El fin de la aventura
Mancera, candidato
Los nuevos retos del ex procurador
a cara de los contendientes no dejaba lugar a duda: habían comido de la misma sopa, y el sabor amargo del potaje quedó impreso en su gesto. Había que estar presentes en el momento en que se anunciara que la aventura había terminado. Miguel Ángel Mancera nada más aguantaba la risa de contento, que estalló al final, cuando se terminaron de dar los números que ya todos conocían.
Había que destacar la unidad, y a pesar de todo estaba allí el respaldo que requiere no nada más la candidatura de Mancera, sino la posibilidad de que la izquierda siga gobernando en el DF. Faltó Alejandra Barrales, que desde hacía rato había manifestado su desacuerdo con el método, y congruente con su dicho, sin romper con las izquierdas, aunque más lejos que nunca de Marcelo Ebrard, desairó la reunión, y con algunos de su grupo más cercano decidió echar para adelante, en el entendido de que ya no había remedio.
El sentido común, más que las encuestas, decidió, antes incluso que las mediciones, que Mancera se alzara con el triunfo. Las señales, que parecían confusas, iban delineando el horizonte. Luego del primer mitin de Andrés Manuel López Obrador en la delegación Gustavo A. Madero, al que asistieron todos los que en ese momento pretendían la nominación, incluido Mancera, el ex procurador nunca más se presentó en la gira, aunque todos los demás sudaban junto con López Obrador la dinámica de la gira.
Hubo quien entonces descartó a Mancera, pero fue el mismo López Obrador quien, a su paso por la delegación Tláhuac, muy en su estilo, definió al futuro abanderado de las izquierdas. Y luego el gesto de Mancera de renunciar a la procuraduría y no pedir licencia para ausentarse del cargo acabó con los rumores que descartaban al doctor en derecho penal.
Después, cuando rindió su cuarto informe de labores como procurador, aparecieron como hongos, por toda la ciudad, los carteles que dejaban en claro que Mancera estaba listo para la contienda. Cumplió con todo, incluso con el protocolo de dar aviso a Los Pinos de que dejaba el cargo.
Y llegó el día, las sorpresas se descartaron; el ambiente, si no frío, resultaba desposeído de las pasiones a las que nos tiene acostumbrados la izquierda. Los discursos no aportaban nada. Eran, más que nada, cumplidores, y Mancera, que en sus apariciones en público, cuando tiene que hacer uso de la palabra, regularmente improvisa, esta vez leyó un mensaje sin sal ni pimienta.
Son muchos los pedazos del rompecabezas que significan poner de acuerdo al PRD, y ésa será una de las primeras tareas que habrá de resolver el candidato de las izquierdas. Pero hay mucha confianza en que esta vez, con Mancera, se deberán dejar algunas de las rémoras, de los lastres en el camino, para gobernar con la libertad que requiere la ciudad.
Aún no termina la historia, pero el buen camino lo habrá de definir el carácter de Miguel Ángel Mancera, porque ya son sabidas las historias de chantaje que desde las tribus se lanzan sobre los candidatos, y se tendrá que escoger, por ejemplo, entre la vida de Nueva Izquierda –que perdió todo– o la muerte total del PRD. Él sabrá.
De pasadita
Y ya que andamos por los caminos electorales, nos cuentan que Beatriz Paredes citó no hace mucho a unos vecinos de Las Lomas para presentarse como posible candidata priísta. La cita fue a las seis de la tarde; a las siete, un animador pedía a los presentes, unas 200 personas, que cuando llegara Beatriz se pararan y corearan alguna consigna que en esos momentos iban a ensayar.
A las siete y media el anuncio de ya viene
se comunicó cuando muchos, tal vez la mitad, habían decidido huir. La señora Paredes llegó después de las ocho de la noche, y aunque había quien le recomendó que ya no llegara, porque sólo quedaban muy pocos, 50 o tal vez menos, ella quiso entrar, y todos quedaron con cara de ¿what? cuando la diputada federal priísta lanzó un regaño a los que se habían ido, por no esperarla. Así nos lo contaron.