21 de enero de 2012     Número 52

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Producción de alimentos
y cambio climático

Antonio Turrent Fernández* y
José Isabel Cortés Flores**
*Investigador nacional emérito
** Investigador del Colegio de Posgraduados

La producción de alimentos básicos de México es cada vez más deficitaria. De persistir esta tendencia, hacia 2025 tendríamos que importar uno de cada dos kilos de maíz de los 33 millones de toneladas que se consumen anualmente. ¿Por qué enfrenta el país esta situación aun antes de que el cambio climático se manifieste contundentemente? ¿Será que el país carece de los recursos naturales necesarios para su seguridad alimentaria? ¡No! El campo cuenta con 31 millones de hectáreas de tierra de labor, de las que 6.3 millones son de riego. La precipitación anual media del país es de mil 530 kilómetros cúbicos, de los que 147 se retienen en las presas, 410 escurren al mar y el resto se evapotranspira o infiltra. México es el centro de origen de 90 especies vegetales cultivadas y posee gran biodiversidad tanto de ellas como de sus parientes silvestres. En resumen, hay por lo menos tres tipos de recursos naturales que no se han aprovechado a plenitud: el suelo, el agua y la biota.

El sector agrícola mexicano es bimodal: resalta la categoría tipológica campesina, que reúne a más de 80 por ciento de las unidades de producción; el resto es de tipo empresarial. Hay 3.8 millones de unidades de producción, de las que 1.3 millones cuenta con menos de dos hectáreas de tierra de labor, un millón con entre dos y cinco, 1.2 millones con más de cinco y hasta 20 hectáreas, 200 mil con 20-50 y 140 mil con más de 50 hectáreas. Mientras la agricultura empresarial está restringida a las tierras de labor de mayor calidad y planas, la campesina produce alimentos en tierras de menor calidad tanto por su clima, como por su topografía y acceso, en condiciones de Sierra. La agricultura campesina es clave en la seguridad alimentaria rural y del alimento intercultural nacional, y resguarda y maneja la diversidad fitogenética; sin embargo, se asocia con una baja productividad de la tierra y con el deterioro por erosión hídrica, de las tierras de labor en ladera. La agricultura empresarial es clave para la seguridad alimentaria urbana y la generación de divisas; sin embargo, por su uso frecuentemente dispendioso de agroquímicos y de agua de riego, se asocia con contaminación (eutrofización) de los cuerpos de agua y con la baja eficiencia del riego.

El factor que explica la insuficiente producción actual del campo es el enfoque extractivo con el que históricamente el Estado y los productores han manejado los recursos del campo. El país tiene una enorme inversión diferida para la explotación racional de esos recursos que finalmente le está cobrando la factura. Hay 13 millones de hectáreas de tierras de labor en condición de ladera que son manejadas por el sector campesino en pequeñas unidades de producción. Estas tierras no cuentan con protección contra la erosión hídrica y han perdido calidad agrícola; no se ha impulsado la rotación de cultivos, ni se ha corregido la drástica reducción de la materia orgánica del suelo; se ha permitido que el cultivo de la milpa en ladera y bajo roza-tumba-quema −con más de 20 años de período de retorno− en sí sustentable, derive a agricultura sedentaria sin protección de la calidad de su suelo. Desde los años 80s, las políticas de fomento al campo se han enfocado de manera casi exclusiva a la agricultura empresarial, que por la mayor calidad de la tierra y el riego que maneja, obtiene mayores rendimientos que la agricultura campesina. La inversión diferida del sector empresarial y del Estado es responsable de la baja eficiencia en el uso del agua de riego: 46 por ciento a escala nacional (36.6 en los grandes distritos de riego y 56.5 en las unidades de riego); es también responsable del uso frecuentemente dispendioso de agroquímicos causantes de daños a la salud y eutrofización de los cuerpos de agua.

El Grupo de Trabajo I del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) proyecta incrementos en la temperatura media global hacia fines de siglo, de 1.8 grados Celsius en su escenario benigno y de cuatro en el más severo. El incremento vendrá acompañado con mayor variación entre extremos. Ambos, el incremento global y la mayor frecuencia de extremos, variarán entre regiones, años, estaciones del año y períodos diurnos. Las mayores temperaturas incrementarán la demanda de agua de los cultivos, teniéndose que aplicar mayores láminas de riego, o bien, experimentándose mayor sequía bajo temporal, que aumentará la frecuencia de desastres. La investigación sobre el cambio climático en México ha identificado certeramente a la disponibilidad de agua para los cultivos como la variable clave de su producción. Sus predicciones sobre la producción de alimentos en México son verdaderamente inquietantes, aunque parten de la base de que el uso de los recursos del campo será estático. Sin embargo, un supuesto razonable es que, “dados la escasez de alimentos a escala mundial y el incremento de sus precios internacionales, la sociedad revalorará la producción de alimentos frente a otros derechos humanos, y estará dispuesta a realizar las inversiones que se reclaman para lograr la seguridad alimentaria durante el siglo XXI”. Aun con esta decisión, la tarea es enorme porque hay que enfrentar simultáneamente la inversión diferida en el suelo y agua, aprovechar la reserva de tierras de labor, de agua dulce y de la fitodiversidad, y también incrementar la tolerancia de los cultivos al calor extremo y a la sequía.

Es de la mayor prioridad atender al sector campesino, particularmente en tierras de labor de ladera, por su importancia social, su mayor atraso relativo y por su potencial para aumentar la producción. Se requieren tecnologías multiobjetivo que atiendan: 1) la erosión, 2) el incremento del ingreso familiar, 3) conserven la materia orgánica del suelo, 4) incrementen la infiltración del agua de lluvia.

El riesgo mayor para la sostenibilidad de la producción de alimentos bajo riego a lo largo del siglo es la predicción de menor precipitación en el norte y centro del país, con lo que habrá menos agua en las presas, y esto se combinará con mayores demandas de riego a los cultivos. Será clave incrementar drásticamente la eficiencia del agua de riego. Una ruta complementaria para el país es aprovechar la reserva de agua dulce del sureste del país, donde escurre al mar sin uso para riego el equivalente a casi el doble de la capacidad de almacenamiento con cuenta el país en la actualidad. México tiene los recursos naturales para alcanzar y sostener su seguridad alimentaria frente al cambio climático inminente, pero tendrá que hacer inversiones cuantiosas.

Trato diferenciado a campesinos

  • Heladas en Tlaxcala, Hidalgo y Puebla generan inseguridad alimentaria

El cambio climático afecta por igual a todo el campo de México: a fines de 2010 y principios de 2011 las heladas dañaron las siembras del ciclo otoñoinvierno, y lo más destacado fue la afectación de unas 400 mil hectáreas de granos en Sinaloa, más de 300 mil de ellas de maíz. Posteriormente la sequía hizo estragos en todo el norte y centro de la República, con daños muy visibles en la ganadería y pérdidas en cultivos, particularmente frijol, y luego nuevamente las heladas se hicieron presentes, pero ahora en Tlaxcala, Puebla e Hidalgo.

Sin embargo, la forma de reaccionar de parte del gobierno federal no es la misma. Mientras a los productores de Sinaloa la Secretaría de Agricultura (Sagarpa) les brindó un apoyo inmediato y múltiple por alrededor de 8 mil 500 pesos por hectárea, y sin límite de superficie, con la intención de que se realizara la resiembra y con el argumento de asegurar el abasto –dada la predominancia de Sinaloa en la oferta maicera anualizada del país–, los apoyos para enfrentar los efectos de la sequía fueron tardíos, insuficientes y limitados, según las organizaciones de productores, y los campesinos de Tlaxcala, Puebla e Hidalgo dañados por las heladas de fines de 2011 recibieron la oferta de compensaciones por únicamente mil 200 pesos por hectárea y eso sólo para algunos, no para todos.

El pasado 7 de diciembre un grupo de campesinos, representantes de un conglomerado de unas 80 mil familias de esos tres estados, se manifestaron frente a las oficinas centrales de la Sagarpa en el Distrito Federal, con la exigencia de tener un trato igualitario respecto de Sinaloa. Víctor Suárez, director ejecutivo de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC), participó en la movilización y declaró que 65 municipios de las tres entidades habían sufrido daños drásticos por heladas en sus siembras de primavera/verano de granos, ello sin contar la afectación en otros cultivos como calabaza, tomate y amaranto.

La oferta de la Sagarpa para atenderlos era y sigue siendo de mil 200 pesos por hectárea (con límite en tres hectáreas), pero sólo para la superficie con declaratoria de desastre, “y ésta es incompleta pues excluye a más de 25 municipios”, sólo considera 40, según dijo Suárez, y el recurso –que se deriva de un seguro contratado por la propia Sagarpa para daños climáticos– es claramente insuficiente para indemnizar a los campesinos, pues, agregó, el promedio del costo de producción para maíz, trigo y cebada en los tres estados es de ocho mil 500 a nueve mil pesos por hectárea.

Además muchas organizaciones y productores afectados contrataron créditos para la adquisición de sus insumos (semillas, fertilizantes, etcétera) que no podrán pagar y tampoco podrán acceder a créditos en los años siguientes.

“¿Por qué razón a Sinaloa se le apoya de esta manera correcta justa y cuantiosa, que le permite resarcir sus pérdidas y encaminarse inmediatamente a un programa de resiembra, y por qué a los campesinos de Tlaxcala, Hidalgo y Puebla se les discrimina? ¿Por qué ese trato desigual?”, preguntó Víctor Suárez en la movilización y consideró que en el fondo hay racismo y discriminación en las decisiones de la autoridad, pues los sinaloenses son productores ricos, con antecedentes europeos, mientras que en el centro del país los campesinos son de origen indígena y minifundistas.

Inseguridad alimentaria. El otro tema de fondo, agregó, “es que las cosechas se perdieron, no hay ingresos, ¿de qué va a vivir la gente y sus familias en estos meses?” La situación es difícil pero se va a tornar peor posteriormente porque los pocos granos que se tienen en almacén se van a agotar, no habrá alimentos para los animales de corral y “veremos no sólo un aumento en la pobreza sino situaciones de franca hambruna” en los tres estados mencionados, dijo, y lo comentaron también los campesinos manifestantes.

Según estimaciones de Suárez, el apoyo requerido para los campesinos de las tres entidades sumaría unos tres mil millones de pesos, tanto para cubrir pérdidas todas y pagar todos los adeudos, como para un programa de empleo temporal (para asegurar ingresos a los campesinos) y apoyar la preparación de tierras y la adquisición de insumos para el siguiente ciclo primavera-verano.

En cuanto a la sequía –que afectó a 19 estados en forma grave– en noviembre pasado, en el marco de un taller para periodistas, el titular de la Sagarpa, Francisco Mayorga, contestó a preguntas relativas a por qué a Sinaloa se le apoyó de forma expedita y generosa y a los campesinos de otros estados que expresaban desesperación por la sequía se les ponía límites para el auxilio. El funcionario dijo que las heladas de Sinaloa fueron en un lapso muy definido y la urgencia del recurso se justificaba porque éste serviría para la resiembra. Y mientras, la sequía se presenta en periodos diferenciados en las regiones. De cualquier manera ofreció que los campesinos serían atendidos.

A principios de enero de 2012 el subsecretario de Desarrollo Rural de la Sagarpa, Ignacio Rivera Rodríguez, informó que la sequía de 2011 –que afectó de forma “extrema” a Chihuahua, Coahuila, Durango, San Luis Potosí y Zacatecas, y de forma “severa” a Aguascalientes, Guanajuato, Hidalgo, Jalisco, México, Michoacán, Nayarit, Nuevo León, Querétaro, Sinaloa, Sonora, Tamaulipas, Veracruz y Yucatán– fue atendida por el gobierno federal con un programa que implica no sólo el pago de seguros (que, cabe decir, no se especificó el monto, pero, se sabe, son limitados respecto de las superficies afectadas), sino inducción para la reconversión a cultivos con menor demanda de agua (en 128 mil hectáreas), “reubicación” de la producción de maíz en el sur-sureste (200 mil hectáreas) y despoblamiento de ganado vacuno. Asimismo, acciones que aseguran el alimento y la disponibilidad de agua en las zonas más vulnerables y una transferencia a los gobiernos de los estados por mil 159 millones de pesos para apoyar a los productores que no tienen acceso a seguros comerciales.

El propio subsecretario anunció que en 2012 el de seguros catastróficos permitirá tener una cobertura superior a los 18 mil millones de pesos para productores agrícolas y ganaderos de bajos ingresos y sin acceso al seguro comercial en 9.4 millones de hectáreas y 5.6 millones de unidades animal. Y por primera vez la Sagarpa ofrecerá una cobertura catastrófica para productores con acceso al seguro comercial, lo que brindará protección por un estimado de 6.3 mil millones de pesos en al menos 2.1 millones de hectáreas. “De esta manera, se tendrá un aseguramiento para 11.5 millones de hectáreas y 5.6 millones de unidades animal”.

Estas declaraciones fueron posteriores al conflicto generado a fines de diciembre de 2011 y principios de enero de 2011 luego de que el presidente Felipe Calderón vetó un decreto votado por el Congreso el 15 de diciembre, que ordenaba la creación de un fondo especial de diez mil millones de pesos del presupuesto 2012 a los estados afectados por la sequía. Las bancadas del PRI, PAN, PRD, PT, Convergencia y PVEM demandaron al Ejecutivo atender tal decreto, pero Calderón insistió en que su administración no puede disponer de recursos para destinarlos a tal emergencia nacional Dijo que no puede actuar de manera irresponsable ni sacarse de la manga dicha cantidad de dinero “así como así” y afirmó que el Fondo de Desastres Naturales (Fonden) había sido cambiado en sus reglas con el fin de que los municipios que padecen sequía tengan acceso a dichos recursos (LER).


Luis Eduardo Pérez Llamas, impulsor de tianguis orgánicos

Mercados orgánicos en auge; las urbes, objetivo prioritario

El interés de los consumidores por acceder a alimentos sanos, libres de agroquímicos y cultivados con aguas limpias se hace cada vez más patente con la concurrencia a los mercados y tianguis de productos orgánicos, los cuales están en proceso de crecimiento en México, sobre todo en zonas urbanas. Allí la interacción directa con el productor genera confianza; abre la posibilidad de conocer de primera mano la forma como se cultivan o procesan los alimentos, y permite precios accesibles, en muchos casos los mismos que pagan los distribuidores.

De acuerdo con Luis Eduardo Pérez Llamas, uno de los promotores de estos espacios –participante en el Foro Tianguis Alternativo de la Ciudad de México Colectivo Tejiendo Redes entre el Campo y la Ciudad–, desde hace unos diez años en el país se ha dado un movimiento fuerte de estos tianguis y mercados.

Explicó que la Red Mexicana de Tianguis y Mercados Orgánicos, coordinada desde la Universidad Autónoma Chapingo (UACh), ha sido la principal impulsora, pues ha coordinado trabajo que ya existía y trabajo nuevo; las ciudades de Guadalajara, Oaxaca, Tlaxcala, Puebla, Xalapa, Coatepec, entre otras, insertas en esa red, tienen una experiencia grande ya de tianguis, y si bien es cierto que se han abierto también estos mercados en zonas rurales, la mayoría se ubica en los centros urbanos, pues “allí está la gente sensible a la compra de estos productos, y con poder adquisitivo”.

De acuerdo con la Secretaría de Agricultura, la producción de cultivos orgánicos en México creció muy rápido en los 15 años recientes, al pasar de 25 mil a 400 mil hectáreas; en todo el mundo la superficie de orgánicos suma 33 millones de hectáreas, y siete países concentran el 70 por ciento (Australia, Argentina, Italia, Reino Unido, Uruguay y Alemania).

Los productores involucrados en la producción orgánica son, según la propia Sagarpa, alrededor de 130 mil en todo México. Y las regiones con más producción son Chiapas, Oaxaca, Michoacán, Chihuahua, Sinaloa, Baja California Sur, Colima y Veracruz. Los principales productos orgánicos en el país son: café, miel, cacao, aguacate, mango, piña, plátano, naranja, ajonjolí, maíz, nopal, vainilla, leche y sus derivados, huevo y plantas medicinales, y se empiezan a identificar algunos productos procesados como carnes y embutidos, jugos, galletas y mermeladas entre otros.

Es un hecho que la mayoría de los alimentos orgánicos se destinan al comercio exterior (entre 80 y 90 por ciento), pero la fórmula de los tianguis, de acercar a los productores a los consumidores, busca modificar esta tendencia.

Respecto de Ciudad de México, el principal centro consumidor del país, Pérez Llamas comenta que desde los años 90s hay una red de productores establecida aquí, pero en ese entonces “no contaban con este tipo de mercados. Lo único que ocurría era que cada tres o cuatro meses había eventos, ferias orgánicas en distintos puntos de la urbe. No había un solo mercado periódico donde se pudiera trabajar cuando menos una vez a la semana”. Lo que surgieron después fueron tiendas especializadas en productos orgánicos.

El Colectivo Tejiendo Redes impulsó una iniciativa desde hace tres años. En mayo de 2009 inició un primer intento de mercado local de productos orgánicos con la relación del productor directa con el consumidor; fue en la colonia Villa de Cortés, en la calle de Laura 82. El esfuerzo duró poco tiempo pues el lugar era muy pequeño, es una casa, y devino en una tienda alternativa, que hoy ofrece una combinación de medicina natural, talleres y cocina vegetariana. Los productores van allí y dejan su producto, no lo comercializan directamente. De manera regular se encuentran verduras, frutas, huevo, lácteos, etcétera, “y sigue resultando un espacio muy interesante”.

Entonces el Colectivo decidió crear un tianguis nuevo en la colonia Roma Norte (está en la avenida Álvaro Obregón 185, entre Monterrey y Tonalá, con horario de 10:00 a 17:00 horas), el cual abre sus puertas los domingo cada 15 días (sus próximas fechas son 29 de enero, 5 y 19 de febrero) y hasta hoy ha trabajado sietes domingos, con la asistencia de entre cien y 200 consumidores en cada ocasión.

Este tianguis tiene la modalidad de ofrecer charlas con especialistas y talleres con temas de interés para consumidores y productores. Por ejemplo, en diciembre hubo una plática sobre el papel de los medios de comunicación ante las catástrofes ambientales; niños y adultos elaboraron un mural colectivo sobre lo que comemos y lo que deberíamos comer, hubo una charla sobre la certificación participativa –esquema que permite garantizar la calidad orgánica de los productos sin necesidad de sellos establecidos por terceros, y con la ventaja de que los productos no se encarecen a causa de los sellos–, y el 15 de enero hubo una plática con una nutrióloga sobre el valor alimenticio de los cereales y otra sobre el maíz transgénico y el derecho a la alimentación.

Aquí agricultores, algunos de las delegaciones rurales de la Ciudad de México, ofrecen lácteos orgánicos, hortalizas –como zanahoria, brócoli y berenjena–, tés medicinales, miel y otros productos apícolas y café molido, pero también algunos productos procesados como vinos y vinagres, dulces de amaranto y otros artesanales, aceites aromáticos y embellecedores. “La mayoría somos productores, pero algunos acopiamos para completar la oferta. Hay ciertos productos que el púbico consumidor de orgánicos busca, como arroz Pijije de Campeche o jarabe de agave de Jalisco, o productos de la marca Manantial de las Flores de Veracruz, y si bien estamos aquí impulsando el mercado local no estamos cerrados a acercar este tipo de productos que busca la gente”, dice Luis Eduardo Pérez.

Los productores que participan en este tianguis están vinculados a tres redes: una del corredor Teotihuacán-Texcoco, otro de Tlalmanalco-Amecameca y una red de productores de la Ciudad de México conformada desde hace 15 años en la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco. Asimismo, hay productores que vienen de Morelos, con soya, y de Tlaxcala, con trigo.
(Lourdes Edith Rudiño).