n los últimos días del año pasado, circuló por Internet (y llegó a mi buzón de entrada) un documento ciertamente interesante, que por una parte invita a la reflexión y, por otra, convoca a poner manos a la obra.
El documento en cuestión fue generado por la Coordinación Nacional del Sistema Nacional de Fomento Musical, y fue dirigido fundamentalmente a los directores de las orquestas mexicanas. La materia medular del texto es una invitación clara y directa a que nuestras orquestas dediquen parte de su trabajo en 2012 a programar y ejecutar obras sinfónicas mexicanas. Sin duda, se trata de una idea noble, admirable y plausible; ¿quién negaría los beneficios y bondades que hay en el hecho de que las orquestas interpreten y el público escuche la música orquestal de los compositores mexicanos? El problema es que tal invitación sea necesaria, porque su existencia y amplia circulación indica más allá de toda duda que hay una importante tarea pendiente, y que en lo general no se está cumpliendo.
Más allá del interés sustancial que hay en lo medular de esa invitación, los detalles que la complementan tienen atractivos particulares. El CNCA, institución a la que está adscrito el Sistema Nacional de Fomento Musical, ofrece hacerse cargo de una parte importante de los derechos de autor que generen las interpretaciones de música sinfónica mexicana en el contexto de este proyecto. Se ofrece, asimismo, facilitar la presencia de los compositores vivos en las sedes en las que su música sea programada, no sólo para que asistan como mudos testigos de las ejecuciones, sino para que entablen un diálogo productivo con los directores, los músicos y el público. El plan contempla también que las interpretaciones de las obras orquestales mexicanas sean videograbadas y retransmitidas por Canal 22; se prevé también la transmisión radiofónica de las ejecuciones y la producción de los discos compactos correspondientes (aquí se menciona la participación directa de Radio Educación) para su divulgación y para el enriquecimiento de diversos acervos fonográficos, fundamentalmente el de la Fonoteca Nacional.
Una faceta realmente interesante de esta propuesta es el hecho de que la invitación viene acompañada de un extenso documento de más de 300 páginas, preparado por la musicóloga Xochiquetzal Ruiz Ortiz con el título Guía práctica para la programación de la música orquestal mexicana – Siglos XIX, XX y XXI. Más que un simple listado de obras, se trata de un auténtico trabajo de investigación, organizado y sistematizado a partir de diferentes criterios que pueden ser de gran utilidad al momento de elegir y programar música. Una somera inspección del catálogo permite descubrir una cantidad asombrosa de música orquestal mexicana y, a la vez, confirmar que sólo una fracción insignificante de ese acervo ha sido difundida. Materias para la reflexión: ¿qué porcentaje de esa prolija lista de partituras permanece sin haber sido estrenado? De aquellas que sí han sonado, ¿cuántas se han interpretado una sola vez para después caer en el olvido? ¿Cuántas han sido editadas y son accesibles para los músicos? De entre todas ellas, ¿cuántas han sido grabadas en discos de circulación general? ¿Será posible, algún día, para no pedir demasiado, que por cada 10 mediocres y rutinarias ejecuciones del Huapango se hiciera una de la Quinta sinfonía de Huízar? ¿Llegará el momento en que el cansino modelo de programa sinfónico Beethoven-Chaikovski-Brahms sea equilibrado con el modelo Lara-Pomar-Carrillo?
Más allá de estas y tantísimas otras especulaciones posibles, el hecho medular es que, en efecto, existe un hueco enorme y profundo en el ámbito de la divulgación de nuestra música sinfónica. Y como parece evidente que el círculo vicioso no lo va a romper el conformista, apático y mediatizado público de nuestras salas de conciertos, una vez más el balón está en la cancha de las instituciones, las orquestas y los directores. Es evidente que asuntos como éste no se pueden ni se deben resolver por decreto. Al menos, hoy circula una propuesta concreta y tangible. ¿Se volverá también audible? Habrá que preguntarlo al final de 2012.