La escritora y traductora difundió en su patria la diversidad de la cultura mexicana
La nueva novela latinoamericana, publicada en 1976, figura entre sus obras más relevantes
Sábado 7 de abril de 2012, p. 5
Moscú, 6 de abril. Escritora, traductora, crítica literaria, experta en letras hispanoamericanas, a cuya difusión primero en la Unión Soviética y, después, en Rusia dedicó toda su vida, Vera Kuteischikova –la decana rusa de los estudiosos de la literatura y la cultura de México y otros países de América Latina y España–, falleció en esta capital a los 92 años de edad.
La maestra, como la llamaban con afecto sus numerosos discípulos, llevaba varios años retirada de la vida pública, tras la muerte de su inseparable compañero de toda la vida, Liev Ospovat, autor de una de las más completas biografías de Diego Rivera, sobrellevando en su siempre hospitalario departamento moscovita las secuelas de una grave dolencia, pero sin perder nunca el ánimo y la sonrisa amable.
Testigo excepcional en la relación bilateral entre Rusia y México desde 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, cuando recién egresada de la universidad empezó a trabajar como intérprete en la extinta Sociedad de Amistad con América Latina, Kuteischikova hizo realidad su sueño de conocer México en 1956, un país que llegó a querer tanto como su propia patria.
A partir de ese primer contacto con el lejano México, hace más de medio siglo, Kuteischikova no descansó en cumplir el objetivo de dar a conocer aquí su literatura, cultura, historia, política y nexos con Rusia.
Autora de obras clásicas
Kuteischikova trató de cerca en Moscú a Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Víctor Manuel Villaseñor, Vicente Lombardo Toledano, Narciso Bassols, Javier Guerrero, Tina Modotti, José Mancisidor, Heriberto Jara y Leopoldo Zea, entre otras figuras que dejaron su impronta en la relación bilateral.
En sus diferentes viajes a México se reunió con Gabriel García Márquez, Juan Rulfo, Luis Cardoza y Aragón, Fernando Benítez, Alfonso Reyes, Carlos Fuentes, Octavio Paz, José Luis Martínez y Sergio Pitol, por mencionar sólo algunos grandes personajes de nuestras letras.
Tras escribir sendas monografías sobre Pablo Neruda (1952) y Jorge Amado (1954), la entonces investigadora del Instituto de Literatura Mundial, de la Academia de Ciencias, publicó obras que se volvieron clásicas, como La novela latinoamericana en el siglo XX (1964), Una época de alta tensión (1967), La novela mexicana (1971), Un continente donde confluyen todas la épocas (1972) y La nueva novela latinoamericana (1976).
El gobierno mexicano reconoció su destacada trayectoria al concederle en 1985 la orden del Águila Azteca, la máxima condecoración que otorga a un ciudadano extranjero.
Al presentar en esta capital, hace 12 años, su volumen de memorias Un camino tan largo como la vida (2000), la doctora en letras confió a La Jornada lo que significaba México para ella: Todo
, respondió.