de primera mano
sí se titula la exposición del pintor Miguel Ángel Alamilla (1955) en la Galería Juan Martín (Dickens 33 B, Poanco), inaugurada el pasado 26 de mayo.
El título (elegido por él) corresponde al de una de las pinturas exhibidas y según mi criterio compagina con el hecho de que la ejercitación previa (su propia retórica) responsable de aciertos incontestables tanto en dibujo como en pintura y en aquellas esculturas que parecen dibujadas en el aire, en este caso da lugar a composiciones armadas con base en la paleta elegida, si pensada previamente, generadora de atmósferas que están interrelacionadas entre sí, aunque cada cuadro es distinto de su vecino, como si sus respectivos esqueletos quedaran más o menos armados de primer envite y luego dejados reposar para después añadir detalles o rasgos complementarios. Dan la impresión de frescura y rapidez, como si el movimiento de la mano, que es prolongación del brazo sobre la tela, innovara los reflejos, los movimientos complejos y hasta el control de la postura complementaria al sistema que se encarga de los movimientos voluntarios a través de diferentes areas de la corteza cerebral.
Con lo que quiero decir que hay mucho de espontáneo en estas composiciones, pero tal espontaneidad está condicionada por una práctica pictorica de décadas. El movimiento de la brocha, o espátula de este modo, no está totalmente circunscrito a un control reflexivo preciso.
Se buscó propositivamente el espontaneismo
en un conjunto que no es propiamente hablando una serie, sino un trabajo circunscrito temporalmente, que viene a ser producto y reflejo del entrenamiento pictórico del artista, quien de alguna manera en esta ocasión ha dado rienda suelta al gusto o al goce que le provoca su acción de pintar.
Lo que quisiera hacer ver es que las direcciones contrapuestas de la espátula o brocha deja que los movimientos sobre el soporte sean tal y como son, obedeciendo a mociones internas y acaso a ciertos estímulos de momento, o bien a recuerdos de los mismos, como pudiera serlo una tempestad, la descarga de un rayo o un crepúsculo que nunca será tal cual, porque no hay cosa más manida que las pinturas de crepúsculos, algo que William Turner entendió mejor que nadie sin dejar por ello de inspirarse en los colores del alba o de los crepúsculos.
Alamilla lo ha hecho sin ejercer la acción premeditada de procurar una composición mayormente eficaz o connotativa en el sentido de la estructura, aunque existen unas estructuras sin duda más organizadas y visibles que otras, pues cada cuadro corresponde a un episodio pictórico
por llamarlo de alguna manera, distinto y circunscrito.
De un colega suyo, que a la par que pintor ha sido en múltiples ocasiones curador, jurado, profesor y museógrafo tomo la siguiente frase: “La imagen se detiene para conservar el dominio del efecto… y el ritmo está condicionado precisamente por su calidad de reflejo, cosa que inevitablemente genera ciertos manierismos. Maniera
, lo sabemos desde Vasari, corresponde a las modalidades que un artista va generando a lo largo de la práctica de su quehacer, mismo que, por difícil que sea, provoca un cierto regodeo, un proceso que registra los elementos y logros del oficio
según frase del pintor antes aludido.
Podría decirse que la visión concentró en sí misma la índole de la aparición que redunda en composición, igual que la música celebra de otra manera el registro de lo audible provocando placer adicional al reconocerse como tal a través de variantes.
Pude ver con detenimiento este conjunto, ampliado, de obras en el taller del artista hace unas semanas, mas el efecto que me produjeron en la galería, debido en parte a la iluminación propia de la misma y a la acción museográfica, no correspondió exactamente con aquella ya algo distante percepción, aunque el afán por reconocer
, el ordenamiento por lo visible volvió a darse.
Maurice Merleau-Ponty, quien fue teórico de la percepción anotó que el ojo se pone a prueba y se afirma, dando derecho al cuadro
Así es. Me permito comentar que el catálogo (con imágenes no muy fieles respecto de su reproducción mecánica) o las vistas digitales, pueden ayudar a saber de qué se trata lo que depara esta exposición y desde luego que constituyen su registro, para el futuro, pero eso en modo alguno sustituye la visión de los originales.
El currículo resumido de Alamilla daría cuenta de más de 25 exposiciones individuales, un sinnúmero de incursiones colectivas en México y en el extranjero, así como de su injerencia como profesor en diferentes instituciones docentes de nuestro país. Ha sido y es ahora becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.