La Explosiva Villalobos da cuenta de Iris Cueto en dos rounds
Domingo 12 de febrero de 2012, p. a35
Nadie sabe lo que pasa por la mente de un peleador derrotado salvo él mismo. El perdedor contra las cuerdas, los ojos desorbitados y los guantes que se estrellan sobre su rostro. Mario Flores Acosta, El Naricitas, con el tabique aplastado de tantos golpes acumulados a sus 32 años, parece acostumbrado a revivir en cada combate la misma escena: tiene 20 ganados, pero siete derrotas que se hacen notorias en su cara.
Es voluntarioso y se resiste a dejarse vencer, pero el ímpetu de Salvador Sánchez II, de 27 años, pesó más que el oficio, en el Deportivo de los Trabajadores del Metro, en Iztacalco. El sobrino del mítico boxeador de Santiago Tianguistenco trata de revivir cada uno de los gestos, símbolos y movimientos que hicieron célebre a su tío. El talento es esquivo y un bien que no se hereda, pero pese a todo consigue imponerse.
Sánchez II castiga y mete zurdas, combina con algunos cruzados de derecha que casi siempre terminaron en la cara contrahecha del Naricitas, quien así y todo no dejó de meter las manos. Pero en el octavo episodio una derecha poderosa –después de mucho castigo– obligó al réferi Gelasio Pérez a detener la pelea y señalar el nocaut técnico en favor de Sánchez, con lo que retiene el campeonato Cabofe pluma del CMB.
Antes, otro heredero, Carlos Zárate hijo, trata de emular al padre, El Cañas, y se va encima de Juan Carlos Pacheco con un poco del porte y la elegancia que tuvo su antecesor. El oponente apenas resiste y Zárate lo derriba en el segundo capítulo, y en el tercero de manera definitiva, tras una serie de ganchos.
El plato fuerte de la noche apenas se siente. María Elena La Explosiva Villalobos estira los puños unas cuantas veces para superar a Blanca Iris Cueto. En el segundo asalto un gancho izquierdo pone en evidencia su superioridad y le ayudan a terminar con nocaut técnico antes de los dos minutos para retener el cetro mundial plata. Breve la función y una gran evidencia: lo herederos poseen el nombre de los precursores; la pegada, el talento, no son parte del legado.