Opinión
Ver día anteriorLunes 30 de enero de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
¿La Fiesta en Paz?

Dependencia y daños

E

n su discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura 2010, el escritor peruano-español y aficionado a la fiesta brava de España, Mario Vargas Llosa, afirmaba: “Detesto toda forma de nacionalismo, ideología –o más bien religión– provinciana, de corto vuelo, excluyente, que recorta el horizonte intelectual y disimula en su seno prejuicios étnicos y racistas, pues convierte en valor supremo, en privilegio moral y ontológico, la circunstancia fortuita del lugar de nacimiento. Junto con la religión, el nacionalismo ha sido la causa de las peores carnicerías de la historia, como las de las dos guerras mundiales y la sangría actual del Medio Oriente”.

No suena mal, pero en la realidad taurina se ha visto pésimo, ya que en la historia de la tauromaquia Perú –como Ecuador– nunca ha logrado tener un diestro al que se pueda considerar figura internacional del toreo, y no por culpa de los españoles sino por la postración de clasistas empresarios peruanos y ecuatorianos. Es decir, que España regule y organice bien su fiesta y que Latinoamérica sólo abra sus puertas. Chulada de internacionalismo taurino el de este Nobel ahistórico y de los autorregulados promotores latinoamericanos.

Algunos afirman que presidentes más espabilados con respecto a la realidad social y taurina de sus propios países, como Rafael Correa, de Ecuador, y Hugo Chávez, de Venezuela, hicieron a sus colaboradores dos preguntas concretas: la primera, ¿quiénes promueven la fiesta de los toros en este país?; y la segunda, ¿cuántos de nuestros toreros compiten a escala internacional? Ante las respuestas recibidas, no son de extrañar los recientes acosos, oficiales y de antis, a la fiesta de los toros en esas repúblicas como taurinas.

Un ganador habitual del premio Nobel al pasmo, afirmaba no hace mucho: Empresas, ganaderos, toreros, crítica y autoridades, más los aficionados exclusivamente a apellidos importados, se pliegan a todas las exigencias de los diestros visitantes: fechas, reses anovilladas, carteles y jueces obsequiosos, más la connivencia de la delegación Benito Juárez y del Gobierno del DF, pues el federal ya se sabe que es bien taurino pero en lo oscurito, desde los iletrados tiempos del foxismo, y así no hay poder humano que defienda a la llamada fiesta brava.

La bochornosa corrida de ayer en la México, confirma el errado camino de quienes decidieron importar figuras en vez de hacer ídolos. Y aléguenle.