París, 18 de marzo. Siete de la mañana del domingo en el andén de la estación de Burdeos. Un tren especial está por salir. No son peregrinos camino a Lourdes. Suben, alegres y animados, jóvenes, jubilados, hombres y mujeres llevando banderas rojas y carteles en los que se lee que van a París a (re)tomar la Bastilla. 60 euros el viaje redondo.

En el otro andén, el tren de las ocho se está llenando también, algo poco usual a esas horas del domingo, con maestros, jóvenes desempleados, ferrocarrileros, electricistas, estudiantes...

11 horas en la estación Montparnasse en París:

Miles de viajeros llegan en trenes y autobuses de diferentes provincias para acudir a la cita propuesta por Jean-Luc Mélenchon, candidato del Frente de Izquierda a la presidencia de la República. Van a llenar la simbólica plaza de la Bastilla, en el centro de la capital francesa, el día del 140 aniversario de la Comuna de París. Setenta, ochenta mil personas, más quizá, reunidas en una insurrección cívica para rechazar no sólo las políticas neoliberales, sino también la arbitrariedad, el autoritarismo, el racismo, y afirmar su voluntad de crear un país solidario con una nueva república, la Sexta República, social, laica y ecologista.

Dentro de 35 días, los franceses acudirán a las urnas para elegir al presidente que conducirá al país durante los próximos cinco años. Este lunes se dará a conocer la lista oficial de los candidatos que se someterán al voto popular el 22 de abril. El 6 de mayo, en caso de no reunir ninguno la mayoría absoluta, los dos candidatos ubicados en el primer y segundo lugares competirán, en una segunda vuelta, por la silla presidencial. El vencedor tomará posesión el día 15 del mismo mes.

Serán diez los candidatos: Nicolas Sarkozy, el actual presidente, decidido a relegirse; Francois Hollande, candidato del Partido Socialista; Francois Bayrou del Modem (centro derecha); Eva Joly, de Europe Ecologie; Marine Le Pen del Frente Nacional (ultraderecha); Nathalie Arthaud (Lutte Ouvrière, trotskista), Philippe Poutou, del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA); Nicolas Dupont-Aignan (derecha); Jacques Cheminade (conservador), y Jean-Luc Mélenchon, candidato del Frente de Izquierda (conjunto formado del Partido de Izquierda, del Partido Comunista francés y de disidentes del trotskismo y de ex miembros del PCF, entre otros).

Hoy día los sondeos dan, empatados en la primera vuelta, a Nicolas Sarkozy y Francois Hollande. Este último ganaría en la segunda vuelta con amplio margen. Marine Le Pen no progresa, pero se mantiene en un alto 17 por ciento, y Francois Bayrou en 13 por ciento. La gran sorpresa de los últimos días ha sido el fuerte avance de Jean-Luc Mélenchon que, partiendo de 5 por ciento, alcanza hoy más de 11 por ciento. Los otros candidatos están entre 0.2 y 2 por ciento.

El estilo Mélenchon ha disgustado e irritado a más de uno en los primeros meses de la pre campaña. Pero su primera aparición en la televisión; su programa, su cultura e incluso su humor mordaz han logrado progresivamente convencer a muchos huérfanos de una izquierda verdadera. Ha tomado en cuenta los movimientos alternativos que se han manifestado a lo largo de los últimos 20 años, así como los cambios que se han ido dando en América Latina. Y hoy, en la plaza de la Bastilla, no ha dudado en afirmar que cuando un gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es, para el pueblo, el deber más sagrado.

Cuando el tema de la migración extranjera es uno de los más candentes de la campaña electoral, afirma: todos los que nacen en tierra francesa serán franceses. Cuando la derecha discute el derecho al aborto de las mujeres y prohíbe el matrimonio homosexual, insiste en que el derecho al aborto estará en la Constitución y permitiremos el matrimonio a todos.

La campaña oficial arrancará el 9 de abril. La derecha espera que Jean-Luc Mélenchon desestabilice a Francois Hollande quitándole apoyos y votos, y facilite así la relección de Nicolas Sarkozy. El Frente de Izquierda busca más bien convencer a los abstencionistas decepcionados de la política y, en todo caso, quiere jugar un papel en una segunda vuelta reñida, presionando a Francois Hollande para que no se olvide de sus promesas de campaña, tal como lo hizo Francois Mitterrand en 1983.