La población mantiene las protestas; el ejército restaura viejas redes de influencia, acusa
Muchos activistas se preguntan hoy si los generales que gobiernan se harán a un lado algún día
Jueves 26 de enero de 2012, p. 23
El Cairo, 25 de enero. Hace un año, Noha Tarek estaba en el mismo vecindario, afuera de la misma mezquita, bajo el mismo régimen anquilosado que servía al mismo viejo presidente Hosni Mubarak. Precisamente 365 días después, ella volvió. El presidente había cambiado, pero su desesperación seguía igual.
No me siento con ánimos de celebrar
, señaló la estudiante de ciencia mientras aguardaba fuera de la mezquita Mostafá Majmoud, en el occidente de la ciudad, punto de arranque de numerosas marchas hacia la plaza Tahrir, corazón de la revolución del año pasado. Ni siquiera siento un poco de felicidad. Hosni Mubarak era la cara del régimen; ahora desafiamos no sólo a la cara, sino al sistema entero.
Su opinión es compartida por muchos otros que sienten que el consejo militar gobernante, el cual asumió el poder 16 días después de las primeras oleadas de protesta, el 25 de enero del año pasado, está restaurando las viejas redes de influencia.
Cuando los generales que gobiernan el país anunciaron planes para la celebración
de esta semana –mezcla patriotera de pompa y circunstancia, repleta de aviones en el cielo y barcos de la Armada en el Nilo–, entre algunos activistas se murmuró que la revolución había sido secuestrada.
El grito de ¡libertad!
resuena en las calles
Pero si los generales intentaban cooptar
el primer aniversario del principio de la revolución egipcia, sólo necesitaban mirar el número de quienes se manifestaron este miércoles para recordar lo que puede ocurrir cuando la calle árabe comienza a hervir. En la capital, miles de manifestantes que coreaban consignas y ondeaban banderas se extendieron por las principales avenidas hasta donde la vista alcanzaba.
Gritos de ¡Libertad, libertad!
resonaban entre los arbolados bulevares mientras los manifestantes llamaban a los curiosos que observaban desde los edificios a que se les unieran. En punzante recordatorio de los desequilibrios económicos que llevaron a muchos a las calles el año pasado, la ruta pasó por elegantes tiendas de atuendos masculinos, una sala de exhibición de Peugeot y una refulgente sucursal del banco europeo BNP Paribas.
Algunos activistas llevaban máscaras de mártires egipcios, entre ellos Jaled Said, el joven cuya muerte a manos de policías en 2010 lo convirtió en símbolo de la violencia del Estado. Cuando veo a los mártires, quiero continuar la revolución
, afirmó Saif Islam, de 15 años, quien llevaba una máscara de Mina Daniel, joven cristiano asesinado durante un episodio de violencia en el que participó el ejército, en octubre pasado.
El lunes, el parlamento egipcio sostuvo su sesión inaugural luego de las elecciones en las cuales los Hermanos Musulmanes ascendieron al poder, venciendo a las fuerzas liberales y seculares que se aliaron en su contra. Esa organización estuvo proscrita por sucesivos presidentes, y su ascenso a la vanguardia de la política egipcia podría marcar un cambio radical en la diplomacia en Medio Oriente.
Sin embargo, muchos activistas se preguntan si de veras los generales que hoy gobiernan se harán a un lado algún día, señalando los ataques a agencias extranjeras de ayuda y los arrestos de manifestantes como pruebas de su determinación de aferrarse al poder. Además, muchos egipcios no desean que se vayan los generales.
Varado en el tráfico mientras pasaban las hileras de manifestantes, el taxista Galal Mohammad dejó en claro sus sentimientos sobre las protestas de este día. Apoyé la revolución del 25 de enero. Pero, ¿quiero la caída del gobierno militar? Pues no, no la quiero.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya