Es resultado de la inseguridad: experta
Jueves 12 de enero de 2012, p. 14
El crecimiento de la violencia y la inseguridad en el país hace que cada día sea más frecuente que los ciudadanos experimenten situaciones extremas que pueden provocar estrés postraumático, aseveró María Consuelo Hernández Troncoso, del Centro de Servicios Sicológicos Guillermo Dávila, de la Facultad de Sicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
En ese centro, donde se atienden casos de jóvenes que han sido víctimas de algún tipo de violencia (asaltos y secuestros, entre otros), 45 por ciento de los pacientes presentan algún trastorno de ansiedad y, dentro de éste, el estrés postraumático ocupa alrededor de 70 por ciento.
La especialista refirió que antes veíamos el trauma como producto de algo eventual o lejano, (pero) hoy es el pan de cada día. No sólo lo compartimos vía los medios masivos de comunicación, sino que también afecta a personas cercanas a nosotros
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En el primer semestre de 2011, el Centro de Servicios Sicológicos recibió 722 pacientes (52 por ciento mujeres, 40 por ciento hombres y el resto niños). Esto no significa que los varones tengan menos experiencias, sino que las mujeres buscan ayuda con más frecuencia ante hechos violentos, mientras los primeros canalizan la tensión de otras formas, como las adicciones al alcohol o las drogas.
El estrés postraumático es una experiencia extrema a la que se expone cualquier persona, puede ser sicológica o física, y pone a prueba las capacidades de respuesta. Si la experiencia sobrepasa la capacidad de control, se torna intolerable e irremediablemente dolorosa.
La académica explicó que el estrés trastorna el comportamiento de los individuos, altera el sueño e interfiere en los ámbitos donde se desarrolla, afectando sus actividades académicas, escolares, sociales y familiares.
También se manifiesta miedo extremo, temor a salir, la persona se siente perseguida y en sus pensamientos vuelve a rexperimentar la situación que la afectó. Otros síntomas son desconfianza, evitar asistir a lugares que le evoquen la experiencia, irritabilidad, problemas de concentración e interacción con otras personas, afirmó.
Los síntomas aparecen casi un mes después de que se presentó la situación traumática. Pero “si dejamos que la respuesta de alerta intensa –que se vivió en una situación– se convierta en patrón de comportamiento antisocial, con el tiempo puede asociarse a problemas de depresión, ansiedad, ataques de pánico y miedo irracional que daña la calidad de vida”, señaló Hernández.