Entrevista con Gilberto López y Rivas
De censos
y otras mentiras
Marcela Salas Cassani,
México DF.
De acuerdo con los datos del Censo de Población y Vivienda 2010, en México viven 15.7 millones de indígenas, de los cuales poco más de 6 millones hablan alguna lengua indígena. Esta población está repartida en 62 pueblos indígenas que hablan 89 diversas lenguas.
El censo se acerca a la cuantificación de la población indígena a través de la condición de habla de lengua indígena, por lo que hay criterios no tomados en cuenta al recabar la información.
En entrevista con Ojarasca, Gilberto López y Rivas, investigador y antropólogo mexicano, habla sobre las dificultades que existen en torno al conteo de la población indígena; las raíces del concepto indígena; el etnocidio demográfico y sobre la importancia de la participación de los pueblos indios en la conformación de un Estado multicultural.
El problema al tratar de establecer cuántos pueblos indígenas hay en México es que el criterio principal son los hablantes de lengua indígena y que esto provoca una confusión enorme.
Podríamos considerar que hay alrededor de seis decenas de pueblos hablantes de lenguas indígenas, si tomamos en cuenta el criterio lingüístico, pero éste no es preciso. Entre los pueblos originarios de la ciudad de México, por ejemplo, hay muy pocos hablantes de lengua indígena, y, no obstante, ellos se consideran indígenas.
Si tomamos en cuenta los criterios de grupo étnico o autoadscripción, también hay problemas, pues lo que llamamos pueblos indígenas no son unidades homogéneas, hay variantes de todo tipo, culturales, lingüísticas.
Desde la palabra misma, indígena es un término dado desde los grupos de poder y dominación. Los criterios relacionados con la terminología sobre el indígena, están referidas a quienes ven a los otros como diferentes y establecen mecanismos y criterios de clasificación de “esos diferentes”.
El indigenismo fue la corriente fundadora de la antropología en México y estableció los mecanismos de lo que ha sido denominado por Rodolfo Stavenhagen y Pablo González Casanova el colonialismo interno. Desde esta perspectiva se reconocen los criterios de adscripción y autoadscripción y se llega a una manera más sencilla de identificación: indígena es quien se considera indígena por quienes no lo son y por quien es en sí mismo.
A pesar de que indígena es una terminología del poder, en el momento en que se da una concientización del movimiento el término cambia su significado y se integra a las luchas para establecer identidad.
En El México profundo, Guillermo Bonfil sostiene que no obstante que los censos hablen de un 11 por ciento de población indígena, lo indígena tendría que establecerse no solamente en los hablantes de lengua y en quienes conviven en una comunidad que se identifica como tal, sino más allá, y da una serie de elementos de cultura y civilización que harían extensivo el término indígena a poblaciones campesinas o no campesinas, urbanas o rurales que asumen muchos de los presupuestos de la civilización mesoamericana que él llama el México profundo, y en ese sentido se extiende lo indígena más allá de quienes son considerados o se consideran indígenas.
Se utiliza el término etnocidio estadístico para definir factores que disminuyen demográficamente a la población indígena. Uno es el racismo inherente en las sociedades nacionales que permea los criterios de los propios censos, en donde se oculta una realidad; otro es el estigma étnico, la negación de la condición indígena por los propios indígenas.
Por otra parte, sucede que quienes censan no van a los rincones más apartados en donde muchas veces encontramos poblaciones indígenas y por tanto no se hace un recuento real.
El etnocidio estadístico entra dentro de una múltiple variedad de condiciones que hacen que las poblaciones indígenas disminuyan de manera notable.
El componente indígena tiene gran importancia en la conformación de la nación multicultural, multiétnica y multilingüística, aunque éste ha sido negado sistemática y permanentemente durante toda la época independiente. No hay mención explícita y clara de los pueblos indígenas hasta la reforma constitucional en 1992, donde por primera vez se mencionó la naturaleza multiétnica con base en la presencia de los pueblos indígenas.
Contrario a lo que se dice sobre la poca importancia que tiene la población indígena —mirada desde elementos estadísticos y perspectivas racistas— la importancia de la raíz indígena en la composición multiétnica de la nación y su contribución en luchas liberadoras y antidictatoriales es fundamental. Y también lo es actualmente, al aportar contribuciones desde los procesos autonómicos que se profundizan. No podrían entenderse las luchas liberadoras antisistémicas de nuestro tiempo sin la aportación de los pueblos indígenas que, siendo considerados por el racismo como sinónimo de atraso y antimodernidad, constituyen la verdadera modernidad, la contemporaneidad progresista de un futuro de protagonismo desde las colectividades de abajo.
En los procesos autonómicos, el cuidado de la naturaleza, la aportación a la democracia participativa y a las formas de la política y que rompen con el individualismo y con el consumismo que caracteriza al capitalismo, la aportación de los pueblos es muy importante.
A los censos tendrían que incorporarse otros criterios, además del concepto lingüístico, como el de la importancia de la vida comunitaria. Lo ideal sería contar con un censo que no tenga cargas de discriminación y del racismo, donde se incorporen los criterios de los pueblos, que éstos participen de autocensos y desaparezcan las instituciones que actualmente los coordinan. Tendríamos que hacer realidad las autonomías; que los pueblos manejen la contabilidad de su población y tengan control sobre sus propios periódicos, radios; que dirijan sus propias investigaciones antropológicas. Habría que entender el protagonismo de los pueblos indígenas, pues mientras mantengamos a instituciones marcadas por el poder a cargo de los censos tendremos la problemática del etnocidio demográfico, institucional y cultural.
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