Sábado 11, viernes 10
a noche del sábado, ya en la casa tlaxcalteca de una de mis talleristas de Puebla, confié a algunos de ellos algo como lo siguiente:
Me es más fácil enseñar a cantar que a escribir, en particular a escribir poesía. No es nada complicado entenderlo: la gente es más feliz cantando que escribiendo. En no demasiadas ocasiones, claras sí, me he atrevido hasta a hacerla de maestro de baile. Fácil: gusta más la gente de bailar que de escribir. Menos evidente, hay otra razón: dije baile, no danza, hablé de cantar, no de bel canto. Aprender a escribir, en especial poesía, implica un compromiso –se le siente, casi se le resiente. Cantar, bailar… placer. Me gustaría sentirlos a ustedes (goce psicomotor o sentido del cuerpo y gusto o sentido de la escucha) como cantando, como bailando a la hora de escribir.
El viernes el Museo de Arte de Zapopan (MAZ) inauguró exposiciones de Jose Dávila, Marcel Dzama y Antonio Ramírez. Días antes vi parte de Elogio de la sombra, obra del primero, platiqué y conviví unas horas con él y propuse al museo este presunto Elogio de la ausencia:
La secreta aspiración del arte no es exponer, sino exponerse. Exponerse: a la vez mostrarse y aceptar el riesgo, desde la confianza, de hacerlo. ¿Mostrarse para mostrar? Cierto –y para convocar. Lo que en el arte se expone es una convocación, una discreta –que parece indiscreta, pero no, porque es vaga, y por más que precisa de algún modo indecisa: indirecta– convocación. Una convocación de la Imagen desde la imagen, desde lo imaginado no diré concretado o concreto sino concretándose, que sólo concretado puede ser por el espectador o los espectadores que sin expectaciones, ni de sí ni de la obra expuesta, exponiéndose, se exponen, se muestran –se aceptan, son, ¿qué tan secretamente? La secreta aspiración del arte no es ningún secreto: convocar desde lo imaginado como un universo algo como la ausencia de un Universo para tan atingente como eludida, sugeridamente, así presentarlo, presentárnoslo y, surtidor de confianza que se derrama en fe, dejarlo de ese modo presentido, sentido, postsentido (evocado, siempre recurrentemente convocable, tangible como el aire), en quienes a través de la obra lo perciben, lo reciben, en quien o quienes a través de la obra, en este caso la de Jose Dávila, lo consiguen: de él porque ya aprendieron se desprenden, lo dan.