Crean mural poliangular durante la impartición de un taller a cargo de Polo Castellanos
Los temas elegidos por ellas fueron la esperanza, la fuerza y el tiempo, indica el artista
La finalidad del proyecto, auspiciado por la UNAM, no fue la caridad, sino la organización colectiva
Sábado 14 de enero de 2012, p. 3
Ideas y sensaciones sobre el tiempo, la fuerza y la esperanza han sido plasmadas en la sala chica del penal de Santa Martha Acatitla por alrededor de 50 mujeres que, dirigidas por el artista Polo Castellanos, aprendieron a hacer muralismo.
El proyecto del Programa Universitario de Estudios de Género de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) organizó la impartición de un taller, así como la creación de un mural poliangular dentro de ese centro de reclusión, el cual estuvo terminado luego de casi dos meses de trabajo sobre aproximadamente 50 metros cuadrados.
Desde un principio, explica Polo Castellanos, se planteó que ambas actividades fuera una acción colectiva, de participación y organización. Durante el proceso creativo y conforme nacían nuestras necesidades tanto individuales como comunes, un brochazo llevaba a una reflexión y ésta culminaba en otro brochazo
.
Así, de un momento a otro pasábamos de la angustia y el llanto a las carcajadas que, frente a las tragedias individuales, comenzaron a llenar de luz y alegría los rincones de Santa Martha Acatitla. Todo lo que se tocaba, se hacía y se discutía estaba henchido de emociones
.
Se dice, agrega el muralista, que en los penales los muros oyen y eso cambió, porque aquí los muros comenzaron a hablar y, en lo personal, comencé a sentirme uno más de este colectivo, aprendí a hablar en femenino que es la forma en como se debe hablar cuando las mujeres son mayoría.
De esta manera nos convertimos en una voz, y en el mural y el resto de las compañeras internas fuimos interlocutoras
, manifiesta Castellanos.
Incluso, dice el artista, los temas de la esperanza, la fuerza y el tiempo fueron decididos por las mismas internas, quienes descartaron pintar aspectos relacionados con la violencia y la injusticia.
Las mujeres que participaron, en su mayoría viven casos espeluznantes de condiciones de desigualdad y de impartición de justicia que son verdaderamente inconcebibles.
A partir de ahí, prosiguió el muralista, surgieron las más variopintas expresiones, las cuales se dejaron escuchar conforme aparecieron los primeros trazos en el muro, el cual tiene forma de caracol.
Los comentarios eran diversos. Desde los más ofensivos hasta los más jocosos, como: esos brazos parecen penes
, llegó a decir una de ellas.
A partir de ese momento, recordó Polo Castellanos, el tema se decidió de manera colectiva: Queremos hablar sobre el tiempo, sobre la solidaridad, la unidad y la fuerza entre nosotras y sobre la esperanza; queremos hablar para nuestras familias y nuestros niños cuando vienen a la visita y también para compañeras que van llegando, que sientan que no van a estar solas
.
También se formaron brigadas de trabajo, la designada como Esperanza: responsable de generar un bosque lo suficientemente grande y bello como para que nos perdiéramos todas. La de la Fuerza: responsable de juntar nuestras manos, sin perder su carácter individual, como símbolo de unidad.
Además, la del Tiempo, nuestra brigada más grande, la responsable de coordinar el tiempo colectivo, organizar y distribuir los espacios del tiempo individual para que todas pudiéramos expresar nuestras ideas y vivencias personales en pequeños relojes de arena en los que todas las compañeras que quisieran tuvieran voz
.
No obstante, Castellanos aseguró que la idea esencial del proyecto era establecer la organización colectiva entre las internas y no el arte como terapia ocupacional.
Hay que dejar varias cosas en claro: el muralismo no vino para hacer obras de caridad a Santa Martha Acatitla ni asistencialismo, como es costumbre de asociaciones, sectas y hasta del mismo Estado; ni a evangelizar con discursos sobre el bien y el mal con las sagradas escrituras de las nuevas inquisiciones
.
El arte al igual que la educación, forman parte esencial de los motores de desarrollo de cualquier sociedad que se jacte de ser justa, digna y democrática. Si esto lo hiciéramos efectivo, probablemente las cárceles del país estarían vacías. Pero México, está cada vez más lejos de eso
, concluye Castellanos.