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Empresarios sinaloenses:
Lourdes Edith Rudiño Como todo en la vida, las cosas malas tienen su contraparte. Existen productores agropecuarios que han asumido con responsabilidad un comportamiento humano con sus trabajadores jornaleros. Exigencias de los mercados –que inciden sobre las empresas del campo por medio de certificaciones que vigilan las materias laboral y ecológica– influyen definitivamente en decisiones relativas a horarios de trabajo, presencia infantil en los campos, condiciones de los asentamientos de los trabajadores y manejo de plaguicidas, entre otras cosas. Pero también una conciencia moral y “el poder dormir en paz” llevan a varios agroempresarios a realizar prácticas laborales adecuadas. En entrevista, Silvia Ildelisa López Ibarra, administradora de De la Costa, SA CV, comenta que esta empresa productora de maíz, ejote y pepino contrata unos 500 jornaleros de Guerrero para la cosecha de ejote, de octubre a abril cada año. La compañía comenzó a construir viviendas para sus trabajadores desde hace casi 18 años y desde entonces el dueño, Juan Habermann, “tuvo la atención de que las viviendas siempre tuvieran piso de cemento, fueran cerradas y que los módulos sanitarios estuvieran tal como debe ser, con regaderas y baños”. El albergue inició con galeras con cuartos para dormir y áreas de baños y cocinas comunitarios. Ha venido mejorando y cuenta ya con 38 casitas que adentro tienen cocineta, recámaras con literas y sanitarios. “Les ofrecemos viviendas dignas cuando llegan, con energía eléctrica, agua potable, estufa de gas, ventanas…”. “No sé cómo trabajen los demás (empresarios), pero aquí hacemos un trabajo en conjunto con los gobiernos estatal y federal. Pues al tener albergue guardería infantil y primaria, la Secretaría de Educación Pública trabaja con nosotros; la Secretaría de Salud vacuna a todos los niños; tenemos una clínica que da atención de primer nivel y todos los trabajadores tienen Seguro Social, y tenemos un carro para que, ante cualquier urgencia médica, traslade a los jornaleros al hospital a cualquier hora del día”. Desde hace 12 años, comenta, la empresa ha avanzado en “sacar a los niños del campo” y desde 2010 cuenta con la certificación de la Secretaría del Trabajo, de “empresa agrícola libre de trabajo infantil”. Los jornaleros llegan en familia, pero saben que los menores no podrán trabajar –hay la posibilidad de que lo hagan sólo los de 14 a 18 años de edad, pero con jornadas de seis horas diarias con una intermedia de descanso y con autorización expresa de los padres–. Lo que hace la empresa es inducir que los chicos asistan a la escuela, y por cada niño que atiende las clases “le damos una despensa a la familia”. Además a los niños la compañía les da el desayuno y la comida más dos colaciones, y tiene transporte para conducir a los que van a la secundaria, fuera del albergue. Les paga también los útiles que se requieren para el estudio. “Su única obligación es estudiar (…) y vemos que han aumentado los niños. Hace seis años había como 80 y ahorita son 1 20 o 130. Y es muy bonito ver su alegría, por ejemplo cuando les llevan la comida”. El albergue tiene para ellos canchas de basquetbol y fútbol y un jardín con juegos infantiles. Silvia señala que los jornaleros –que son en su mayoría los mismos año con año, vienen de Santa Catarina e Ixtla, Guerrero, aunque este año llegaron también de Acapulco– llegan a Sinaloa conducidos por 13 “responsables de grupo”, con quienes trabaja la empresa desde hace más de siete años. “Aclaro: como empresa asumimos la responsabilidad de todos los trabajadores que vienen con nosotros. Enviamos un camión en buenas condiciones y con baño, que cuente con seguro de transporte y seguro de traslado de las personas, y vigilamos que les den los tres alimentos al día durante el traslado. Nunca hemos tenido algún accidente, pero si ocurriera, tenemos los seguros”. Otro factor que muestra el interés de esta empresa por sus jornaleros es la decisión de contar con un “aula inteligente” para apoyar a los niños menores 13 años a que concluyan su primaria, y también el hecho de que se coordinan con autoridades escolares de Guerrero para que la educación que reciben en Sinaloa pueda tener secuencia y reconocimiento en los lugares de origen de los trabajadores. Asimismo, la empresa realiza el pago semanal a los jornaleros por medio de depósitos bancarios –y ellos acuden cada fin de semana a un pueblo cercano a realizar sus compras; no hay tienda dentro del albergue– y les da la prestación de vacaciones y aguinaldo al final de cada temporada de cosecha, así como el pago del transporte para el regreso a sus lugares de origen. La compañía exporta ejotes y pepinos, sobre todo a Estados Unidos, pero cuenta con la certificación GSF que otorga la Unión Europea, la cual es muy exigente en los temas de medio ambiente y de jornaleros –implica entre otras cosas un manejo muy cuidadoso de los plaguicidas y con los horarios de trabajo y los salarios–. La entrevistada comenta que con esta certificación la empresa está lista para vender a Europa y en general a cualquier mercado. Pero en realidad lo que logra la compañía y quienes allí trabajan al dar un trato digno a los jornaleros “es dormir bien”.
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