26 de mayo de 2012     Número 56

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada


FOTO: Lorena Paz Paredes

Hablar un mundo

Camila Paz Paredes

Nunca había estado en un lugar donde sólo oyera lengua indígena; donde, como si estuviera en otro país, tuviera que pedir, apenada y después de un rato de guardar silencio, que por favor me hablaran en español porque no entendía.

Uno sabe (más bien supone) que hay comunidades donde la lengua de uso cotidiano es indígena, pero esto rara vez se hace visible: a los mestizos, a los que se nos ve lo citadinos, nos hablan en español. A veces ni siquiera nos preguntamos si el nativo es zapoteco, nahua, tzotzil (…) No sólo se debe a nuestra cómoda posición de turistas de urbe, sino a la vergüenza que sienten algunos indígenas de hablar su lengua originaria. Para quien haya ido a Chiapas, por ejemplo, esto sonará familiar.

El pasado mes de abril, sin buscarlo, me encontré en San Miguel Tzinacapan, un municipio de Cuetzalan, Puebla, región donde más del 70 por ciento de los habitantes hablan náhuatl. Yo ni sabía que existía San Miguel. Iba en plan de paseo al centro de Cuetzalan. Me hospedé en las cabañas de la Tosepan Titataniske, una cooperativa campesina que ha salido adelante a pesar de las trabas del gobierno, el mercado y el cambio climático, y que tiene una multitud de proyectos y curiosidades, desde una preciosa huerta madre de café, hasta una escuela Montessori autosustentable, una línea de jabones, cremas y shampús, y un hotelito levantado con bambú sobre un cerro.

Entre comedor y aventones, conocí a Aldegundo, un joven socio de la Tosepan que me invitó a conocer su pueblo, San Miguel Tzinacapan, donde su esposa daba un taller para niños.

Según un letrero de la plaza central, más del 80 por ciento de los habitantes de San Miguel hablan náhuatl. En un extremo de la plaza está la escuela y su pequeña biblioteca. Ahí, sobre una mesa, se extendía un mapa del pueblo hecho con recortes y colores. Los niños del taller habían dibujado los lugares más importantes de su comunidad. Nadie los lleva. Piden permiso en casa y se encaminan a la biblioteca, donde recrean e identifican los lugares y sus nombres. Pero no es una clase de geografía, sino un taller de toponimias: cada sitio en la región tiene un significado especial y una historia. Aquí se ve cómo el náhuatl es forma de vida, es espíritu de las cosas. Los lugares nombrados en la lengua de los niños son sus lugares; relación con un mundo que es hogar.

Una niña de diez años escribía en español con letra y ortografía casi impecables, sosteniendo un libro de historia. Saben bien el español como idioma del sistema educativo oficial, pero su primera lengua es el náhuatl. Eso son, eso es Tzinacapan, Cuetzalan, Tosepan. Aquí el que no habla náhuatl es extranjero, es el que se apena, el que se siente inseguro y no sabe cómo interpretar las risas, las miradas, cómo dirigirse a la gente.

Del otro lado de la plaza, subiendo una callecita, está la clínica de la Tosepan. La doctora es una estudiante de la Universidad Anáhuac que hace servicio social aquí, como otros jóvenes de la Ibero, del ITAM o de la UNAM. Las estancias son de uno o dos años y muchos desertan pronto. No se entienden con la vida en San Miguel ni con su gente, se sienten incómodos, no comprenden las bromas y los juegos de los niños a quienes encuentran todos los días en la plaza. Aunque la gente sabe español, la vida transcurre en otra lengua.

Uno de los doctores, cuenta Aldegundo, sorprendió a la comunidad. También se veía que era de fuera. “El que camina lento”, le decían. El joven bajaba a la plaza y se unía a los partidos de futbol de los niños que salían de la escuela. Ahí se zanjó finalmente la brecha: en la convivencia abierta, en el juego vital con niños cómoda y orgullosamente dueños de su lengua, el joven aprendió a hablar náhuatl como si le fuera natural.

La Tosepan enseña el náhuatl a sus niños porque está en juego la identidad, la forma de vida y el sentido del mundo de una inmensa cantidad de gente que vive en el campo. En tiempos donde la aspiración acorralada de estos jóvenes es huir de la pobreza y la violencia, abandonar sus lugares, sus costumbres, renunciar a su lengua, San Miguel Tzinacapan y la Tosepan Titataniske significan que es posible una vida indígena y rural cálida y orgullosa, en sus comunidades, en su lengua, en su hogar.


FOTO: Lorena Paz Paredes

La Unión de Cooperativas Tosepan:

una familia muy grande


FOTO: Lorena Paz Paredes

Rosario Cobo y Lorena Paz Paredes

En la serranía nororiental de Puebla viven cientos de familias náhuatl y totonacas organizadas en la Unión de Cooperativas Tosepan que hoy cuenta con cerca de 20 mil asociados de 150 comunidades de 16 municipios. En sus orígenes, hace ya 37 años, lo que unió a varios de estos pobladores indígenas y a algunos mestizos pobres fue la necesidad de abastecerse de azúcar y alimentos básicos, y luchar contra comerciantes abusivos, caciques y acaparadores de café y maíz. Desde entonces la organización emprendió diversos proyectos, entre otros el del acopio, beneficio y comercialización de café y pimienta, porque esta es una región cafetalera; tiendas y cajas de ahorro y préstamo comunitarias; un centro de capacitación; servicios de ecoturismo y de educación ambiental y fortalecimiento de la identidad indígena; recuperación del cultivo de milpa con métodos orgánicos para asegurar y mejorar la alimentación familiar; rescate de tradiciones, como la milenaria apicultura nativa con la abejita melipona, y recientemente también de cooperativas de vivienda y para el cuidado de la salud.

Hoy la Tosepan es una Unión cooperativista que ensambla a nueve cooperativas autónomas aunque enlazadas. “De que nacimos hasta orita, mucho hemos crecido pero el objetivo sigue siendo el mismo: Neskaltilis tein nochipa tech uikas (desarrollarnos para una vida mejor de manera sustentable). Trabajamos –dice un socio fundador– no sólo para conservar lo que tenemos, sino para mejorar, para cambiar el futuro”.

La Tosepan es como una gran familia de las socias y socios, que se ocupa de todas sus necesidades. “Lo que preocupa a los socios preocupa a la organización. Por eso también practicamos la diversificación –cuenta un joven del consejo directivo–, como le hacen las familias campesinas: el cafetal está junto a la vivienda; las ollas donde se colecta la miel de la melipona están en la casa, y en la huerta donde se cultiva el café de sombra hay muchas plantas y árboles útiles, frutales y maderables. En las parcelas y traspatios tenemos hierbas comestibles y medicinales, de ahí que la Cooperativa impulse la medicina, la herbolaria, la apicultura tradicional y la milpa orgánica.”

Desde sus orígenes, la Tosepan nació diversificada en más de un sentido: en la lucha por el abasto, por ejemplo, participaron campesinos, artesanas, albañiles, maestros. “Y como siempre nos organizamos para resolver los problemas de las comunidades, ya sea sociales, económicos o culturales, sin centrarnos en una sola cosa, nuestro proceso fue la diversificación, integrando las acciones con un solo propósito”.

La ruta de esta organización-familia, que es también un movimiento cooperativista, la trazan las asambleas comunitarias donde se expresan necesidades y preocupaciones de la gente. “Ahí se tratan asuntos de las cooperativas: del ahorro, del café, del abasto, de la salud –explica una promotora–, pero también de lo que afecta a la población y no sólo a los socios, se habla de caminos, de falta de agua y de servicios básicos y hasta de cómo hacer la capilla. Ahora cada comunidad hace su plan de trabajo al principiar el año”. Gracias a eso la asamblea general de la Tosepan y su consejo directivo van orientando sus proyectos, sus líneas de capacitación y asistencia técnica, compartiendo y reflexionando lo que preocupa a socios y no socios, y obedeciendo así lo que dicen las comunidades.


FOTO: Martín Hernández Alcántara

“En ese camino –explican los directivos de Tosepan– hemos buscado un equilibrio entre diversificar dentro de un proyecto único y a la vez especializar, pues cada área requiere habilidades y conocimientos particulares. Nuestro principio es: diversifícate y especialízate”. Y no les falta razón, pues la organización comparte este mismo modelo de pluralidad e integración, que practican las familias y las comunidades. “La clave está en respetar el ritmo, no ir demasiado despacio ni demasiado rápido. Y también respetar el ritmo de cada quien, que no caminan igual los totonacas, que los nahuas, que los mestizos (…)”

La Cooperativa es también una identidad o más de una, y como la mayoría de la población es indígena hay diferencias culturales que tienen que ver con el pasado, con la historia (…) ”Los totonacas –explica un promotor– entran rápido en conflicto, los nahuas son más conciliadores, buscan consensos, no son tan agrestes, quizá porque no hubo cacicazgos de sangre en algunas zonas (…) Cada grupo étnico tiene su carácter y sus virtudes y hay que saberlas aprovechar. Por ejemplo los totonacos han preservado mucho sus costumbres, lo que se nota en que las señoras de ellos ganan los concursos de recetas de cocina que hacemos en la organización”.

Pero antes la gente decía yo soy nahua o yo soy totonaco o yo soy de Cuetzalan. Ahora les pregunto ¿Eres Tosepan? Y la gente me contesta “¡Sí, soy Tosepan!” En el centro de capacitación de la Cooperativa, el Kaltaixpetaniloyan, o la casa donde se abre el espíritu, Aldegundo, encargado de la radio Tosepan Limaxtum y los medios de comunicación, dice que aquí se valora el nahua, el vestido tradicional y la cocina regional. “En muchos lugares, a los indígenas les apena hablar su lengua originaria, en la Tosepan se avergüenzan los que no hablan náhuatl”. Casi 72 por ciento de los habitantes de Cuetzalan habla náhuatl, pero el porcentaje es mayor entre los adultos y lo hablan menos jóvenes e infantes, que son el eslabón para que la lengua no se pierda. Por eso en la Tosepan se está haciendo un diccionario con la raíz de cada palabra, y una gramática práctica para enseñar a leer y a escribir en náhuatl a la gente cooperativista. Y también, con este fin, desde el 2011 en la escuela Montessori de la Cooperativa se dan clases de náhuatl y se educa a las nuevas generaciones en el orgullo de su lengua.

Hoy, como en el pasado, la organización reúne a personas y grupos muy diversos: participan mujeres, hombres, jóvenes y viejos, niños y niñas, indígenas y mestizos, cafetaleros, pimienteros, ahorradoras, artesanas, todas y todos se capacitan y aprenden y enseñan juntos a vivir mejor y de manera solidaria, pero en años recientes la Tosepan está empeñada en fortalecer la equidad entre hombres y mujeres y la convivencia multigeneracional. “Muchas organizaciones campesinas –cuenta un dirigente de la segunda generación de la Tosepan, porque ya han pasado por la Cooperativa tres generaciones y van por la cuarta– tienen una sola línea de trabajo y eso hace que vayan envejeciendo los que saben de eso (…) Como aquí hay tantas áreas, se interesan los jóvenes en la comunicación, en la agricultura orgánica, y junto con los abuelos hacen meliponicultura o ecoturismo, y los niños y niñas ahorran, van a la escuela a aprender de otro modo y no hay duda que ellos serán los futuros cooperativistas”.

Hoy casi 70 por ciento de los socios son mujeres y cada vez más socias son nombradas juezas de paz en sus comunidades, porque han demostrado ser trabajadoras, responsables y juiciosas, pero aún no hay equidad de género en el consejo directivo y en otras áreas de decisión y trabajo. Por ejemplo en la Cooperativa Tosepan Pajti(Salud para Todos), ¿por qué todas las guardianas de la salud de las familias tienen que ser mujeres? “También pasa igual en otros trabajos –dice una promotora–. Por ejemplo, en náhuatl a las labores que hacen los hombres se les llama tetik, y a las que hacen las mujeres se les dice chiualis. Pero así como hay muchas mujeres que hacen tetik, debería haber más hombres que hicieran chiualis, ¿no?”

El Programa de Vivienda Sustentable de la Tosepan Titataniske:

un modelo de diversificación e integralidad

comercialización, ahorro, vivienda, salud... los distintos servicios de la tosepan, en la experiencia de antonio

Hace 15-17 años, quizá más, iniciamos con el programa de café orgánico. Éramos 10-15 socios nada más. Después, hace como 12 años, como 30 o 40 productores de café entramos a la Caja de Ahorro Tosepantomin, en la que ahorramos y podemos pedir préstamos. En un principio solamente entregábamos nuestro ahorro y podíamos solicitar préstamos, pero después dieron el apoyo para el pago de servicio de luz, pues antes teníamos que pagar en Mazatepec, para lo que teníamos que perder un día, pagar pasaje y comida, pero además un día mataron a un compañero cuando iba a pagar su luz porque lo quisieron asaltar. Ahora el centro de atención de la Caja que está aquí en la comunidad capta ahorro, ofrece seguros de vida, créditos, pago de servicio de luz y pago de remesas.

Hace tres años –en el 2009– solicité apoyo para vivienda, y para que me dieran un crédito de 20 mil pesos y un subsidio de 35 mil tenía que tener una ahorro de cinco mil pesos. El crédito fue por un plazo de un año con una tasa de interés del ocho por ciento anual.

Como parte de los apoyos puse una huerta familiar, algunos pollos y guajolotes cercados y una estufa ecológica. La estufa ecológica utiliza leña pero no tanta como el fogón de tres piedras. En la huerta familiar tengo matas de jitomate, quelites de temporal, chiles (chiltepín); es nada más para el consumo de la familia, es un ahorro. Lo mismo con las gallinas; si las gallinas, ponen ya no hay que comprar huevo; es un ahorro temporal porque no son gallinas ponedoras, sino de rancho y sólo ponen en determinado tiempo.

De los 800 socios de Zacatipan, más o menos entre el 85-90 por ciento tienen casa del Programa de Vivienda .

En la comunidad antes nada más estaban los promotores de salud, que decían que era lo que se tenía que hacer para tratar de no enfermarse. Ahorita hay un doctor en la comunidad con el que se atienden los socios cuando tienen alguna enfermedad. Esto se propuso porque hay una clínica del Seguro Social pero los sábados y domingos no hay atención. El médico está de lunes a domingo y una semana descansa. Es un orgullo tener una casa porque cuando aún vivía mi padre me dijo que la hiciera bien y ahora que ya no está, pienso que me está viendo. Pero para tener acceso al programa de vivienda se tienen que cumplir ciertos requisitos: que el socio sea activo, que no falte a las reuniones mensuales y que esté organizado y no disperso.

Miguel Meza Castillo

Cuatro mil socios de la Unión de Cooperativas Tosepan Titataniske, de los cerca de 20 mil que la integran, han sido beneficiados con vivienda en tan sólo seis años. Pero si bien la cantidad es importante, la calidad también lo es, pues se trata de que las viviendas sean sustentables, es decir que ahorren energía, aprovechen el agua de lluvia y además cuenten con espacios para producir alimentos sanos para las familias.

El Programa de Vivienda Sustentable (PVS), puesto en marcha por la Tosepan en 2006, es un ejemplo notable del modelo de diversificación seguido por la organización. En él participan de forma coordinada algunas de sus cooperativas, se articulan varios programas y se conjuntan y potencian recursos financieros y naturales de la región.

En el PVS participan cuatro cooperativas y un grupo de trabajo: la de ahorro y préstamo Tosepantomin, que es la responsable del manejo de los recursos del programa; la de materiales de construcción, Tosepan Toyektanemililis, encargada de adquirir, producir y distribuir los materiales para la edificación; la de producción de bambú, Tosepan Ojtasentkitinij, que produce accesorios; la de salud, Tosepan Pajti, que promueve el uso de ecotecnias como estufas ecológicas, huertas familiares e instalación de corrales de pollos y guajolotes con miras a la producción de alimentos sanos, y el grupo de supervisores de vivienda, responsables de la buena construcción. De esta manera el programa ha potenciado el trabajo colectivo con un enfoque integral y sustentable.

El fondo financiero del PVS esta integrado por la suma del ahorro de los socios que solicitan vivienda, el crédito proporcionado por la caja de ahorro y préstamo y los subsidios provenientes de la Comisión Nacional de la Vivienda (Conavi).

El ahorro de los socios es la clave del programa, pues solamente si el socio tiene ahorro suficiente puede solicitar crédito y una vez que tiene los dos puede recibir el subsidio gubernamental. Para la construcción de vivienda el monto es mayor que para el mejoramiento: un socio que tiene ocho mil pesos ahorrados y quiere construir, tiene derecho a una crédito de 40 mil y a un subsidio de Conavi de un poco más de 43 mil pesos, mientras que un socio que tiene mil 600 pesos ahorrados y quiere mejorar su vivienda puede pedir un crédito de hasta 20 mil pesos y recibir un subsidio de 15 mil.

Esta forma de operar da lugar a un círculo virtuoso en el que se potencian y se usan de forma eficiente los recursos, lo que ha permitido el crecimiento del programa, de tal manera que mientras en el 2006 se benefició solamente a 26 familias, para el 2011 ya eran cuatro mil, multiplicándose varias veces el número de familias beneficiadas.

Del total de la inversión realizada en el PVS el 15 por ciento corresponde al ahorro de los socios, el 34 a crédito de la caja de ahorro y el 51 por ciento a subsidios de Conavi.

El programa de vivienda ha sido un incentivo para que un número cada vez mayor de personas ahorren. “Al principio –comenta Álvaro, asesor de la Tosepan– muchos socios de la caja de ahorro no se animaban a pedir préstamo para vivienda pero conforme aumenta la experiencia y la confianza, cada vez son más lo que solicitan y muchos que no eran socios le entraron a la organización por el interés de obtener crédito para vivienda”.
De esta forma, al mismo tiempo que ha crecido el número de beneficiados con vivienda, también ha aumentado el número de ahorradores; así, mientras en 2007 los socios de la caja de ahorro y préstamo eran seis mil 100, en 2012 son 18 mil 900.

“Pero el número de socios de la caja –agrega Álvaro– no solamente ha crecido por la vivienda, también por las tasas de interés que se paga por el ahorro y porque el servicio de pago de remesas les interesa, y como ven que el servicio es bueno y confían en la organización, algunos dejan sus remesas como ahorro”.

El crecimiento del PVS también ha impactado favorablemente a la cooperativa de materiales, pues el volumen de materiales de construcción requeridos, tanto industriales como de la región, se ha incrementado, y esto permite reducir costos y aprovechar mejor los recursos regionales. “Inicialmente –dice José, el responsable del área de adquisición de materiales industriales– trabajamos con la Cooperativa Cemento Cruz Azul (para la compra de cemento) pero después Cementos de México (Cemex) nos ofreció un precio más bajo por bulto y Apasco también y yo tengo que negociar con los proveedores para que me ofrezcan mejor precio”.

Por otro lado, nos dice Eleuterio, responsable del área de materiales de la zona, “en la región hay bancos de materiales y lo que hacemos es buscar los más cercanos para surtir más rápido y más barato, pero además la gente los prefiere porque los conoce. Algunos prefieren la grava de piedra de cerro por costumbre pero otros prefieren la que se produce con piedra de río porque no tiene salitre y la casa tiene un ciclo de vida mayor pues el salitre pica la varilla. Además la arenilla que se obtiene al triturar la piedra para obtener grava la cooperativa la utiliza para la producción de block, que se utiliza mucho en el nuevo sistema constructivo térmico”.


FOTO: Lorena Paz Paredes

La edificación de vivienda también ésta articulada a la cooperativa de producción de bambú, que es la que produce accesorios de bambú, madera y metal y además muebles para el hogar, y el bambú que utiliza esta cooperativa se lo compran a campesinos socios de la Unión que lo producen en sus parcelas, al mismo tiempo que lo utilizan como barreras vivas para proteger sus cultivos de café y maíz contra los vientos, y para conservar suelo y retener el abono orgánico.

Finalmente, hay que decir que los supervisores desempeñan un papel muy importante en el aspecto sustentable de las viviendas, pues sugieren su buena orientación para aprovechar la luz natural, la buena ventilación para evitar la humedad, el uso de biodigestores para tratar el agua, aditamentos para aprovechar el agua de lluvia, la construcción de estufas ecológicas ahorradoras de leña y el establecimiento de huertos familiares y corrales de gallinas y guajolotes para la producción de alimentos sanos.

Sin duda el PVS esta satisfaciendo una necesidad básica de los socios de la organización y de ahí su constante crecimiento desde que empezó, pues como dice Antonio, socio de la cooperativa: “Tener una casa es tener un patrimonio para tus hijos lo que para nosotros es muy importante”.