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¿Qué tan mexicano es el tequila? Sarah Bowen Tequila, por ser la Denominación de Origen (DO) más antigua fuera de Europa (protegida desde 1974), es considera un modelo por muchos países latinoamericanos que están tratando de establecer o han establecido recientemente sistemas de protección parecidos. Desgraciadamente, la mayoría de los beneficios asociados al impresionante crecimiento del mercado de tequila en los 20 años recientes se han quedado en manos de las grandes trasnacionales de licores y no en los pequeños productores que habitan en el valle de Amatitán-Tequila, el lugar de origen de esta bebida. Conforme los pequeños campesinos y productores de tequila han perdido el control de la industria, se ha incrementado el deterioro ambiental, ha declinado la calidad de la bebida y se han eliminado gradualmente las prácticas tradicionales. Respecto de 1995, la producción de tequila casi se triplicó en 2008, al sumar 312 millones de litros. Desde entonces, cayó a 258 millones en 2010, pero aun así representa un enorme incremento en un comparativo retrospectivo de diez años. La rápida expansión del mercado del tequila se ha dado por un traslado de la propiedad de las principales compañías de tequila hacia conglomerados trasnacionales de licores, a la par de la concentración, industrialización, y estandarización de la producción de tequila. Además, los actores de la cadena no han logrado coordinar con éxito el suministro de agave para satisfacer la demanda para la producción de tequila. La historia de la industria tequilera se caracteriza por ciclos de escasez y excedentes de agave. En 1999, después de la sobreoferta de agave de mediados de los 90s (durante la cual los precios fueron tan bajos que algunos productores dejaron sus plantas pudrir en el campo), una infestación de hongos acumuló sus efectos a los de una helada temprana de 1997 y propició una escasez de materia prima que resultó devastadora para la industria. Entre 1997 y 2000, la población de agave azul en Jalisco disminuyó en 50 por ciento y el precio promedio se elevó de 1.57 pesos por kilogramo en 1998 a 19.08 en 2000. Los agricultores que tenían planta madura se hicieron ricos de la noche a la mañana, pero muchas de las compañías pequeñas fueron sacadas del negocio, al no poder pagar esos precios por el agave. En respuesta al incierto abasto de materia prima, las compañías tequileras empezaron a cultivar su propio agave, comprando tierras o rentando las de los agricultores locales. Las entrevistas que realizamos demuestran que las compañías más grandes ahora satisfacen entre 90 y cien por ciento de sus necesidades a partir de plantaciones en terrenos propios y de acuerdos de arrendamiento que no permiten a los agricultores ningún control sobre el proceso de producción. Es más, al parecer las grandes compañías tequileras han empezado a modificar totalmente el área de producción de agave. Las plantaciones se han expandido hacia nuevas áreas, como el sur de Jalisco, lugares que se encuentran dentro de la región protegida por la DO pero que no tienen una tradición histórica de cultivo de agave azul. Los persistentes ciclos de escasez y excedentes de agave y las cambiantes relaciones de producción amenazan la subsistencia de los campesinos en lugares como el valle de Amatitán-Tequila, la permanencia de prácticas agrícolas tradicionales y el medio ambiente local. Los ingresos asociados con el cultivo de agave son impredecibles y muy variables de un año a otro. Casi 20 por ciento de los hogares de agaveros encuestados en 2006 reportaron ingresos inferiores a cero por esta actividad, durante un período de excedentes. Dado que los ciclos de escasez y abundancia tienden a golpear más fuertemente a los pequeños productores, conducen a mayor diferenciación económica y a la concentración. Es más, los efectos de los ciclos están conformados por la extrema dependencia en la industria del tequila de regiones como el valle Amatitán-Tequila; las fluctuaciones en los precios lastiman no sólo a las familias agricultoras que dependen directamente del cultivo del agave, sino a toda la región de manera más general. Además, conforme las compañías tequileras se vuelven más autosuficientes, los productores locales se ven cada vez más cercanos a ser excluidos totalmente de la cadena de producción. Para muchos de ellos, agaveros de segunda o tercera generación que crecieron cultivando esta planta, la única alternativa es emplearse como jornaleros, con un pago muy bajo y sin oportunidad de opinar sobre el cultivo y cuidado de sus propias tierras. Finalmente, estos cambios en las relaciones de producción también han contribuido a la degradación ambiental en la región de origen del tequila. En respuesta parcial a los requerimientos indicados por las compañías tequileras, las prácticas tradicionales de producción de agave están siendo sustituidas por un sistema más mecanizado y químicamente intensivo, que contribuye a la contaminación del suelo, la erosión y la pérdida de biodiversidad.
Irónicamente, instituciones como la Denominación de Origen y la nueva Ruta del Tequila han permitido a las firmas tequileras promover con éxito al tequila como un producto mexicano único, a costa de los agaveros, pequeños destiladores y las comunidades donde se produce el tequila. En lugar de considerar la forma en que se pudieran emplear estrategias colectivas para estabilizar el precio del agave y hacer la industria más sustentable económica y ambientalmente, los actores más poderosos de la cadena de producción del tequila se han enfocado a culpar a los agaveros y a subrayar la necesidad de que éstos se organicen y planifiquen, mientras soslayan que las empresas tequileras en los hechos están eliminando a los agricultores de la cadena de suministro. El problema con estas propuestas es que no reconocen ni atienden las desiguales relaciones de poder que han generado los ciclos de escasez y abundancia, y no valoran la importancia de los agricultores en la cadena (y en la DO). De manera general, los agaveros son cada vez más vulnerables ante las compañías tequileras. Si la DO ha de tener alguna oportunidad de contribuir al desarrollo rural de largo plazo de Jalisco, debe ser revisada para que en ella quede reflejada la importancia de los agaveros, las prácticas agrícolas tradicionales y la sustentabilidad ambiental. |