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El autor presentó Paisajes en el oído, 72 composiciones líricas inspiradas en leyendas musicales

De la energía y frustración como rockstar surgió la faz poética de Alberto Blanco

Abundó sobre su idea de rock chino, en la cual basa su reciente libro: una música alejada de fanfarronería, idiotez o agresividad gratuita

En Internet hay una versión electrónica disponible

Foto
En la década de los 70, Alberto Blanco era parte de la banda La Comuna. En la imagen, en el Centro Cultural Bella Época, durante la presentación de Paisajes en el oído, el martes pasadoFoto Yazmín Ortega Cortés
 
Periódico La Jornada
Domingo 6 de mayo de 2012, p. 4

Alberto Blanco se hizo poeta por una frustración: la imposibilidad de ser músico, específicamente roquero.

Así reconoció el polifacético creador –lo mismo ensayista que traductor y crítico de arte– durante la presentación de su libro Paisajes en el oído, la cual tuvo lugar la noche del martes en el Centro Cultural Bella Época del Fondo de Cultura Económica.

Y es que quien hoy es uno de los poetas y ensayistas más importantes de México, estuvo acaso en el umbral de convertirse en rockstar. Ello ocurrió a principios de los años 70 del siglo pasado, cuando su banda La Comuna fue invitada a tocar a Londres, la mismísima capital del rock en aquel momento.

Según contó el poeta, su grupo estaba inserto en un movimiento equivalente a lo que en ese entonces se hacía en Inglaterra: mucha experimentación sonora, aunque no proveniente del rock, sino de la música contemporánea, con influencias, por ejemplo, de Karlheinz Stockhausen y John Cage.

Nos ofrecieron un contrato para tocar dos semanas en un antro londinense, en 1972. No cabía de felicidad, me parecía inverosímil que a una banda mexicana le dieran oportunidad de tocar allí en ese momento, relató.

“Mis compañeros se doblaron. No lo puedo creer hasta hoy. ¡Cómo es posible que hayan dejado pasar esa oportunidad! Les dio miedo y prefirieron un camino más seguro.

¡Qué horror! Todavía lo lamento. Bueno, no hay mal que por bien no venga, y toda esa energía y frustración de lo que pudo hacer sido, pero no sucedió, desembocó en la poesía.

La anterior anécdota vino a cuento por el contenido del libro en cuestión, el cual está integrado por una serie de 72 poemas inspirados en las figuras más legendarias del rock de todos los tiempos, de los Beatles a los Rolling Stones, de Bob Dylan a Jim Morrison y Radiohead, entre otros.

Editado por Aldus, Paisajes en el oído –del cual existe una versión electrónica en paisajeseneloido.blogspot.com– es resultado de muchos años de escritura esporádica, pero a la vez constante sobre lo que el autor denomina rock chino.

Esta vertiente nada tiene que ver con el rock hecho en ese país, tampoco con la música inspirada por el mismo y su cultura milenaria, sostuvo Alberto Blanco, quien equipara el rock de buena factura con algunas rasgos culturales de aquella nación oriental.

Una de los principales características del rock chino es la importancia de las melodías, explicó el escritor, quien basó sus explicaciones en el libro Un bárbaro en Asia, del poeta belga Henri Michaux.

Se trata de una música que nada tiene de fanfarronería, idiotez o gratuita agresividad, y que sí, en cambio, exhibe tranquilamente sus orígenes populares, así como un cierto dejo infantil y hasta veces inocente, que le otorga a esta música un rostro muy humano.

De acuerdo con Alberto Blanco, fue entre 1967 y 1968, con el disco Sargent Pepper’s and Lonely Hearts Club Band, de Los Beatles, cuando el rock alcanzó su mayoría de edad y logró borrar las distinciones entre lo popular y lo culto, entre high and low.

Cuando ese álbum salió al mercado, en junio de 1967, en el apogeo del verano dorado de la sicodelia y el hipismo, el mundo se enteró, y entero se rindió ante la inminencia: sí, el rock había alcanzado ya su mayoría de edad y habría que lidiar con él.

Fue un paso irreversible: “De allí en adelante, la música popular, el rock, se va por la libre. She is living home”, resaltó el creador, quien, no obstante ser compositor, letrista y tecladista, rechazó ser buen músico.

Soy músico rupestre. Hago lo que puedo y, en muchos sentidos, haré lo que pude. De tal manera, la música para mí es una realidad cotidiana, constante. Hoy toqué el piano como todos los días, sigo componiendo, pero de eso a ser un gran músico hay un gran abismo.