omo ocurre con quienes aspiran a ocupar la Presidencia de la República el próximo sexenio, los que desean gobernar la ciudad de México escuchan ahora la inconformidad ciudadana que se expresa lo mismo en los mítines que en las reuniones que llevan a cabo con grupos diversos de la sociedad. En esos actos la población se refiere al mal estado de los mercados públicos, la inseguridad, la falta de empleo, al deterioro de las escuelas, el servicio deficiente en los hospitales y centros de salud, la falta de agua, el pésimo servicio que ofrecen los más de 25 mil obsoletos microbuses, la contaminación, la falta de áreas verdes, la basura, la carencia de un plan de desarrollo urbano que, además, vaya acorde con la realidad que se vive en el resto de la zona metropolitana. Sin faltar las denuncias por la corrupción de muchos funcionarios y el mal servicio en las oficinas públicas. Los candidatos responden que atenderán todas las peticiones y las resolverán.
Pero con muy contadas excepciones dicen las estrategias para hacer realidad lo que prometen. Especialmente en cuanto a los problemas más sentidos por los 9 millones de habitantes de la ciudad que se agravan en buena medida por los millones que a diario llegan de la periferia al corazón de la República a trabajar o a desarrollar otras actividades.
Prometen medidas para impedir que la mancha de asfalto se siga expandiendo a costa de los bosques y las áreas de reserva, pero no cómo y a qué costo lo lograrán. Van a rescatar Xochimilco y el área lacustre cercana, cada vez más diezmada por el avance de los asentamientos humanos y la contaminación, pero no cuál es la estrategia para lograrlo, y más cuando las anteriores aprobadas para el mismo fin no han dado los frutos esperados. Otro asunto que preocupa a los habitantes de, virtualmente, todas las delegaciones, es el incumplimiento de las medidas establecidas para lograr un verdadero desarrollo urbano.
Al respecto, la violación de las normas que regulan el uso del suelo son cosa de todos los días. En esa tarea se unen generalmente los intereses inmobiliarios y la estela de corrupción que sigue muy iluminada en las 16 delegaciones citadinas. Aunque existe una Ley de Desarrollo Urbano aprobada por los diputados locales, aunque se cuenta con herramientas diversas para alcanzar un crecimiento lo más sostenible posible, lo cierto es que se ignoran en beneficio de los intereses particulares. Con el agravante de que hay toda una maquinaria muy bien aceitada para lograr en tribunales, con jueces sospechosamente corruptos, la legitimación de lo que está mal. Buena prueba de ello se tiene en la falsificación de los permisos de uso del suelo en diversas delegaciones.
En cuanto al medio ambiente, hay tal cúmulo de trabajo en las dependencias relacionadas con él que los funcionarios no logran atender las irregularidades que denuncia la ciudadanía. Ante la cadena de intereses en juego, la participación de la población a través de comités vecinales se estrella contra el muro que han levantado quienes tienen en el mal uso del suelo una fuente de ganancias rápidas y una forma de corromper a funcionarios diversos.
Ordenar el crecimiento urbano es tarea que compete a todos, no sólo a quienes desde puestos públicos o la Asamblea Legislativa de la ciudad aprueban medidas que, como vemos con frecuencia, no se cumplen. Los ejemplos abundan lo mismo en delegaciones en plena expansión de actividades comerciales y habitacionales (Miguel Hidalgo, Cuauhtémoc, Benito Juárez), que en las periféricas, donde las áreas de reserva ecológica desaparecen poco a poco vía la ocupación hormiga de los que carecen de una vivienda y la levantan donde pueden, pero siempre bajo el amparo de un líder vinculado a un partido político.
En otros casos, como las colonias Roma, Polanco, Anzures y Condesa, la saturación de negocios diversos llega ya al límite crítico. En la última, la presencia de bares, cantinas, restaurantes, cafés, tiendas diversas y la falta de estacionamientos, llegó hace tiempo a su límite. Su declinación como polo de atracción citadina no está lejos. Como ocurrió con la Zona Rosa. Pero los tres candidatos prometen resolver todo. Con varita mágica.