n artículo anterior sostuvimos que para Andrés Manuel López Obrador (AMLO) resultan centrales las cualidades éticas del político y del gobernante, quienes además han de poner en práctica una visión crítica de la realidad. López Obrador ha llevado su campaña dentro de estos criterios, por ello resulta un candidato excepcional frente a los otros que lo flanquean.
En contraste, la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto (EPN) se sitúa en las antípodas de los criterios éticos y del pensamiento crítico, fundamentales en un político moderno de calidad. Y es que su visión del país se sitúa en la perspectiva de los intereses oligopólicos y oligárquicos de México. Está archiprobado que el candidato priísta, por sus palabras y actitudes, no sólo ignora las tendencias destructivas de los últimos gobiernos del PRI, y desde luego de los más recientes del PAN, sino que además no le ha interesado considerar las exigencias reales y las esperanzas de la mayor parte de la población, aferrado como está a las perspectivas e intereses de los que más tienen.
En este candidato por ningún lado encontramos los reflejos de una genuina elaboración ética, y menos rastro alguno del pensamiento crítico. Su campaña está colmada de oportunismo, cinismo y negación de los principios por los que ha luchado el pueblo de México. Con el agravante de fundar sus campañas en los acarreos y en los controles corporativos característicos del PRI de siempre. Todavía más: Enrique Peña Nieto ha mostrado su sólido partidarismo en favor del statu quo, que no se modifique un ápice el estado actual de los intereses y de la sociedad de la explotación que vivimos, sino que continuemos con lo ya conocido, como si fuera el mejor de los mundos. Este es el carácter profundamente conservador de EPN, a diferencia de AMLO, que ha planteado el cambio como eje y fundamento de su campaña política.
Lo más grave es que Peña Nieto no percibe, o no quiere percibir, que el control económico y las políticas aplicadas en los últimos sexenios por los gobiernos de PRI y PAN han erosionado
gravemente al país, empobrecido a las grandes mayorías y enriquecido desmesuradamente a los más ricos, negando además las posibilidades de un desarrollo nacional en beneficio de todos. Como ejemplo tenemos la reacción de los candidatos de PRI y PAN ante la expropiación del gobierno argentino de los activos de la petrolera española Repsol, que los exhiben como fieles herederos del colonialismo.
Peña Nieto defendió de inmediato a los inversionistas privados, lo cual revela, una vez más, que para él la única posibilidad del desarrollo se encuentra en esas inversiones, reiterando su fidelidad al neoliberalismo, obsoleto y superado por los problemas mundiales, que obviamente no conoce ni tiene interés en conocer. Otra vez la vocación a la ignorancia aflora en este candidato del PRI sin lecturas y dejado atrás por la historia.
En cambio, López Obrador declaró inmediatamente su apoyo al gobierno argentino, al tiempo que exigió que Pemex explique los privilegios que se han otorgado a Repsol, como en la cuenca de Burgos, en que hizo un gran negocio la firma española y en que Pemex quedó prácticamente marginado.
Por lo demás, ha sido un escándalo la reacción de Felipe Calderón, quien sostuvo que la decisión del gobierno argentino fue irresponsable y muy poco racional
, añadiendo que ningún empresario en sus cinco sentidos pensará en invertir en un país que expropia las inversiones
. Por supuesto, para Calderón y otros políticos de su tendencia se trata de defender a los inversionistas privados antes que el interés de las naciones. Así es, y por tal razón luchamos por un cambio de política y de horizonte en el criterio de los políticos conservadores.
Pero veamos una novedad extraordinariamente preocupante: los 160 mil millones de dólares a que ha llegado la reserva internacional del país. Esa enorme cifra se ha convertido sin duda en uno de los atractivos más poderosos de los candidatos neoliberales a la Presidencia de la República, encabezados por Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota.
Para ambos candidatos neoliberales tal hecho constituye hoy uno de los atractivos irresistibles de su participación en la justa electoral. Y es que Peña Nieto y Josefina, en sus anteriores responsabilidades de gobierno, y los últimos presidentes del PRI y del PAN, no se han distinguido por su contención o moderación en los gastos, sino más bien por sus abusos sin freno en ese aspecto. Tal cantidad de las actuales reservas internacionales de México ¿para qué servirá?, ¿se aplicará con buenos criterios para el desarrollo y para remediar carencias de los más necesitados? La obra en infraestructura, de todos modos necesaria, ¿se realizará con inmensas ganancias colaterales no controladas?
El gasto de esa respetable cifra levanta las más graves dudas respecto a las actuales candidaturas de PRI y PAN. En contraste, López Obrador, en sus responsabilidades de gobierno, ha mostrado siempre una contención y un compromiso social a toda prueba, y una indudable sólida moral respecto a la utilización de los fondos públicos, lo cual le otorga una sólida confianza ciudadana.
Tal es un caso más de la desconfianza que suscitan los candidatos de PRI y PAN, a quienes le son ajenos los criterios de ética y pensamiento crítico que, en cambio, son centrales para Andrés Manuel López Obrador. Así lo creemos e invitamos a la ciudadanía a que considere con objetividad y serenidad sus decisiones electorales del próximo julio, tomando en cuenta que su voto sí contará para trascender un sistema anquilosado y sin futuro, y para que el pueblo de México tome en sus manos nuevamente los destinos de la nación.