os ejercicios de estilo al modo hollywoodense resultan irresistibles para directores preocupados más por la forma y la atmósfera que por la historia y los personajes. El director danés Nicolas Winding Refn ya había demostrado esa filiación con su violenta trilogía de Pusher y la saga de vikingos Valhalla Rising (ninguna de ellas estrenada en México). Contratado por Hollywood por segunda ocasión –que quizá fue su tirada desde el principio– el cineasta ha hecho en Drive -El escape la clase de película que el veterano Walter Hill hacía en los años 70. De hecho, Drive está muy cerca de Driver-el conductor (1979), uno de esos thrillers existenciales que, a su vez, manifestaban influencia europea.
En una propuesta retro, Winding Refn mete reversa hasta hacer un pastiche de un thriller neo-noir de los años 80 –el alardeo formal de Tony Scott combinado con el profesionalismo existencial de Michael Mann–, envuelto en un paquete calculado para el culto inmediato, con todo y su tipografía fosforescente en los créditos y la música de sintetizador en la banda sonora.
Así pues, el anónimo protagonista, el conductor (Ryan Gosling), sólo será conocido por esa denominación profesional (lo que hace es lo que es, por si lo dudaban). ¿Adivinen cómo es su carácter? Por supuesto, aire solitario y taciturno ocultará un corazón heroico, dispuesto a sacrificarse por la indefensa doncella (Carey Mulligan), que es su vecina, una chica que es casi madre soltera hasta que su marido bueno-para-nada (Oscar Isaac) es liberado de prisión. Al conductor no le quedará de otra que desempeñarse como el conductor de un intento de robo armado que, claro, no saldrá como estaba planeado. Y nuestro héroe enfrentará a temibles mafiosos, empeñados en cobrarle la factura.
Drive es un vehículo que usa la actitud como combustible. No hay un sentimiento legítimo, si la pose cumple esa función. De sempiterno palillo de dientes en la boca, Gosling mantiene la postura cool que se ha decantado de la larga tradición de héroes similares –desde Bogart a Eastwood, pasando por McQueen. No es un personaje, sino un concepto que el actor, con una media sonrisa socarrona, parece llevar hasta la autoparodia. Los demás personajes también serían clichés, si registraran un poco más en pantalla, pero hasta el interés amoroso se antoja deslavado. El único librado de esa cualidad anodina es el mafioso interpretado por el cómico y también realizador Albert Brooks. En una típica inversión de casting, quien normalmente es visto como un judío inseguro y neurótico sobresale aquí como una amenaza doblemente letal, un ex productor hollywoodense convertido en gángster.
Si bien Winding Refn se había distinguido por su formalismo, al menos la trilogía de Pusher revelaba una sordidez urbana poco vista en producciones escandinavas. En Drive, el director se concreta a resolver la acción de manera vistosa, a veces ostentosa, para complacer a quienes buscan en el cine ese tipo de emociones. No podían faltar los detalles de hiperviolencia para cumplir con la reconstrucción completa. La cual está diseñada para encontrar admiradores. Después de ser estrenada en el festival de Cannes, Winding Refn obtuvo el premio a la mejor dirección, nomás.
Drive-El escape
(Drive)
D: Nicolas Winding Refn/ G: Hossein Amini, basado en la novela de James Sallis/ F. en C: Newton Thomas-Sigell/ M: Cliff Martínez; canciones varias/ Ed: Matthew Newman/ Con: Ryan Gosling, Carey Mulligan, Bryan Cranston, Albert Brooks, Oscar Isaac/ P: Bold Films, Odd Lot Entertainment, Marc Platt Productions, Motel Movies. EU, 2011.
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