a migración es un fenómeno que se produce en lo fundamental como resultado directo de las políticas neoliberales a escala planetaria y se encuentra estrechamente vinculada a la globalización de la economía y el comercio, de la educación, de la cultura, de la ciencia, de la comunicación y en general de todos los procesos sociales, lo cual ha generado nuevas corrientes migratorias que han propiciado una problemática que ha venido a transformar las relaciones diplomáticas y de diversa índole entre los países y las relaciones sociales en el interior de las familias de los migrantes.
Según la directora de la División de Población de la ONU, Hania Zlotnik, en una conferencia impartida en junio de 2009 en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, alrededor del globo hay 214 millones de migrantes, es decir, 3 por ciento de la población mundial ha abandonado su país para vivir en el extranjero
. La cifra tiende a crecer permanente y rápidamente, si se considera que en 2001 había 175 millones y ya para 2006 había 191 millones de migrantes, de los cuales 61 por ciento se dirigió a países industrializados –fenómeno llamado migración norte
–, en los que, dicho sea de paso, las tasas de natalidad de la población nativa son tan bajas que la inmigración constituye la mayor fuente del crecimiento de la población. Los principales países expulsores de migrantes son asiáticos, latinoamericanos y africanos.
Los migrantes, particularmente los más pobres de éstos, constituyen un grupo extremadamente vulnerable, en relación con el cual se han aprobado diversas convenciones internacionales, que si bien ponen en el papel la voluntad de las naciones para establecer y regular mejores condiciones y trato para quienes arriban a un país distinto al suyo, carecen de mecanismos para una defensa más efectiva de los derechos de los migrantes, que generalmente son ignorados y no pocas veces violados. Menos existen disposiciones que sancionen el incumplimiento en que se incurra.
El migrante parte hacia lo desconocido. Salvo que vaya bien documentado, le esperan abusos, incertidumbre, inseguridad, peligros, riesgos contra su integridad personal y contra el poco o mucho patrimonio que lleve a su destino, debido a que los países receptores
de migrantes, entre ellos Estados Unidos, han respondido con una creciente fortificación de fronteras y la criminalización de las migraciones, con las consecuentes deportaciones, y no existe una respuesta adecuada de los países emisores
, en los que hay evidente desinterés por quienes se marchan del territorio nacional en calidad de migrantes, ya que, al fin y al cabo, le evitarán gastos al país y le enviarán remesas.
En el caso de México, nuestra nación es altamente exportadora de migrantes, la mayoría de los cuales tienen como destino Estados Unidos, país para el que los mexicanos son fundamentales. Según la funcionaria de la ONU previamente citada, en 2005, de todos los migrantes que se trasladaron de un país en vías de desarrollo a otro poderoso, uno de cada cinco fue mexicano
. Los mexicanos residentes en ese país representan 32 por ciento de todos sus inmigrantes.
Nuestro país resiente intensamente esta emigración, si se considera que la mayoría de los migrantes son jóvenes de 18 a 29 años y que en Estados Unidos radica alrededor de 10 por ciento de la población nacional, es decir, una décima parte de mexicanos de origen ha encontrado del otro lado de la frontera su medio de vida.
Por otra parte, México es paso obligado por tierra para quienes, provenientes de América Latina, desean radicar en Estados Unidos. Lamentablemente, así como los migrantes mexicanos sufren vejaciones en ese país, los centroamericanos que van de paso rumbo al norte suelen ser víctimas de policías federales y estatales, respecto de lo cual existen quejas documentadas por robo o extorsión, que van aparejadas de violencia sicológica, insultos, amenazas e intimidación.
Los migrantes están también sujetos a los traficantes de indocumentados o polleros, quienes por una cantidad de dólares les ofrecen cruzarlos al otro lado de la línea, y quienes muchas veces los abandonan a su suerte. El tráfico de seres humanos se ha convertido en un negocio que genera ganancias millonarias para los traficantes y los sindicatos del crimen. Además de los traficantes, los migrantes también son presas de organizaciones delictivas que operan en la frontera, dedicadas al contrabando, trata de blancas, tráfico de drogas y crimen organizado.
Una de las funciones primordiales de todo Estado es garantizar la integridad de las personas y proteger a sus ciudadanos donde éstos se encuentren. Renunciar a esta tarea significa claudicar a una obligación básica de gobierno.
Referimos lo anterior considerando que permanentemente, sobre todo en tiempo de procesos electorales en Estados Unidos, existe un acoso sistemático del sector más conservador de la clase política estadunidense en contra de los migrantes mexicanos, que les crea un clima adverso, lo cual ha propiciado diversos y lamentables proyectos legislativos antimigrantes, orientados a menospreciar, denostar y criminalizar a los trabajadores migratorios y sus familias; disposiciones que incluso confrontan, en forma perversa, a los recién llegados con los inmigrantes plenamente establecidos.
Es preciso crear opciones que contengan este ambiente de conflictividad e intolerancia política y social imperante.