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Altiplano de México Los agaves en la economía tradicional Jeffrey R. Parsons Por muchos siglos, los agaves, o magueyes, han sido muy importantes en la agricultura mexicana. El maguey soporta sequía, frío y tormentas y puede crecer en suelos empobrecidos. Estas características fueron particularmente importantes antes de la introducción, en el siglo XVI, de borregos, chivos y ganado vacuno, incluso en zonas más frías y secas. Los productos más importantes derivados de los magueyes del altiplano, hasta los tiempos modernos, han sido el pulque, una bebida ligeramente alcohólica resultante de la fermentación natural de la savia de la planta (aguamiel), y las fibras (ixtle), para hacer ropa y otros textiles. Otros usos tradicionales incluyen el consumo de las cabezas y los gruesos escapos florales (quiotes) como alimento humano y el empleo de los quiotes y las hojas para la construcción, la elaboración de utensilios cotidianos, incluso panales para abejas, y como combustible doméstico. En casi todas las condiciones ambientales del altiplano los magueyes pueden producir aproximadamente la misma cantidad de calorías y nutrientes por hectárea que el maíz y otros granos básicos. El maguey frecuentemente se intercala con cultivos de granos y entonces es posible duplicar el aporte nutritivo y energético de un área determinada. A los magueyes frecuentemente se les llama las “vacas verdes” del México indígena. Haciendo pulque. Si la planta de maguey es dejada en paz cuando madura, desarrolla un escapo leñoso en el que se formarán las semillas y alcanzará de cuatro a ocho metros de altura en un lapso de ocho a 12 semanas. Este crecimiento fenomenal es alimentado por un gran flujo de savia, de 500 a mil litros por planta. Después de algunos meses, gracias al viento, las semillas se habrán diseminado ampliamente desde la punta del quiote y la planta habrá muerto. Para obtener el aguamiel, es necesario interrumpir este proceso en el momento crítico: antes de que el quiote se empiece a formar. Esto se consigue cortando el corazón del escapo naciente y abriendo un hueco en el centro de la planta, en el cual fluirá y se acumulará la savia. Se extraerá el aguamiel dos veces al día, unos cuantos litros a la vez, por un período de cuatro a cinco meses. El flujo de la savia es estimulado por el desgastado diario de la superficie de la cavidad con un raspador de metal, y el líquido acumulado es chupado con un bule grande. El aguamiel se transporta a un local donde se vierte en un contenedor de cerámica, madera o cuero y se deja fermentar para obtener el pulque. Extrayendo e hilando la fibra. Una vez que se ha preparado la planta para extraer la savia, ésta se producirá de manera continua entre tres y seis meses. Si se chupa el aguamiel durante más de cuatro meses, la planta entera se tornará seca y apergaminada y servirá sólo para combustible. Si la extracción se mantiene menos de cuatro meses, las hojas continuarán verdes y relativamente flexibles y será posible obtener tanto aguamiel como fibra de la misma planta. Cada hoja de maguey contiene abundante fibra, cuyas longitud, resistencia y finura la hacen ideal para elaborar hilos y tejer telas. Sin embargo, la fibra se encuentra encapsulada en un tejido compacto que debe ser suavizado y removido para que sea utilizable. En la actualidad, generalmente se suavizan las hojas calentándolas en una estufa al aire libre y enterrándolas por varios días. Esto provoca que se pudran y entonces se raspan con un raspador de metal grueso sin filo. En tiempos prehispánicos el raspador era de basalto y de borde fino, de una característica forma trapezoidal. Una vez que la fibra se ha secado, limpiado y cardado (generalmente con una gruesa espina de maguey), se procede a su hilado, mediante un malacate de madera, con un huso circular como contrapeso. Éste se hace actualmente de hueso o madera, pero con frecuencia se ocupa un huso prehispánico reciclado. Un hilador experimentado emplea husos de diferentes pesos para obtener hilos de diferentes grosores. Con el hilo se tejen, en sencillos telares de cintura, lienzos cuadrados (ayates) que sirven para cargar desde niños hasta leña, y que generalmente miden poco más de un metro por lado. En tiempos prehispánicos, con los textiles de fibra de maguey también se confeccionaba una gran variedad de ropas, especialmente para la gente común del altiplano, la que no tenía acceso a la tela de algodón, escasa y traída de las regiones más bajas y cálidas en que se producía. Usos adicionales. Además de estos importantes usos tradicionales, en los tiempos recientes se están extendiendo otros novedosos, tanto para los magueyes pulqueros como para los mezcaleros. Entre otros, destacan: la producción de mieles y jarabes indicados para diabéticos, y de inulina, de varias propiedades medicinales. También se están efectuando estudios para emplearlos como biocombustible.
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