n medio de una intensa propaganda para insistir en el éxito de los programas oficiales contra la pobreza, una noticia echó a perder la fiesta de mensajes que se pagan con nuestros impuestos: sí hay hambre en la región Tarahumara y durante los sexenios panistas se agravó allí el problema. Especialmente en los municipios de Uruachi, Balleza, Morelos, Urique, Carichi y Batopilas, donde están los poblados de más carencias en México. Pese a tan desfavorable situación, el gobierno de Chihuahua precisó que los rarámuris tienen una fortaleza increíble. Ni duda: llevan cinco siglos marginados, despojados de sus recursos, víctimas de la corrupción y el caciquismo y… no se extinguen. Por algo forman parte de la raza de bronce.
Ocupado como estuvo en ser el candidato del Partido Acción Nacional a gobernar la ciudad de México, el ingeniero José Luis Luege, director de la Comisión Nacional del Agua, minimizó la falta de ese recurso en la Tarahumara, donde viven 100 mil indígenas. No hay ningún problema porque tienen fuentes de acceso al agua
; las dificultades se concentran en el resto de Chihuahua. La terca realidad pronto lo obligó a rectificar.
Los testimonios sobre lo que sucede en esa parte de México destacan la situación de los menores de cinco años, en los cuales se ceba la desnutrición, las enfermedades y la muerte. Mal nutridas, las madres tampoco proporcionan suficiente leche materna a sus hijos y los centros donde los atienden son insuficientes y ubicados lejos de las comunidades donde el problema es mayor.
Como la falsa noticia del suicidio colectivo de 50 rarámuris recorrió el mundo, las organizaciones sociales y los medios llamaron, como en otras tragedias, a la solidaridad. No hubiera sido necesario de existir los programas gubernamentales tantas veces prometidos para sacar de la pobreza a los indígenas. Desde apoyos al sector agropecuario hasta dotar a los poblados de agua potable, educación, salud. Mientras llega el auxilio oficial y los de la sociedad, el gobernador de Chihuahua pide mil millones de pesos para paliar
los efectos de la sequía, vía un programa de alimentos. El obispo de la Tarahumara señala que el problema continuará si no hay proyectos productivos que le permitan a los indígenas generar su sustento, elevar sus ingresos.
Y en Durango (donde también falta el agua) el candidato del Partido Revolucuionario Institucional critica severamente la insensibilidad del gobierno que encabeza el licenciado Calderón por negar los apoyos requeridos a las 20 entidades afectadas por la sequía, a través de un fondo de 10 mil millones de pesos. Elogios recibiría el culto licenciado Peña Nieto si los millones de pesos gastados en los recientes acarreos de sus simpatizantes
en Monterrey y Durango, por ejemplo, se destinaran a los que más sufren por la falta de alimentos y agua. También son insensibles los funcionarios responsables de la agricultura, el manejo del agua, la salud, la creación de empleo, el desarrollo social. Y la clase política que malbarata decenas de millones de pesos en una publicidad que a nadie convence.
En olvidarse de los pobres, pocos como el arzobispo Antonio Chedraoui, de la Iglesia ortodoxa. Su cumpleaños es una fiesta a la que asisten importantes funcionarios, empresarios y políticos. La gente bonita, poderosa. Hasta el cardenal Rivera y el obispo Onésimo. El banquete por sus 80 años contó con la presencia de 3 mil personas. Ejemplo imborrable habría dejado el arzobispo si en vez de gastarse miles de pesos en su publicitado cumpleaños (en el que se refirió a la pobreza) los hubiera destinado a los que padecen en la Tarahumara.
Y mientras las instancias oficiales y la clase política se dicen indignadas por lo que sucede en esa parte de México, destaquemos dos luminosas declaraciones: la de Alberto Cárdenas, ex secretario de Agricultura (y de Medio Ambiente) en tiempos del señor Fox, que no ve en el país emergencia por la sequía, y dice que la solución de lo que pasa se ubica en Estados Unidos, que perfectamente puede abastecer de alimentos al país
. Y la del titular de Salud de Chihuahua, Sergio Piña, al confirmar que la desnutrición es un problema endémico en la Tarahumara, pero se asocia a la manera incorrecta de comer.
Por eso estamos como estamos.