fotos: Graciela iturbide |
Marcha de los pueblos
en Ecuador
Ante la arrogancia de los que pretenden arrebatarles su historia
El 8 de marzo, desde innumerables comunidades y regiones del Ecuador, una marcha trepó y bajó quebradas, valles, y breñales, saliendo de los páramos, la selva profunda y las altas montañas. Su destino fue Quito, como siempre, y para variar esta marcha tuvo la profunda motivación de defender el agua, resistir la minería y el extractivismo, y abrir un debate con la opinión pública, nacional e internacional, en torno al papel del gobierno, a los límites que debería poner —y la actitud que debería tomar— luego de escuchar a la población. Sí, ese mandar obedeciendo que, como decían los zapatistas, era el corazón del gobierno, el fruto de una relación distinta entre gobernantes que obedecen (es decir escuchan) a quienes gobiernan.
Muchas reacciones ha suscitado la marcha. Pero la respuesta que importa es la enorme legitimidad que sumó desde los múltiples rincones y desde los gobiernos comunitarios. Esto hizo de la Marcha por la Dignidad y la Defensa del Agua, una vez más, la vuelta de los pueblos que en Ecuador siempre terminan respondiendo —desde su sabiduría ancestral comunitaria y su idea nada lineal de la complejidad— a quienes, buscando sojuzgarlos, pretenden imponerles una mirada suplantadora desde la cual menosprecian su historia y el entendimiento que tienen de ella.
Desde diversos puntos comenzó a crecer la marcha. Ya para el 11 de marzo Chimborazo, Cotopaxi, Imbabura, Zamora, Loja, Saraguro, Cuenca y Nabón, y después buena parte de la Amazonía, sumaban sus contingentes en una marcha se que ensanchó con cada paso “como los arroyos alimentan a los ríos”.
En diciembre 2011, en un acto público nada clandestino, “la Conaie debatió y anunció la realización de una movilización nacional, cuyos objetivos, apegados a los mandatos de la Constitución de Montecristi, son: la redistribución del agua mediante la urgente aprobación de una nueva ley de aguas; una revolución agraria para cuyo inicio es urgente la aprobación de la ley de tierras y la realización de la reforma agraria, tomando como base la soberanía alimentaria; el cambio del modelo minero-extractivista que hoy se impone por un nuevo modelo, el del Buen Vivir-Sumak Kawsay; la no aceptación de nuevos impuestos que afecten a los pequeños propietarios y productores; y, el cese inmediato de la criminalización de la protesta social y la anulación de los juicios por sabotaje y terrorismo a los 194 líderes y lideresas comunitarias”. Se convocó a “la unidad con todos los sectores sociales organizados”... La respuesta superó las expectativas. “De esta decisión colectiva surgió la Marcha Plurinacional, recogiendo prioritariamente la iniciativa de las comunidades afectadas por la megaminería, alarmadas por la anunciada firma de las concesiones y por el inicio del primer proyecto minero a cielo abierto en Zamora Chinchipe”. Así se expresaba la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) al paso de la marcha mientras por los caminos saludaban más y más compañeros y compañeras de todas las regiones posibles.
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Durante el quinto día de movilización, los dirigentes de Ecuarunari, Conaie y las organizaciones locales dijeron: “La minería es un atentado al agua, a la vida, a las próximas generaciones. Es nuestra responsabilidad con nuestros hijos y nuestros nietos defender la vida. Para extraer una onza de oro (un anillo) se demanda un promedio de 7 a 8 mil litros de agua; para producir una tonelada de cobre se emplea entre 30 y 500 mil litros de agua. Y se destruyen los nacimientos del líquido vital. Por ello exigimos el cumplimiento del Mandato Minero, que deja sin efecto las concesiones mineras en fuentes de agua”.
Dos días después en Cañar, Delfín Tenesaca, presidente de Ecuarunari, expresó: “no debemos tener miedo ante los pronunciamientos y amenazas del gobierno central. Se ha dicho que van a sacar de los trabajos públicos a muchos de nuestros compañeros/as que están apoyando a la marcha. No debemos tener miedo porque estamos organizados, estamos caminando juntos para decir que no estamos de acuerdo con las políticas de este gobierno. Queremos que respete a nuestra organización, no queremos que entregue nuestros territorios a las empresas mineras y petroleras... el pueblo unido junto con las organizaciones estamos demostrando la unidad”.
Ya por llegar a Quito, Humberto Cholango, dirigente de la Conaie, afirmó públicamente: “No es sólo una movilización o un reclamo indígena. Amplios segmentos de la población urbana y rural, mestiza, indígenas y de afros han coincidido en la elaboración de una plataforma conjunta y en la movilización plurinacional. Por eso nuestro asombro ante la reacción del gobierno, de la prensa oficial-pública y de sus partidarios, que en lugar de dar respuesta clara sobre los objetivos de la marcha se apresuró a calificarla de ‘golpista’, de ‘intento de desestabilización del régimen’ y ‘desestabilizar la democracia’, de estar ‘aliada y financiada por la vieja derecha’. Con esos falsos criterios iniciaron una inmensa campaña nacional e internacional, llegando incluso a convocar, a través de las embajadas ecuatorianas, movilizaciones en respaldo del régimen, supuestamente amenazado. Nuestras primeras reacciones no fueron de enojo, sino de risa: ¿la respuesta del presidente es por incapacidad de comprender las movilizaciones autónomas de los pueblos organizados, o será que la tan publicitada encuesta del 80 por ciento de respaldo al gobierno es una mentira propagandística? Nosotros nos preguntamos: ¿cuándo la crítica, la movilización popular y las propuestas alternativas han desestabilizado la democracia? A los únicos que la crítica, la movilización y las propuestas han desestabilizado, son a los regímenes autoritarios y a las dictaduras. A las democracias, solamente las han fortalecido”.
Y terminó su discurso con palabras que habrá que recordar: “Nosotros no sobornamos a dirigentes, no utilizamos millones de dólares del pueblo para movilizar gente, no tenemos dinero para confundir al pueblo en cadenas de televisión. Nuestra propaganda es el ejemplo de nuestros taitas y mamas que fueron dignos ante los opresores de turno. Sin embargo, nuestra lucha es insuficiente sin la participación de todos y todas. Hoy, al igual que en las victoriosas luchas contra el tlc, nuestro grito de combate sigue siendo: ¡Para todos todo, nada sólo para los indígenas!
Ramón Vera Herrera