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Construyen casas para los más necesitados; estamos enamorados de esta actividad, dicen

Más de 25 mil empleados petroleros en Venezuela realizan trabajo voluntario

Obreros organizados consideran esta labor como herramienta en la construcción del socialismo

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Mural en CaracasFoto Ap
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Periódico La Jornada
Jueves 1º de marzo de 2012, p. 27

Maracaibo, 29 de febrero. Dos barcos multifuncionales surcan las aguas del lago Maracaibo. Los trabajadores petroleros los recibieron deteriorados y maltrechos, los repararon y les dieron nuevo nombre. Fueron rebautizados como Granma, en honor al buque que trasladó a Fidel Castro y sus compañeros a su cita con la historia, y Cinco Héroes, en homenaje de los cubanos prisioneros en Estados Unidos por luchar contra el terrorismo dentro del imperio.

Pero el espíritu del Che y la revolución cubana está presente en acciones que van más allá del nombre de los botes. Quienes manejan esos barcos son integrantes de un colectivo obrero del estado de Zulia que, en su tiempo libre, realizan trabajo voluntario construyendo casas para quienes viven en condiciones de extrema pobreza. Forman la Brigada Socialista de Trabajo Voluntario Che Guevara, un grupo integrado por unos mil trabajadores petroleros.

Según Ricardo Coronado, director Ejecutivo de PDVSA Socialista Occidente, la empresa estatal productora de petróleo, hay en Venezuela 12 mil trabajadores voluntarios en el occidente del país y más de 25 mil al nivel nacional. La brigada forma parte de ese gran movimiento que considera el trabajo voluntario como una herramienta en la construcción del socialismo, con el que se irradia una nueva ética.

Argenis Mendoza es el dirigente de la brigada. Tiene 47 años y 28 de servicio en PDVSA. Su clasificación laboral es de capataz. Recientemente fue nombrado director laboral de operaciones acuáticas. Es, además, pastor de la influyente iglesia evangélica Luz del Mundo.

Durante la huelga patronal de 2003, que siguió al golpe de Estado de 2002 y que buscó sabotear la producción petrolera del país, Argenis encabezó a sus compañeros de talleres centrales para restablecer la producción del oro negro en el lago Maracaibo y reparar lanchas y remolcadores.

Fundador del sindicato bolivariano de trabajadores de la industria petrolera y petroquímica (Sibotippecol) nacido en 2003, Argenis es, también, uno de los líderes de la Federación Unitaria de Trabajadores del Petróleo de Venezuela (FUTPV). Él se concibe como un luchador antimperialista y anticapitalista. Su visión del mundo es una síntesis elaborada de evangelismo progresista, socialismo humanista y sindicalismo político.

Durante años disfrutó de los privilegios gozados por los obreros petroleros y dedicó su tiempo libre a jugar pelota (beisbol) y beber cervezas, pero eso cambió hace unos años. Ahora, dedicado a organizar y promover el trabajo voluntario, asegura orgulloso, que éste le da otro sentido al trabajo: lo está liberando. Quien lo realiza tiene sentimientos altruistas, de amor al prójimo, de entrega a la sociedad. No estamos construyendo casas sino conciencia, afirma.

Argenis ejemplifica el resurgimiento de una idea-fuerza abandonada por la izquierda socialista desde hace años: la del proletario convertido en el sujeto que conduce la lucha hacia el socialismo; el renacimiento del mito de que la clase obrera sí va al paraíso.

“Los trabajadores petroleros nos creíamos de otra clase –dice. Pero eso ha cambiado. Nuestro aporte fundamental al proceso de construcción socialista es el trabajo productivo en nuestro tiempo libre. Representa el rayo de fraternidad, solidaridad y justicia social que necesita nuestro pueblo. Nosotros a través del trabajo colectivo voluntario llegaremos a la meta que es ver el rostro feliz de las familias”.

Su camarada Andrid Brito tiene 41 años y es, desde hace 12 años, marinero cocinero en un barco de PDVSA. Allí laboran 48 trabajadores en grupos de 16. De complexión robusta, pelo canoso y bigote, fue amenazado durante el paro petrolero de 2003. Los dueños de las empresas les ofrecieron dinero para poner el barco en aguas internacionales de Colombia. Andrid encabezó a sus compañeros para evitarlo.

Quienes participan en los fines de semana rojos no sólo trabajan con la comunidad. También comparten alimentos y preparan hervidos y comidas. Buscan hacer del trabajo una fiesta.

Andrid insiste en que al construir viviendas para los más necesitados se trata no sólo de sacarlos del rancho en que viven sino también del rancho mental. Se le llama rancho en Venezuela no a los predios rurales privados sino a las habitaciones precarias, construidas con frecuencia con envases de hoja de lata y otros materiales de deshecho. Usualmente, quienes viven en ellas tienes una visión del mundo marginal.

“Estamos enamorados de esta actividad –dice Andrid. Antes, hablar de trabajo voluntario era una utopía, de un sueño. Pero ahora, este sueño ha madurado. Trabajar para nuestros hermanos de clase es maravilloso. Nos hemos encontrado con nosotros mismos. Tenemos la satisfacción del deber cumplido”.

Argenis, Andrid y sus compañeros se visten con monos u overoles rojos, que en Venezuela se llaman bragas, hechos de tela caqui. Antes eran de color azul marino o beige, pero ahora son rojos, el color simbólico de la nueva revolución. PDVSA, se dice, debe ser roja, rojita.

La brigada nació de la organización de círculos de estudio, en la costa oriental de Maracaibo y de allí pasó a la occidental. Se desplegó en tres municipios: Baralt, Cabimas y Lagunillas en el estado Zulia. Fue fundada por un grupo de 50 personas que cooperó económicamente para comprar lo necesario para edificar las viviendas. Ahora, tienen apoyo de la empresa gubernamental. Durante 2011, PDVSA les entregó 400 paquetes de materiales de construcción. Argenis, el promotor de la Brigada, explica que soñó que había que hacer casas. En 2009 levantaron la primera vivienda en Las Morochas, municipio de Lagunillas.

El trabajador Alfonso Orlando asegura: no esperamos nada a cambio. Avanzamos lento pero a a paso de vencedores.

Las sesiones de trabajo voluntario de la brigada comienzan temprano en la mañana con una sesión de estudio de una hora. Allí se lee, analiza y debate, ayudados por la lectura del periódico Un grano de maíz, por escritos del Che Guevara y la Biblia. Después arrancan los trabajos de construcción. Las mujeres participan activamente en el trabajo rudo. Los hombres se dedican, sobre todo, a instalar el cableado eléctrico.

Endimar Leal es un obrero joven que durante muchos años tuvo sólo empleos eventuales y vivió en su rancho. Para él no hay duda de lo que están haciendo. “Hay –dice– calles en Nueva York hechas con nuestra riqueza. Nos explotaban la Schell y todas las otras empresas extranjeras. Sólo los muelles producían más de 700 millones de dólares al año. Antes uno de esos muelles se llamaba Venezuela Drive. Eso cambió cuando se nacionalizaron. Ahora se llama Patria Grande. Y también cambió el destino de la riqueza que producimos con nuestro trabajo. Ahora se queda aquí, en Venezuela, y sirve a nuestros hermanos más necesitados.”

Los integrantes de la brigada son críticos con una política sindical puramente economicista y con una política social que da beneficios sin organizar a la gente, a la que llaman el revindicatismo de solo pedir. Les damos las tres papas –advierte Argenis– pero no los ponemos a trabajar. Hay que ponerlos a trabajar para darles pertenencia y que desarrollen principios y valores. Si no se hace se trasladan los problemas, la drogadicción, la prostitución con ellos. En cambio, si trabajan mejoran su calidad de vida.

El ejemplo ha dado frutos. Judith Huerta, madre soltera de seis hijos beneficiada con una vivienda, dice que estas casas que nos han levantado son la gotita de petróleo que nunca nos había tocado. Según ella, esos trabajadores, que antes laboraban en grandes multinacionales y que estaban separados por muros que ellos mismos construían, ahora vienen a regalarnos su tiempo y sus conocimientos. Son un ejemplo para toda esta comunidad de que se puede trabajar todos juntos para cambiar las cosas.

La brigada estableció 10 líneas generales de acción bajo la forma de los 10 mandamientos. En ellas promueven la preservación de la especie humana, la construcción del socialismo teniendo como epicentro el trabajo voluntario y la defensa de Hugo Chávez. Su línea de acción es la vieja máxima de cada quien según su capacidad y a cada quien según su necesidad.

A pesar de la fuerte carga religiosa que tiene su misión, los brigadistas respetan el libre culto. “Llegamos a Dios –cuenta Argenis– a través de Jesucristo. No necesitamos un cura o un pastor para comunicarnos con él”. Su convicción profunda es que nosotros, trabajadores petroleros no nos podemos liberar si no ayudamos a liberar a toda la sociedad.