n rincones alejados, que no distanciados, de mi prolija y más o menos ordenada discoteca personal, se encuentran dos grabaciones que, entre las que poseo de música contemporánea, aprecio especialmente. Una de ellas contiene dos obras de Karlheinz Stockhausen: Música en el vientre y Zodiaco.
La otra es un soberbio registro de la compleja partitura Pléyades de Iannis Xenakis. ¿Por qué habrían de estar alejadas estas dos grabaciones, si entre ellas existe un muy cercano y evidente parentesco? Muy sencillo: la de Stockhausen está en un muy añejo disco LP, mientras la de Xenakis pertenece al más actualizado universo del disco compacto.
Menciono hoy aquí estas dos admirables grabaciones por una razón que es sin duda importante y que no debe pasar desapercibida dondequiera que la música nueva sea tomada en serio: los intérpretes de ambas grabaciones son los miembros de ese singular, emblemático y pionero grupo que conocemos como Las Percusiones de Estrasburgo.
Hablar y/o escribir sobre Las Percusiones de Estrasburgo como uno de los ensambles instrumentales más importantes y destacados del siglo XX y lo que va del XXI es merecido, propio y adecuado en cualquier momento y por todas las razones correctas; hacerlo ahora es doblemente significativo porque el grupo cumple en este 2012 su primer medio siglo de actividades, y sin duda se trata de una efeméride digna de ser señalada.
Los antecedentes históricos del ensamble se remontan a 1959, cuando ocurrieron las primeras reuniones de sus miembros fundadores. De manera oficial, Las Percusiones de Estrasburgo se dieron a conocer al inicio de 1962 en un concierto que incluyó obras de Edgar Varèse, Bela Bartók y Serge Nigg. Las raíces próximas de esos fundadores fueron las secciones de percusión de la Orquesta Municipal de Estrasburgo y la Orquesta de la Radio de Estrasburgo. Su primer promotor importante fue el director Heinrich Strobel, quien con frecuencia requirió de los servicios de los percutores estrasburgueses para hacerse cargo de obras sinfónicas complejas y, esencialmente, de obras de música contemporánea.
El relato puntual y pormenorizado de estos 50 años de constante, energética, innovadora y propositiva actividad musical de Las Percusiones de Estrasburgo requeriría un espacio enorme y generoso; he aquí, en cambio, algunos datos duros a manera de acercamiento al ensamble.
–Mil seiscientos conciertos en más de 70 países.
–Una actividad que contempla la ejecución de más de 400 instrumentos, de todas las procedencias posibles, incluyendo algunos creados expresamente para el grupo.
–Una biblioteca interactiva en línea, en preparación, sobre ese formidable instrumental.
–Un vasto y variado repertorio que, en su versión para la temporada más reciente del grupo, incluye obras de nombres importantes como Birtwistle, Cage, Chávez, Donatoni, Grisey, Manoury, Nono, Varèse, Xenakis, así como de numerosos otros compositores que, aunque menos conocidos, no son menos sólidos: Alsina, Aperghis, Levinas, Mache, Matalón, Pesson, Taïra.
–Una cantidad notable de proyectos interdisciplinarios que han generado un círculo virtuoso de enriquecimiento mutuo con creadores de otras artes.
–Una discografía (que incluye, sí, un buen número de LPs) que es como un recorrido por lo indispensable, lo importante, lo notable, lo llamativo, lo novedoso y lo excepcional del repertorio de percusión.
–Una activa temporada de conmemoración cincuentenaria que, en la primera parte de 2012, gira alrededor de numerosas presentaciones del espectáculo de música y danza titulado Pléyades, bajo la dirección artística de Jean-Paul Bernard, líder del grupo desde 1998.
En fin, un cincuentenario musical realmente importante que, muy probablemente, será ignorado aquí; es claro que la música contemporánea no es lo nuestro. Ahí queda, sin embargo, la herencia sólida y duradera de Las Percusiones de Estrasburgo, vehículo seminal, indispensable, de los sonidos de hoy.