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Toros

Amago a la autoridad, 18 toros, siete orejas y un juez manirroto en el 66 aniversario

Prevalece en la México la mansedumbre de reses, salvo uno de Barralva y otro de Xajay

Oreja a José Mauricio por artística faena

El Juli derrochó capacidad… gladiatoria

Foto
Julián López El Juli se llevó cuatro orejas en la corrida de aniversarioFoto Cuartoscuro
 
Periódico La Jornada
Lunes 6 de febrero de 2012, p. a43

Cuando la frivolidad toma el lugar de la verdad, la fiesta de los toros se vuelve cachondeo masivo y éxtasis de ocasión, e incluso desacato a la autoridad en grado de ridiculez, luego que el dinerito ha ocupado el lugar de la ley y los mandos el papel de comparsa.

Con motivo del 66 aniversario de la inauguración de la Plaza México diversos fueron los momentos emocionantes –ay, visionario Neguib Simón, cuántos atracos cometidos en tu magnífica plaza, insuficiente el primer día, demasiado grande en años recientes–, si bien sólo algunos tuvieron que ver con el arte de la lidia.

Muy pocos se enteraron, pero en la decimocuarta corrida, celebrada el sábado 4, luego de que el juez de plaza Roberto Andrade se abstuviera, con toda razón, de alcahuetear el espíritu mitotero de la menos de media entrada que registró el coso, al negar la oreja al badajocense Alejandro Talavante por su desestructurada faena a Pedrito, de Barralva, con una lenta pero clara embestida por el lado izquierdo, el promotor de la plazota repitió el numerito del REIA (reincidente empresario indignado amenazante) y se apersonó en el palco de la autoridad a reclamarle a Andrade su proceder. En vez de ser remitido a la delegación por desacato a la autoridad, se le dejó libre y el juez, advertido, soltó un apéndice al diestro extremeño en su torito de regalo. Si Herrerías hubiese sido el empresario en Valencia la tarde en que el presidente (juez) negó la oreja a José Tomás cuando reapareció, lo mata y luego tranquilamente se va a su casa.

Destacable de la corrida sabatina fueron el juego incierto y luego codicioso de Clavellero, con 485 kilos, reales, y el trapío que sólo dan la edad y la buena crianza, que tomó dos varas y permitió al esforzado Joselito Adame prodigar todos sus recursos: lucidas zapopinas, que no lopecinas, como algunos listillos quisieran; banderillas, derechazos de rodillas en los medios, naturales, derechazos, manoletinas y… dos pinchazos y dos descabellos, que debieron ser entera y oreja, no una salida al tercio.

Igualmente digna estuvo la guapa rejoneadora portuguesa Ana Batista, con un enigmático listón negro en el brazo izquierdo de su hermosa casaca verde, al lidiar con clasicismo y solvencia a un buen toro de La Punta. Si lo hubiese matado con acierto se lleva la oreja. Y bien los Forcados de Querétaro, que lograron la pega al segundo intento. Si aquí se fomentaran el rejoneo y el forcadismo. Ah, y Octavio García El Payo, sigue sin poder conjugar el verbo estructurar.

En la corrida de aniversario de ayer, la gran aportación histórico-mercadológica de la empresa a la fiesta en la capital, los veedores de El Juli y Manzanares seleccionaron un encierro de Xajay, manso y deslucido en general, que extasió a la concurrencia –reventa, lluvia, tedio–, ya que El Juli se dedicó a dar y a darse coba con los mansos de su lote, primero con mantacinas, mantazos como chicuelinas, olvidando que aquí nacieron Silverio y Manolo Martínez, por decir; luego con zapopinas de excesivo movimiento de pies, afanosos muletazos por ambos lados con conmovedora rotura de taleguilla y chaleco, sendos espadazos acavazados pero mal colocados y… ¡cuatro orejas! del juez Gilberto Ruiz, que la precaución no anda en burro. Como en la feria de Penjamillo, pues.

Lo mejor de la tarde estuvo a cargo de José Mauricio, que con su primero, Tradición, instrumentó verónicas y gaoneras templadas de mano baja, seis estatuarios por alto y series de inmensa naturalidad, a veces ahogando en el cite, pero de una estética superior, no clonada. Dejó una entera caída y recibió merecida oreja, no dádivas.

Manzanares estuvo por debajo de un toro con son pero cobró una estocada recibiendo y se llevó un apéndice, y Diego Silveti, con un lote pésimo, arriesgó sin emocionar.