ace unos días falleció doña Clementina Díaz y de Ovando, destacada historiadora, pionera en muchos ámbitos. Fue la primera mujer en ser integrante de la Academia Mexicana de Historia y en formar parte de la Junta de Gobierno de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Igualmente fue precursora en ingresar como ayudante de investigador al Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, del que después fue la directora. También fue la primera mujer que recibió el Premio Universidad Nacional. Fue Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y del Consejo de la Crónica de la Ciudad de México.
Autora de innumerables obras, destaca entre otras Invitación al baile 1825-1910, cuyos tres volúmenes se presentaron en el contexto del homenaje por sus 90 años que presidió el rector de la UNAM, a la que dedicó su vida y de la que fue su cronista con obras como El Colegio Mexicano de San Pedro y San Pablo, La Escuela Nacional Preparatoria. Los afanes y los días, La Ciudad Universitaria. Reseña histórica, 1929-1955 y Odontología y publicidad en la prensa mexicana del siglo XIX.
A esta trayectoria académica excepcional que deja una huella imperecedera, se suma el recuerdo del ser humano. Doña Clemen, como le llamaban con cariño, era una mujer de notable inteligencia, fuerte personalidad y con una enorme alegría de vivir que contagiaba a los que la rodeaban.
Con una coquetería decimonónica, siempre estaba impecable, adornada con perlas, prendedor y una flor en el escote de la misma tela de vestido. Los amigos cercanos la vieron bailar y cantar con gracia inigualable, así como declamar a los clásicos con su envidiable memoria.
A raíz del homenaje por sus 90 años y la obra que se presentó sobre los bailes escribimos en estas páginas: “La magna obra es el trabajo más reciente –seguro no será el último– de la acuciosa investigadora que ha pasado su vida en los archivos y hemeroteca, lápiz en mano, sacando de los viejos periódicos las reseñas de distintos aspectos de la vida del siglo XIX. En este trabajo nos describe ‘arte, espectáculo y rito en la sociedad mexicana de 1825 a 1910’, que es la reseña de esa época alrededor de los bailes, evento importantísimo en la vida de las clases pudientes y gobernantes.
“Su lectura, además de interesante es sabrosísima, ya que doña Clemen va intercalando las notas periodísticas con sus comentarios, agudos y chispeantes, fiel reflejo de su notable personalidad, que combina un espíritu y ánimo totalmente jóvenes, con profunda sabiduría y conocimiento. Ha confesado que mientras escribía se tomaba sus pausas para bailar, lo que se capta en el tono festivo que prevalece en el erudito trabajo.”
Para darnos idea de la importancia de la obra, mencionamos que inicia con el primer baile que se celebró en el México independiente, el cual tuvo lugar el 23 de mayo de 1823, en el soberbio palacio que había sido la sede de la abominable inquisición y concluye con el último que se llevó a cabo en 1910, a unos días del derrumbe del régimen porfirista. Así a través de los bailes, la autora nos hace un recorrido por la vida política, económica y social, de la centuria que nos definió como nación independiente.
Para terminar me voy a permitir transcribir algunas líneas de las palabras que dijo Vicente Quirarte en el sepelio, uno de sus discípulos y amigos más cercanos, que nos muestran una faceta poco conocida de doña Clementina: ...nos deja una imborrable y permanente lección de vida, conocimiento y alegría, y por eso su corazón sigue latiendo en el de todos nosotros... no fue de golpe en pecho, pero como pocos practicó las bienaventuranzas, una y otra vez y como si no se notara: ejerció pródigamente la caridad, visitaba al enfermo, apoyaba al desvalido. Hoy todos somos un poco más huérfanos, tanto los de su sangre como su familia del alma. En todos ellos supo sembrar alegría
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Descansa en paz querida Clemen.