erónica Musalem es una dramaturga que bucea en sus raíces para externar su preocupación por un México que va perdiendo su identidad y lo hace al escribir textos que son poéticas metáforas. En Nueva York versus El Zapotito presenta un pueblo abandonado de los que abundan en su natal Oaxaca por efectos de la sangría que supone la emigración hacia el país del norte en busca de mejores condiciones de vida, pero ahora apunta a un tema poco tratado que es la emigración femenina, con dos personajes representativos que pueden o no ser de carne y hueso o bien dos ánimas que se encuentran al conjuro de esa madre, al principio un tanto bruja, que atrae de regreso a su hija. Esa ambigüedad permea un texto que se vuelve onírico y en el que algunos –cosa que no comparto– han querido ver secuelas del realismo mágico: la respuesta a un conjuro está muy alejada de esa vertiente literaria a la que es moda referirse. Yo prefiriría hablar de un texto fantástico en el que pueden subyacer muchas de las leyendas juchitecas o bien de toda la entidad o en la posibilidad de que sea el sueño de una madre que ya perdió a un hijo en el tránsito hacia Estados Unidos y anhela ver a esa hija que hace regresar de Nueva York. Es a este enfrentamiento de dos culturas a las que se refiere el título y que en el texto se da por sentado aunque no se diga explícitamente.
En el poblado de El Zapotito habita una mujer vieja que fue patrona de un circo, que en sí mismo puede ser una alegoría de lo que ocurre en el país, pues se ha perdido junto con el goce que su presencia suponía, asistida por un hombre que es una mezcla de mago circense con chamán. La llegada de la hija que regresa decepcionada de su viaje a Nueva York en donde no encontró la nueva vida que esperaba, hace que la madre intente volverla a sus orígenes para lo que le muestra algunas de las diversiones, tanto de cine como de circo, además de los bailongos y las conquistas, que disfrutaba cuando El Zapotito de su juventud era un poblado floreciente. Esas demostraciones en vivo que realiza la alegre mujer y en la que involucra mágicamente a su hija y a su ayudante son el muy divertido cuerpo de la obra que remata en un giro nuevo pleno de nostalgia que dota de mayor misterio a todo lo que sea visto y disfrutado.
La dirección de Arnaud Charpentier y la escenografía de Olivier Dautais, los creadores escénicos de origen francés que fundaron el grupo La Biznaga, subrayan los elementos fantásticos del texto al hacer que las actrices y el actor videograben sus rostros que se amplifican en proyecciones al fondo diseñados por Jazzael Achè-Sáenz y programados por Carlos Guzmán y, sobre todo, por un efecto mayor. Éste consiste en que los escuetos palos que marcan la vivienda de la vieja han sido forrados con mantas que la cubren y en la que se proyectarán los elementos escenográficos en vivo que pinta –a un costado y atrás– Olivier Dautais dando lugar a diferentes espacios y escenarios que son borrados con manchas de pintura para pasar a otra escena. La música en vivo es dada por Carlos Guzmán, el director y el escenógrafo, a los que se une en algún momento, y sobre todo al final, el elenco. La conjunción de estos factores, a los que se puede añadir algún juego de sombras dado por una actriz o por el actor, aportan su dosis de irrealidad al montaje y resultan muy interesantes.
Marta Aura, como la madre, regresa a uno de esos papeles llenos de chispa que ha sabido manejar junto a otros de mayor seriedad y demuestra sus matices de actriz –yo diría que de primera actriz según los cánones a la antigüita ya en desuso– de la tenebrosa bruja del principio y la enternecida madre del final, a la gracia y desplante de casi toda la escenificación. Aída López es la bella hija, también dando una gran gama de posibilidades actorales e igualmente graciosa cuando debe de serlo en un rol muy alejado de los que se le han visto. Alejandro Benítez, chistoso y eficaz como el mago-chamán tanto en una sorpresiva escena de circo como en las paródicas reconstrucciones de viejos filmes. Nueva York versus El Zapotillo ha sido traducida al inglés por Julieta Trujillo y al zapoteco por Aquiles Cruz cuando se presentó en Estados Unidos y en su estreno en Oaxaca.