Opinión
Ver día anteriorJueves 12 de enero de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Una gran epopeya cubana
L

a gesta alfabetizadora cubana constituyó uno de los movimientos de masas más abarcadores y promotores de la educación política de un pueblo que se hayan llevado a cabo. En un estimado conservador puede afirmarse que algo más de 65 por ciento de la población estuvo estrechamente vinculada de una u otra forma a la Campaña Nacional de Alfabetización (CNA). Es muy fácil comprenderlo si a las cifras expuestas en la primera parte de este artículo añadimos las decenas –o cientos– de miles de activistas de las Comisiones de Alfabetización en las instancias nacional, provincial y municipal. Eran miembros de la Asociación de Jóvenes Rebeldes, las organizaciones estudiantiles, femeninas, campesinas, barriales, profesionales, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y de las Organizaciones Revolucionarias Integradas, nombre que recibía entonces el partido dirigente de la revolución. Debe considerarse, además, la absorción por sus compañeros de las labores que dejaban en los centros de trabajo los 15 mil brigadistas obreros Patria o Muerte movilizados como refuerzo en los tres meses finales de la campaña. Fidel Castro, estratega de todos los grandes movimientos de masas de la revolución cubana y sistemático impulsor de la campaña de alfabetización, afirmó: No hacían falta tantos recursos económicos, muy pocos recursos económicos. Hacían falta recursos humanos, y las naciones tienen grandes recursos humanos, pero sólo las revoluciones pueden movilizar todos los recursos humanos de un pueblo.

La revolución cubana alfabetizó hasta diciembre de 1961 a 807 mil 212 ciudadanos pues 100 mil ya habían sido liberados de ese flagelo durante la guerra de liberación y los años 1959 y 1960, como señaló entonces el ministro de Educación Armando Hart Dávalos en el informe final de la CNA. Hart supo interpretar cabalmente las concepciones de Fidel y de Martí sobre la educación y las aplicó y desarrolló con enorme creatividad. Fue el artífice de la gran revolución educacional y cultural que se venía gestando desde enero de 1959 en el ministerio a su cargo. Tuvo la visión de reunir en torno suyo a los más capaces y experimentados educadores de Cuba, promover el debate entre ellos para llegar a las mejores síntesis en la práctica y la teoría pedagógicas. Acostumbraba aplicar los proyectos casi siempre de modo experimental y sólo se generalizaban una vez puestos en práctica y analizados los resultados, desde la comprensión de que toda idea o método envejecen por mejor formulados que sean. Pude participar de esta práctica pedagógica con mucha frecuencia junto a Raúl Ferrer, uno de aquellos pedagogos, viejo militante comunista además de líder magisterial, poeta de raigal cubanía, muy identificado con las ideas de Hart y Fidel. Recuerdo también con afecto y respeto a Abel Prieto (padre), José Aguilera Maceiras, Gaspar Jorge García Galló, Juan Mier, Dulce María Escalona y Cordelia Navarro. Ellos encarnaban las tradiciones patrióticas, rebeldes e innovadoras de la escuela cubana surgida junto a (y forjadora de) la nacionalidad, desde comienzos del siglo 19. Abrevaron del ideario pedagógico de Félix Varela, José de la Luz y Caballero, José María Mendive, José Martí y Enrique José de Varona: profundamente anticolonialista, antirracista, antimperialista e inspirado en muy diversas corrientes del pensamiento humanista. Entre ellas el marxismo, presente en la educación cubana desde el primer cuarto del siglo 20 y de la que la Universidad Obrera fundada por Julio Antonio Mella es un alto exponente. También cabe recordar los esfuerzos educativos gestados desde fines del siglo 19 y principios del 20 por los sindicalistas anarquistas. La lucha por la educación popular ha estado plasmada en los programas revolucionarios cubanos de todas las épocas.

Uno de los grandes méritos de la revolución cubana en sus primeros años es haber sido capaz de conducir simultáneamente la alfabetización y, en perfecta sincronía con ella, otros grandes movimientos de masas como las trasformaciones agrarias, la organización y funcionamiento –sin refacciones– de la industria socialista y la creación de un gran ejército popular capaz de derrotar y disuadir al enemigo imperialista. Estudiar cómo esto fue posible en las difíciles condiciones de penuria de cuadros calificados, constantes agresiones terroristas y bloqueo yanqui puede aportar valiosísimas claves para realizar con éxito las transformaciones que actualmente implementa Cuba.