ctavio Paz encontraba en la catadura de los presidentes republicanos de México rasgos hereditarios del caudillismo árabe, el imperio azteca y la monarquía española. Más tarde Enrique Krauze recogió la idea de Paz: en esa figura política vio a un monarca sexenal.
En buena medida, ambos autores tenían razón. Aun con el panismo, en los presidentes de la República se percibe una mezcla de los líderes árabes –sobre todo aquellos que tienen un carácter dinástico– con los monarcas aztecas y los borbones.
En las próximas elecciones, el país se enfrenta a la disyuntiva de ver potenciada su condición de emirato pinto de república o bien de avanzar hacia un régimen republicano con mayores posibilidades de funcionamiento democrático.
El regreso del PRI a la Presidencia de la República, con el concurso de ciertos poderes fácticos legales e ilegales, de dentro y del exterior, nos depararía a un emir –ya en el propedéutico desde su condición de candidato– empeñado en encoger al Poder Legislativo con argumentos tan burdos como aquellos que nos dispara la derecha gárrula en la voz de, por ejemplo, Pedro Ferriz de Con.
El grupo periodístico El Norte-Reforma publicó, poco antes de que coincidieran Andrés Manuel López Obrador y Enrique Peña Nieto en Monterrey, una nota sobre la manera de transportarse por aire los tres principales candidatos a la Presidencia de la República. Según esto, Peña Nieto tiene a su disposición toda una flota de aviones y helicópteros particulares que renta para recorrer el país durante la campaña
. Entre esas naves se hallan un jet Bombardier Challenger (matrícula XA-OHS) de 12 plazas y un jet Dessault Falcon 50 (matrícula XA-PRR) para nueve pasajeros. Precio estimado por hora de vuelo: entre 3 mil 500 y 5 mil dólares. La panista Josefina Vázquez Mota ha rentado 200 horas de vuelo con un avión particular (en precampaña usó una aeronave de Cemex
). López Obrador realiza alrededor de cuatro viajes por semana en aerolíneas comerciales.
El único candidato con sentido político republicano parece ser López Obrador. Viajar de esa manera no hace de su campaña un tornado de las arcas estatales y, con la misma furia, un dispendio ilegal y ofensivo –e impune, al cabo, de acuerdo con la experiencia que tenemos documentada. Además, ello le significa, como ya se ha visto, votos cantados.
En su libro Audacia de la esperanza, Barack Obama narra su campaña para el Senado. Allí hace notar el político con gran sentido común que es él, la diferencia entre viajar en un jet particular y hacerlo en naves comerciales: el contacto con el público, rasgo que siempre ha mostrado López Obrador. Un contacto que le impiden, sobre todo a Peña Nieto, su anorexia política y los millones de pesos y numerosos guardaespaldas de que dispone. Salvo por las encuestas amañadas, todo lo coloca a una gran distancia del electorado: desde su condición de redactor nonato al que no ha marcado ni el libro del que se presenta como autor, hasta el lema de campaña que sus mercadólogos, sin exudar, le copiaron a la empresa mediática CNN: Mi compromiso es contigo.
Quienes hemos vivido en entidades federativas en las que se ha instalado el bipartidismo PRI-PAN sabemos que la pirámide política y social tiene un canon ejecutivista: desciende del presidente de la República, continúa en el gobernador del estado y termina en el presidente municipal, jefe de un grupo incondicional que fue elegido junto con él. Monarquía azteca o absolutista injertada de emirato árabe, su sino es el patrimonialismo, la discrecionalidad administrativa y dineraria y el ejercicio autoritario del poder.
En Nuevo León, con el paréntesis de un periodo panista, o en Coahuila y Tamaulipas sin interrupción, por sólo mencionar el noreste, hemos padecido este régimen –el del viejo PRI que jamás pudo renovarse– a lo largo de demasiado tiempo. Por lo mismo sabemos que nada cambiaría por el simple hecho de que el candidato priísta llegara al poder. Pongamos de ejemplo al estado de Coahuila que gobernó Humberto Moreira, acaso la entidad más aventajada –hasta ahora– en ese sentido: endeudamiento escandaloso, opacidad absoluta en la gestión pública, nepotismo, enorme inseguridad producto de múltiples complicidades, decrecimiento de la inversión, del empleo y de la calidad de vida de las familias. Todo aderezado de prepotencia, embustes, demagogia y burla de la sociedad.
Y así seguirá siendo mientras no cambie la orientación de la Presidencia de la República (para empezar, pues no con ello se desgranarán los demás cambios que requiere el país en el intento de alcanzar un aceptable grado de democratización dentro del marco capitalista). La única fuerza política que puede introducir ese cambio, y no sin una participación y vigilancia intensa de la ciudadanía, es la que encabeza López Obrador.
La disyuntiva, en julio, será emirato o república.