uién ganó el debate entre los candidatos a la presidencia de México? Ante esta pregunta, encontraremos varias respuestas. Unos dirán que fue Andrés Manuel López Obrador, otros que Enrique Peña Nieto, no faltarán quienes afirmen que el vencedor fue Gabriel Quadri y algunos más afirmarán que la ganadora fue Josefina Vázquez Mota. Pero yo no me voy a referir aquí estrictamente a este tema, sobre el cual ya corre mucha tinta y seguramente en los próximos días habrá aún más, sino a otro que me parece de gran importancia: la invención de realidades, o quizá sea mejor decir la suplantación de la realidad.
Después del debate, que como muchos mexicanos tuve la oportunidad de ver por la televisión, se organizaron programas con representantes de los candidatos, y otros con científicos sociales, periodistas y varios expertos para analizar concienzudamente lo acontecido. En uno de ellos, se formuló a los participantes una pregunta que me pareció sorprendente, algo así como: Doctor fulano de tal, ¿qué fue lo que vimos?
. El especialista con el ceño fruncido, por efecto de las profundas reflexiones que se agolpaban en su entendimiento, dijo algo esencialmente aburrido y concluyó mencionando al candidato que a su juicio había ganado. Se trata de una imagen preciosa, pues ilustra cómo alguien tiene que venir a decirnos lo que vimos con nuestros propios ojos, escuchamos con nuestros oídos y procesamos con nuestro cerebro. Los titulares de los diarios, los programas de televisión y los analistas, movidos esencialmente por el dinero, nos dirán lo que vimos, es decir, construirán una realidad normalizada, que será completamente ajena a lo que realmente pasó.
Otro ejemplo, es lo que ocurre en las redes sociales, como Facebook y Twitter. El segundo comenzó siendo un medio de expresión espontánea y pronto se reveló como un instrumento novedoso de crítica frente al poder. Estuvo primero en la mira de los afanes prohibicionistas y de control –y lo sigue estando– y, ante el fracaso de éstos, se decidió anular su influencia invirtiendo dinero para suplantar esa realidad. De este modo parecen los trolls generados por personas a sueldo o por computadoras, que envían mensajes repetitivos para alabar o denostar a algunos políticos. Así, de la nada, los candidatos que en principio eran fuertemente criticados, cuentan ahora con miles de seguidores. Se pretende cambiar así una realidad por otra comprada. Es importante mencionar el esfuerzo realizado por investigadores serios de la Universidad Nacional Autónoma de México, como el doctor Ricardo Mansilla, quien ha creado un algoritmo con el cual es posible detectar y eliminar parte de esa abundante basura, cuyos resultados se publican minuto a minuto en La Jornada.
La suplantación de realidades es una práctica común en los círculos del poder. Por ejemplo, ante la pregunta de quién asesinó al presidente John F. Kennedy, nadie sabe la respuesta hasta ahora; no obstante, se construyó una realidad en la que un asesino solitario, Lee Harvey Oswald, disparó contra el mandatario, éste siempre lo negó, pero fue ultimado por Jack Rubi y ya no se supo más… Hablando de magnicidios, en el caso de México, recuerdo un artículo del gran periodista mexicano Miguel Ángel Granados Chapa, cuyo título era algo así como los tres Aburtos
haciendo referencia a la extraordinaria metamorfosis física del asesino de Luis Donaldo Colosio.
Pero volviendo al tema de las elecciones en México, otro caso, al que ya me he referido aquí en varias ocasiones, es el de las encuestas electorales, las cuales, en general, siempre omiten un dato esencial ¿quién las paga?, sus representantes se disfrazan de solemnidad y seriedad, organizan y asisten a congresos, y por supuesto, a programas de televisión. Su función consiste en crear una realidad artificial creando la percepción de que un candidato es el que inevitablemente va a ganar. Regresando a la pregunta inicial, ¿quién ganó el debate?, algunos analistas transfieren la respuesta, nada menos que a esas casas encuestadoras, es decir, se espera a ver, de qué manera, el primer debate modifica las preferencias electorales surgidas de esos sondeos. Entonces, ya podemos imaginar el resultado.
Surgen varias preguntas en el caso de las elecciones presidenciales: ¿Para qué suplantar la realidad? ¿Cuáles son los objetivos que llevan a hacerlo? Una hipótesis para responder a ellas, es que existe la necesidad de ajustar los resultados con la realidad ficticia que se construye. Dicho en otras palabras, se diseña un escenario, primero, para crear la percepción de un resultado inevitable y, luego, porque existe la tentación, que está latente a pesar de las amargas experiencias del pasado reciente, de justificar la manipulación de la voluntad de los votantes apoyados en esa falsa realidad. Espero sinceramente estar equivocado.