e resulta muy interesante que algunos críticos contemporáneos, como Michael Hardt y Tony Negri, señalen que en las actuales circunstancias la búsqueda de un profundo cambio político podría ser remplazado por un proyecto del amor
. Como académicos seculares, ellos no tienen prurito en retomar conceptos del propio Francisco de Asís, quien identificara la riqueza verdadera con el sentido común de colectividad (M. Hardt and A. Negri, Empire, Cambridge MA, 2000). Jürgen Habermas, por su parte, en los diálogos que sostuvo con Ratzinger en 2004, reconoce la historia de la teología cristiana como genealogía del derecho a la igualdad, a la dignidad y a la idea de solidaridad. Y aunque se afirma personalmente poco musical con la religión, señala que conceptos bíblicos como ama a tu próximo como a ti mismo
y el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios
son apropiaciones de la filosofía que actualmente se han hecho independientes de las verdades reveladas y que abrieron su contenido tanto a gente de otros credos como a los no creyentes. Sin embargo, en esa misma publicación, Habermas señala que el balance logrado en la modernidad entre los tres grandes medios de integración social está en peligro –se refiere a la libertad, la dignidad y la solidaridad–, en virtud de que mercados y gobiernos excluyen a la solidaridad social de cada vez más ámbitos de la vida (J. Habermas y J. Ratzinger, Entre razón y religión: dialéctica de la secularización, FCE, 2008).
Hay que reconocer que en México, a todos nos resultó sorpresivo que Andrés Manuel López Obrador colocara al centro de su discurso político el amor al prójimo y a la colectividad. Para mi gusto, ese llamado es una toma de conciencia sobre la necesidad de recuperar la ética en la política, porque urge traer ideas creativas al pensamiento de izquierda y encontrar nuevos caminos fraternales para poder superar la gravísima situación de corrupción, violencia y deterioro que nos rodea. Me queda claro que no todo lo nuevo es necesariamente bueno, pero combinar esta fórmula ética con las propuestas reformistas y poco radicales que contempla el nuevo plan de nación me resulta alentador y, sobre todo, realista.
Aunque el amor siga siendo un enigma, ese primer vínculo de interacción humana que precede a todos los demás, antes que la identidad sexual o la lúdica, el amor y sus representaciones son punto de partida para generar socialización. Dentro del feminismo reconocemos que lo personal es político, y que hay que recuperar el afecto en las relaciones personales, laborales y políticas. Por eso la derecha no puede representarnos. Los políticos conservadores se han apropiado del concepto del amor sin poder llevarlo más allá de los vínculos familiares. Formados en el Opus Dei, Josefina Vázquez Mota y Enrique Peña Nieto reproducen la estrecha visión premoderna del concepto cristiano; ellos no pueden extender el afecto más allá del ámbito privado porque olvidan que cada familia es parte de un conjunto social muy desigual y porque la solidaridad no puede ser usurpada por la economía neoliberal ni puede articularse con políticas excluyentes.
Ayer, que fue Día Internacional de la Mujer, mujeres progresistas y de la sociedad civil invitamos a firmar el Pacto por la Igualdad a Andrés López Obrador y a Miguel Ángel Mancera. Como ellos, pensamos que la actual coyuntura electoral es una gran oportunidad para dar un nuevo rumbo a la nación y que la desigualdad de género se ha profundizado por el agotamiento del modelo económico y por los gobiernos omisos. Expresamos que ese cambio verdadero debe articular de manera central la lucha contra la desigualdad de género, porque ignorar esta perspectiva es reproducir una forma de desigualdad y renunciar al derecho a la felicidad que tiene toda la población. En los medios de comunicación y en la escuela habría que fortalecer los valores democrático, la libertad e igualdad en las niñas y los niños, así como el amor y solidaridad en la pareja, en la vida familiar y comunitaria, en la vida laboral e institucional. Se trata de un cambio cultural que exige fortalecer el Estado laico para evitar la influencia política y el desprecio a lo femenino que difunden los jerarcas eclesiales. Además es necesario trastocar, a mediano plazo, las imposiciones sobre lo femenino y lo masculino, desmontar los patrones de subordinación en la escuela, cambiar la verticalidad en las relaciones laborales y en las instituciones del Estado.
Mujeres representantes de diferentes sectores dirigieron sus propuestas a los dos invitados especiales. Por las niñas habló Regina Cabrera, de11 años de edad; Juanita Mercado por la Red Nacional Católica de Jóvenes por el Derecho a Decidir; Rosaura Ruiz, académica de la UNAM; la defensora de los derechos humanos de Chihuahua Isabel Encerrado; de los derechos laborales hablaron Cecilia Figueroa, del SME, y Karen Gallardo, mujer piloto de Mexicana de Aviación, además de la escritora y periodista Guadalupe Loaeza, y por los pueblos originarios habló la líder indígena Martha Sánchez.
Antes de que la luna llena saliera a regalarnos una espléndida noche, Jesusa Rodríguez y Liliana Felipe estrenaron en el evento la canción de las Mujeres amorosas: A nosotras las mujeres/ nos atrae la luna tierna/ pero la luna maciza/ nos agita la marea
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