labo los libros electrónicos, pues tienen la ventaja de que no ocupan físicamente un lugar determinado y no necesitan estantes.
Pero el libro en sí es un objeto del que muchísimas personas jamás podremos prescindir. Tiene una forma determinada que solemos recordar de memoria, a lo que añadimos su tacto, el placer por el papel, textura y color, sus cubiertas y hasta su olor específico. Hay libros de arte recientemente aparecidos que por eso me propongo comentar sin pretender reseñarlos.
Tiempo de fractura es el título adecuado para el libro de Rita Eder que lleva en el frontispicio de pasta dura lo que puede considerarse como un subtítulo: El arte contemporáneo en el Museo de Arte Moderno durante la gestión de Helen Escobedo (1882-1984).
El contenido corresponde a ambas denominaciones, mas rebasa la segunda, dado que se toman en cuenta los antecedentes que llevaron a la gestión de Helen como directora de ese recinto, fundamentalmente lo que equivale a la configuración del MAM por parte de Fernando Gamboa, a quien se le dedica con justeza un amplio capítulo, resaltando sus logros. Éstos tienen que ver con una circunstancia aleatoria quizá no consabida. Gamboa es el principal creador de la museografía y la museología moderna mexicana, eso sin duda, pero su gran relieve en el MAM pudo serlo en buena medida debido a que sumó condición de subdirector técnico del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), lo que le evitó decenas de gestiones engorrosas que han acompañado las gestiones de todas las personas que en épocas posteriores han ocupado ese cargo.
Helen Escobedo fue nominada directora del MAM en sustitución de José de Santiago Silva, a quien, durante su gestión, se le atravesó el compromiso de poner en escena y dirigir La sombra del caudillo, en España, justo mientras se preparaba la apertura del Museo Nacional de Arte, cuyo primer director fue Jorge Alberto Manrique. La inminencia de tal museo implicó parte del traslado de la colección INBA, asignada al acervo del Museo de Arte Moderno al recinto del entonces Palacio de Comunicaciones.
El elegante director del INBA
(sic) Javier Barros Valero, invitó a Helen, asesora en las primicias del Museo Nacional de Arte, a ocupar la dirección del MAM.
Lo que digo a continuación no tiene testigo presencial (salvo yo misma y quizá Andrea Kirsebold, hija de Helen) debido al lamentable fallecimiento de esta última.
Habida cuenta de su brillantísima y muy larga gestión como directora del MUCA, la escultora e instalacionista, con todo y sus incuestionables conexiones nacionales e internacionales, pensó en serio en la disyuntiva que se le presentaba, pues sin duda comprometía el tiempo dedicado a sus creaciones individuales, cosa que comentó conmigo ampliamente, a lo que añadía su preocupación por lo que ya era consabido: el exiguo presupuesto para las operaciones propiamente artísticas. Adhería una circunstancia que no priva desde tiempo atrás. Helen no fue autorizada para convocar a sociedades de amigos del museo u otras asociaciones
(p. 73).
Esa especie de prohibición no era privativa del Museo de Arte Moderno.
La historia del Museo Tamayo, convocada en el inciso Gamboa cruza la calle
, fue tema peliagudo tratado en una publicación que en exclusiva le dedicó Hugo Covantes, elucidadora, aunque casi imposible de conseguir.
Es un hecho que en ese entonces, el ingreso de lo que denominamos Arte contemporáneo
, con todo y los intríngulis que presenta en nuestro país, tuvo su acceso a través del Museo de Arte Moderno, tal y como lo hace ver la autora a través de su texto, ampliamente documentado, como igual mediante las muy aptas reproducciones fotográficas que lo acompañan, entre las que resulta inolvidable la toma de Marcos Kurtycz durante su performance titulado Rosa de los vientos. La inauguración de La calle, ¿a dónde llega?, el proyecto sociológico del francés Hervé Fischer fue, además de fastuosa, sui generis debido al conglomerado de participantes, muchos de ellos teatristas, que en ella tomaron parte. Dada su duración, fue inevitable que provocara controversia, como la misma Helen lo admitió, pues el museo llegó a convertirse casi en un taller experimental, situación elucidada en este libro.
La sala de Arte Contemporáneo, bajo curaduría capitaneada por la propia Rita Eder, debido a su complejidad tomó su tiempo para la apertura definitiva pero sobrevivió bastante a la gestión de Helen que no concluyó radicalmente con su dimisión como directora, pues ella fue quien contactó lo que llegó a ser uno de los parteaguas principales en la historia del MAM durante la década de los 80.
Me refiero a la exposición Origen y visión: nueva pintura alemana que logró traer a México en coalición con el curador: Christos M. Joachimides. Helen, con su frescura característica, accedió a inaugurarla en mancuerna con su sucesor: Óscar Urrutia.
La edición de este libro, la comparte la Universidad Autónoma Metropolitana con la Universidad Nacional Autónoma de México, el MUAC y el apoyo de Miguel Escobedo, hermano de Helen.