Astrid Hadad exhibe parte del vestuario que ha usado desde 1988
Con mis vestidos transformo los elementos de la cultura popular
Por mi espíritu hablarán mis trajes se presenta en el Museo del Chopo
Sábado 17 de marzo de 2012, p. 9
Astrid Hadad, Reina del Heavy Nopal, Uyuyuy del Cabaret y otros sobrenombres sublimes, inauguró el miércoles pasado la primera exposición oficial de una selección de los trajes que ha creado a lo largo de su vida profesional, algunos con el apoyo de artistas de diversas disciplinas, lo cual da a los vestidos y tocados un valor único.
La muestra se encuentra en el Museo Universitario del Chopo de la Universidad Nacional Autónoma de México, lo cual es especial para Astrid, porque con su calidad museográfica ha logrado resaltar los vestidos y sus luces, sus corazones con ojos locos, que ponen el acento en una mexicanidad sincrética, abstracta, con chaquira y listón, cercana al colorido de una fiesta de pueblo. Soy posmoderna
, aclara Astrid.
Hoy vi los trajes ya en exhibición y estoy muy orgullosa.
La exposición se llama Por mi espíritu hablarán mis trajes, forma muy graciosa de retomar el lema de José Vasconcelos.
Se muestran tan sólo 20 trajes de los 150 que comprenden la colección. Fue difícil hacer la selección; dimos prioridad a las épocas a las que pertenecen, para dar un panorama general. Están los más representativos y los más usados. Otro criterio fue el amor, quiero más a algunos por diversas razones
.
En las oficinas de Astrid, en la colonia Roma, además de trajes colgados en rieles, hay zapatos, bisutería, pañoletas y todo lo que demanda la inventiva y la inquietud estética de la actriz.
Hay trajes que se han destruido o se han transformado. Hace un año hicimos una evaluación sobre el estado de los vestidos, para hacer un catálogo. En resumen, fueron 150
. Destacó el vestido de la Virgen de Guadalupe con alcatraces, “del cual primero hice la falda, luego el corset y los alcatraces. Eso fue a principios de los años 90. Hay trajes como el de Bubalú, que data de cuando hice la función de Lucha Reyes, en 1988. Al principio ni sabía cómo hacerlo, pero un día iba caminando con Darío T Pie por las calles del Centro y vi un mantel. Inmediatamente supe que eso era lo que quería. Resultó un traje muy gracioso, con un abrigo que compramos en la Lagunilla, como de tigre, y que aún subsiste. Hice el tocado con mis manos: yo le puse las piñas. Se trataba de que este traje refiriera la ocasión en la cual Lucha Reyes estuvo en Alemania. La miraban como una exótica y yo no me quise poner de ranchera. Me puse de exótica, además de que en ese entonces ya traía todo el rollo de las rumberas del cine mexicano. Metí una cosa que no tenía nada que ver con Lucha: un traje de rumbera.
“Algunos trajes tienen nombre, como Corazón sangrante, de cuando me invitaron a Boston a una exposición que llevaba ese título. Me basé en una frase de Moctezuma para componer la canción.
“La Coatlicue es otro traje, de 1994, que refiere cuando estaba muy clavada con todo lo prehispánico: es una Coatlicue muy posmoderna. En ese entonces se trabajaba mucho con hule espuma. Fui con una especialista, quien hizo las manos, los corazones y todo. Ese traje se ha rehecho muchas veces.
“El traje de los corazones con ojos es de cuando hice mi espectáculo Pecadoras, donde le rendí homenaje a María Magdalena. Quería que se prendieran los corazones con los ojos y que echaran agua. Me compraron una bomba, de esas que usan en las fuentes, pero casi me electrocuto. Nunca funcionó con agua, aunque sí hay fuego arriba. Es un traje que me trae muy buenos recuerdos; en San Francisco se usó durante seis meses para una exposición.”
Producto de su sola imaginación
Los vestidos sólo están en proceso en el cerebro de Astrid, por eso sólo ella sabe lo que quiere. Las telas siempre tienen que reflejar la luz, porque todos están pensados no para un desfile de modas sino para un escenario. El material debe ser preciso y los colores exactos para lo que pienso. A veces me equivoco, pero tengo mucha paciencia y vuelvo a iniciar
.
Le han querido comprar algunos trajes, pero ella nunca lo había considerado. “De hecho, en un cambio de casa tiré varias cosas, porque me estorbaban. Tomé conciencia porque alguien me lo hizo ver, y en Estados Unidos se hicieron estudios sobre mis trajes. Hasta entonces me di cuenta de que era un trabajo de artista. Al principio no lo veía así, sino tan sólo como una necesidad para el escenario. No he vendido ninguno, pero sí he donado para subastas. Más que por el material, hay trajes que valen por las horas de trabajo que requirieron para hacerlos. El traje de Frida Kahlo, el del venadito, tiene el aporte de un pintor. Eso es arte y no tiene precio para mí. El traje de Kali es un collage invaluable. Viniendo de mí, creo que los trajes son un aporte a la cultura popular, puesto que he transformado los elementos populares. No he copiado a nadie ni me he basado en modas. Hay trajes cuya idea ha nacido sin saber de dónde. El uso del color no es kitch. Mis ideas narran el pasado”, aclara.
Mención aparte son los escotes: “Crecí viendo cine de rumberas. Tenían algo en el escenario que remite al cabaret y, por tanto, no me voy a presentar vestida como monja. Esto de los corsets es absolutamente necesario, como expresión. Es sensual y cuando uno está en el escenario tiene que seducir, con la voz, con el cuerpo y con lo que lleva uno puesto, con el movimiento. Los corsets tienen que ver con la seducción.
El maquillaje es otra cosa fundamental y me fascina. Cuando estudié arte estaba muy clavada con el expresionismo alemán.
Por mi espíritu hablarán mis trajes abarca un periplo que comenzó en 1988, cuando presentó su espectáculo sobre Lucha Reyes.
En el escenario los cambios de ropa son extenuantes: en algunos espectáculos se ha cambiado hasta 13 veces. Es más cansado que cantar. Me divierto, pero alrededor hay trabajo. Ya tengo algunas ideas para hacer algo nuevo, y nuevos trajes, pero de eso después hablaremos
.
Por mi espíritu hablarán mis trajes permanecerá hasta junio.