entro de los encuentros destinados a analizar los diversos ámbitos de la acción gubernativa y a formular propuestas que informen la gestión de un gobierno progresista en el sexenio próximo a iniciarse –de los que ha dado noticia puntual La Jornada–, me correspondió coordinar el referido a política exterior y acción internacional
, este 5 de marzo. Conté con la colaboración de un destacado grupo de especialistas y un público participativo, por lo que se produjo una conversación ilustrada alrededor de media docena de tópicos seleccionados. En los 200 minutos del encuentro no se cubrió, ni mucho menos, la totalidad de las cuestiones importantes en ese vasto campo. No era tal la intención. Se trató más bien de enfocar unos cuantos, examinarlos con mirada crítica y desprender elementos para elaborar propuestas de política y de acción gubernamental.
En primer término, suscitó enorme interés el asunto de las comunidades mexicanas en el exterior, concentradas, como se sabe, en Estados Unidos. Se partió de la idea de ir más allá del concepto de protección individualizada, hasta ahora dominante, complementado, en forma más incidental que sistemática, por algunos programas de información y actos culturales. Se propuso adoptar, más bien, un enfoque de atención integral
que fuese el eje de la política hacia esas comunidades. La red diplomática y consular ofrece la infraestructura física e institucional. Sus oficinas tendrían como función básica la ejecución de las acciones que ese concepto engloba. Para ello, estarían dotadas de recursos humanos calificados y fondos financieros bastantes.
Entre otros aspectos, la atención integral comprendería la asistencia y asesoría jurídica en cuestiones laborales, acceso a servicios sociales, derecho familiar y regularización migratoria; la comunicación educativa y cultural con los compatriotas emigrados y sus agrupaciones, a través de materiales impresos y en red, libros de texto, difusión por Internet de actos culturales: exposiciones, recitales, conferencias, etcétera; el manejo de situaciones de emergencia, en caso de accidentes y acontecimientos catastróficos; la atención a eventuales situaciones extremas, como las redadas con fines de deportación masiva, llevadas adelante sin atención al debido proceso, y el apoyo a prisioneros, sobre todo en caso de condenas extremas y cuando los inculpados no hayan tenido acceso a la protección consular.
Se superaría así una situación que –en palabras del ponente, don José Jacques Medina– se caracteriza por el escaso reconocimiento, si es que no el abierto rechazo, a las actividades voluntarias de defensa y gestoría surgidas de los propios movimientos de la comunidad
. Hasta ahora, la acción oficial ha dado la espalda a esas comunidades y a sus líderes. Un gobierno progresista debería escucharlas, impulsar sus actos mutualistas y solidarios, guiarse por sus percepciones, reconocer el rol central que les compete en la definición e instrumentación del concepto de atención integral que se propone.
En otro momento del encuentro se abordó el tema complejo de la relación de México con la región a la que pertenece: América Latina y las Antillas. Para emprender el debate se propuso la noción de que es necesario volver la cara hacia ella, pues decenios de concentración obsesiva en Norteamérica han desdibujado la fisonomía latinoamericana de México.
Se plantearon dos ejes de acercamiento y rencuentro: Centroamérica y los países del Caribe conforman el primer espacio para la cooperación externa de México. Ésta –ejercida más mediante el comercio, la inversión y la asistencia técnica que la ayuda financiera– serviría también al interés propio, más allá de todo resabio paternalista. Sería oportuno plantear, con apertura y franqueza, la conveniencia y pertinencia de un nuevo arreglo subregional, fincado en la cooperación de provecho mutuo y orientado al desarrollo.
Por otra parte, conviene consolidar las relaciones bilaterales prioritarias en nuestra región, fincándolas en la base de importantes intereses comunes que cubran desde proyectos bilaterales hasta empeños compartidos en los organismos globales. Con la mayoría de los países sudamericanos pueden acordarse agendas amplias de cooperación bilateral, que incluyan pero no se limiten al comercio, y atiendan, con igual énfasis, la cultura y la comunicación.
Así lo planteó Ricardo Valero, quien destacó la complementariedad de las vías bilaterales y multilaterales en la relación con nuestra región y la conveniencia de que una parte significativa de los recursos y programas destinados a políticas culturales se dirijan a ella.
La última de las cuestiones discutidas fue la relativa a las opciones de cooperación internacional –bilateral, regional y multilateral– que ofrecen la transición energética y el cuidado del ambiente. Se señaló que en el entorno global que se configure después de la crisis, puede surgir la oportunidad para una amplia negociación multilateral sobre energía y ambiente. Aludiría a la gestión de la transición progresiva de las energías fósiles hacia las limpias, con emisiones de carbono reducidas o nulas. Son evidentes las ventajas de una transición organizada y convenida, ante las incertidumbres y riesgos de dejarla librada a la operación de mercados claramente imperfectos y sujetos a manipulaciones.
En el presente decenio uno de los grandes retos de la comunidad internacional sigue siendo acordar el remplazo del Protocolo de Kyoto –relativo a frenar el calentamiento global– por un instrumento efectivo de seguimiento universal. Debe resistirse el intento de extraer esta negociación del contexto de la ONU para conducirla en grupos ad hoc integrados por los países con mayores emisiones.
El ponente de este tema, Ramón Carlos Torres, hizo notar que el desarrollo de equipos y tecnologías para la generación de energías limpias y los trabajos asociados a restauración y protección ambientales son ámbitos promisorios para la cooperación internacional, cuando menos en este y el próximo decenios. Muy diversas naciones, Brasil, China y Estados Unidos entre ellas, canalizan recursos importantes a las innovaciones técnicas, con lo que se abren opciones de cooperación industrial, tecnológica y comercial en el diseño, construcción y comercialización de equipos y la provisión de servicios técnicos energéticos y ambientales. Convendría que México procurase asociarse a algunos de estos esfuerzos en aquellos campos, como la energía eólica y geotérmica, para los que cuenta con condiciones naturales favorables.
A lo largo del encuentro se subrayó con insistencia que, en este y los demás ámbitos, la restauración de la dinámica del crecimiento económico mexicano es un prerrequisito indispensable para una buena actuación más allá de las fronteras.
Me he limitado a reseñar sólo tres de los tópicos examinados en el encuentro del 5 de marzo. Opté por ofrecer una versión relativamente detallada de la forma en que fueron considerados y de algunas de las propuestas que se discutieron, más que examinarlos todos a vuelo de pájaro. Quizá más adelante halle oportunidad de referirme a los demás.