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Disquero
El nuevo disco del Kronos Quartet
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Vladimir Martynov
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Jeanne Jeanrenaud regresa momentáneamente al Kronos Quartet para interpretar Schubert-Quintet
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Periódico La Jornada
Sábado 31 de marzo de 2012, p. a16

Cuando termina el disco queda en la mente, durante horas, una célula motívica, una melodía de encantamiento (haunting melody, la llaman los sicólogos), un aroma sonoro que no cesa.

¿Quién dijera que una frase de Gustav Mahler se iba a convertir en haunting melody?

De hecho, ya que las casualidades no existen, sino las causalidades, la Sinfonía Resurrección del compositor austriaco nació de una haunting melody: un himno fúnebre sonó en su mente días y días hasta que acudió en pos de ayuda con Sigmund Freud, quien lo remitió –debido a lo apretado de su agenda– con su alumno Theodor Reik, quien diagnósticó neurosis obsesiva a Mahler, no lo curó pero sí escribió una deliciosa novela, titulada precisamente The Haunting Melody.

Una haunting melody es una tonadita pegajosa que entra en la cabeza y no sale ni con chochos. Ignoramos, la mayoría de las veces, la procedencia de esa melodía. Se clava cada vez más y llega a taladrar incluso.

El tema mahleriano que suena al final del disco que hoy nos ocupa no es cualquiera: es el himno final de su Canción de la Tierra. El título de ese pasaje, Abschied (despedida, en alemán) ha creado leyendas urbanas en cuanto se dice con insistencia que es la despedida de la vida que hizo Mahler, con esa partitura.

Pamplinas, dijo ya Henri-Louis de La Grange, quien es la máxima autoridad musicológica en el tema Mahler. ¿Cómo se iba a despedir de la vida un hombre lleno de proyectos? Y demostró con documentos el aserto.

Lo cierto es que el tema de la muerte obsesionaba a Mahler.

El compositor ruso Vladimir Martynov, hijo de un musicólogo connotado, escribió Der Abschied, en ocasión de la muerte de su padre y para ello tomó el tema mahleriano referido.

El tratamiento consistió en emparentar la respiración del moribundo con el fraseo de ese tema mahleriano, además de un uso personal de las ideas de los minimalistas principales (Steve Reich, Philip Glass y La Monte Young) con la intención de lograr efectos místicos, hipnóticos, aún más espirituales que los ya impresos, y ciertamente insuperables, sellados por Gustav Mahler en su obra.

Ciertamente, cuando el tema es abordado por la viola, en el Cuarteto de Cuerdas que escribió Vladimir Martynov, lo que suena cala hondo, nos sumerge en las profundidades de una melodía de encantamiento.

Der Abschied es la tercera de las obras que conforman el nuevo disco del Kronos Quartet, esa institución musical fundada hace 38 años y que desde entonces ha dado a conocer al mundo nuevas expresiones artísticas. Rompió los esquemas prexistentes y creó una nueva mística para el formato cuarteto de cuerdas.

Es de esa manera que hemos conocido obras escritas para el Kronos Quartet por Terry Riley (ese otro gran minimalista), Alfred Schnittke y una pléyade de gigantes, entemezcladas esas obras que conforman el repertorio del Kronos con otras no necesariamente de colosos.

En su nueva grabación, el Kronos Quartet nos presenta la obra de este joven ruso, Vladimir Martynov: la ya mencionada Der Abschied; además, la que abre el disco: The Beatitudes y un interesante ejercicio de pasticcio: Schubert-Quintet (Unfinisched), que toma una muestra del Cuarteto en Do de Schubert para elaborar su propio universo minimalista.

No es tan evidente en esa segunda obra, a partir de Schubert, como sí lo es en la que toma a Mahler como modelo, el viejo dilema de la cita textual que llega a tal punto que el concepto de autoría borra sus fronteras: escuchamos por momentos, tal cual, una obra de Mahler, aunque el desarrollo integral nos ofrece una obra diferente.

Fascinante, en cualquier caso, este ejemplo de música nueva a partir de modelos establecidos.

Larga vida, entonces, a esos muchachos de mente abierta, los integrantes del Kronos Quartet.

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