a desigualdad por condiciones de género es tema de reflexión. El envejecimiento femenino merece especial análisis por sus profundas repercusiones: la edad multiplica la discriminación en la mujer. La vejez y su multidiscriminación son un asunto poco frecuente en la agenda feminista y de adultos mayores.
Profundizar sobre el carácter multidimensional de la vulnerabilidad de la mujer mayor requiere tomar en cuenta las transformaciones que vive en sus distintas etapas, los vínculos afectivos y las funciones que culturalmente sustentan el valor personal y social de la mujer: madre protectora y complaciente sexual.
Evidenciar la honda influencia cultural en el entramado de vulnerabilidad de la mujer mayor, sus causas sicosociales, la repercusión en sus relaciones cercanas de vida, y fortalecer sus herramientas personales y comunitarias son importantes para prevenir la violencia, combatiéndola integralmente y favorecer la armonía.
La frecuencia del abuso, aceptado y acallado por partir de los vínculos más amados de la mujer, lo convierte en asunto de derechos humanos; la relevancia poblacional lo transforma en cuestión de política pública.
La vejez es palabra temida por el hombre y la mujer, aunque éstas la viven diferente.
La mujer teme perder la juventud y el atractivo, rechaza su edad autonegándose. Jean Franco ubica en el hombre la medida de la vejez, urge a perder la vergüenza de serlo y convoca al pensamiento político de la vejez.
Como mujer que honro mis 66 años, me rebelo ante esta devaluación personal y social; reivindico la vejez como etapa de oportunidad para vivir, remodelar y gozar nuestras relaciones afectivas. Llamo a aceptarnos como mujeres en envejecimiento desde lo privado, lo público y lo político, exigiendo derechos plenos y disfrutando esta etapa.
Como sicóloga feminista, reivindico nuestro derecho a ser felices, encontrando las barreras que nos obstruyen en el diario vivir y fortaleciendo herramientas para superarlas.
Generalmente, la mujer ha restringido su campo social a lo privado y se valora según desempeña sus roles tradicionales de agradar y proteger a los seres cercanos. A ellos consagra gran parte de la vida, postergando sus metas. Con los años, ellos forman otro núcleo, nuestro cuerpo cambia… Ya no somos necesitadas. El temor a la soledad amenaza; a éste se suman sentimientos como la culpa y el miedo al desprestigio, a la muerte, al maltrato… aumenta la fragilidad.
La influencia cultural suele confundir amor con sumisión, convirtiendo esa fuerza liberadora en atadura que encubre el abuso y calla la denuncia. Vigorizar fuerzas personales y sociales es necesario para remodelar las relaciones con amor liberador.
La experiencia documenta la frecuencia y diversidad de formas de abuso. Las líneas de riesgo compartidas son claras: exigencia de servicio por parte de hijo/as, conyuges y familias; desplazamiento de sus espacios vitales de decisión, apropiación de su casa y recursos; insultos, aislamiento, menosprecio, abandono. Los excesos de las nueras, asumir como obligación propia el cuidado de nietos y sufrir situaciones de hijo/as sin posibilidad de intervenir; heredar responsabilidades de cuidar a la familia anterior… por enfermedad o deceso de la madre. A estos maltratos se suma, si está, el jefe de familia
. Todo ello impide su autodeterminación.
Recuerdo algunas expresiones:
–“…Al morir mi madre, mi papá me pidió regresar a ‘hacer casa’ para él y mis hermanos, dejé vida y trabajo estable para cuidarlos…”
–Mi hija y nieto me gritan que les sirva rápido de comer. Él también, sólo descansa, recibe pensión.
–“…Ya no mando ni en mi cocina, mi nuera me quitó hasta mi tele…”
–Me duele ver a mi hijo por el camino equivocado.
–“No me llaman siquiera…”
El maltrato es acallado por amor maternal
. La mujer lo considera natural por cuestión de género, destino divino
, necesidad de agradar a quienes ama, miedo al enojo, mayor soledad y violencia, críticas, etcétera. Otras áreas de debilidad son la pérdida de seres queridos, angustia por salud, seguridad o economía.
Reivindicando nuestro deseo y derecho a la felicidad, surgen herramientas como romper el silencio, poner límites, decir que no, fijar nuevas metas, compartir, decidirse, atreverse, requerir el tiempo propio y la pertenencia al grupo, etcétera.
La Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer, en su recomendación 27, protege los derechos humanos de las mujeres de edad con visión multidimensional.
Nuestro reto es: feminizar la vejez, resignificarla en nuestras relaciones, disfrutarla creativamente. ¡Juntas hay que vivir nuestros derechos plenos!
* Sicóloga