicional
, había tamales de dulce para los niños, dulce elaborado con leche, canela, azúcar y camote morado, y un magnífico mole de guajolote al estilo poblano, hecho “con chile ancho, chile mulato, sólo dos o tres chiles, pasitas, almendras, plátano macho, tortilla tostada, pan dorado y bolillo frito, un poco de chocolate, y por supuesto manteca. Entre más recaudo tuviera más sabroso el mole. Luego se ponía ahí la carne de guajolote.
Además había en la ofrenda limas de chichita, jicamitas de agua, cañas, plátano manzano, pan de muerto que en Chignahuapan, Puebla hacen relleno de queso, y en Zacatlán se adorna con azúcar de color rosa mexicano. Los cirios no pueden faltar, tampoco los cigarros, la cerveza, el aguardiente, una taza de chocolate, la lechita para los niños y agua bendita.
Nuestros saludos para doña Alicia, guardiana de su tradición, y para don Darío, su esposo. Gracias a Isolina Vázquez por compartir sus recuerdos.