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2012: candidatos y necesidades
E

l 2012 promete ser un año difícil. En las expectativas más optimistas se espera que las principales economías del mundo muestren situaciones de estancamiento, pero hay casi consenso en el sentido de que la recesión es un escenario más probable. Ningún país del mundo estará al margen de estas dificultades. Hasta las naciones emergentes más poderosas, como China, India y Brasil, enfrentarán desafíos que afectarán sensiblemente su desempeño. Las economías dependientes del funcionamiento de países con dificultades, como la mexicana, irremediablemente se verán afectadas.

Los problemas, sin embargo, no se limitarán a este año. En realidad, todo indica que los siguientes serán de vacas flacas. Estamos en presencia de un ciclo recesión-estancamiento-recesión que podría durar buena parte de esta década. Junto con los problemas de deuda soberana, la situación financiera de los bancos con importancia sistémica indica que las dificultades de los próximos años estarán en los mercados financieros, lo que significa que el crédito se contraerá.

Por esta razón resulta fundamental la propuesta de una estrategia nacional para enfrentar una época de complicaciones económicas. Esta estrategia debiera ser crucial en la decisión que los votantes mexicanos tomarán en julio próximo. Los candidatos de las tres fuerzas políticas contendientes tendrán que plantearle a la ciudadanía sus propuestas para que la economía resista los vientos recesivos, al tiempo que se actúa para atacar desafíos básicos que no se han resuelto.

Dos grandes temáticas dominarán la confrontación programática en materia económica. Uno es el de la dinámica económica y otro el de la desigualdad y la concentración. Formular planteamientos claros y realizables, asumiendo compromisos exigibles, debiera considerarse indispensable para valorar la calidad de la propuesta política de los candidatos.

Desde la implantación de las reformas neoliberales la dinámica económica ha estado lejos de los requerimientos nacionales. Los ritmos de crecimiento económico mexicanos han sido mediocres, lo que nos ha rezagado de economías como la brasileña, que no sólo ha tenido un éxito económico importante, sino que ha logrado una sensible reducción de los niveles de desigualdad. En la base de la mediocridad económica está la insuficiencia de la inversión. Esta insuficiencia no se resolverá con la apertura a la inversión privada en Pemex; sin embargo, las definiciones a este respecto deberán considerarse.

Una propuesta importante deberá formularse en materia fiscal. Los requerimientos nacionales obligan a incrementar la recaudación a niveles compatibles con otras economías emergentes. Esto no puede soslayarse y aunque es útil proponer reducciones salariales sustanciales para los altos niveles gubernamentales, es evidentemente insuficiente. La inversión pública deberá aumentar sensiblemente, sin que se incremente el endeudamiento público. En este aspecto la reanimación de la banca de desarrollo podría tener un papel relevante.

El tema de la concentración económica tiene que abordarse con claridad. Los casos emblemáticos son la televisión abierta, la telefonía y la fabricación y distribución de cerveza, entre otros, pero los oligopolios predominan en casi todos los mercados. Los costos que genera esta oligopolización son enormes y los pagamos todos. El asunto involucra también a sindicatos, de modo que actuar contra la concentración tiene que proponerse limitar el poder de los grandes sindicatos. Comprometer acciones firmes en este campo es indispensable.

La disminución de la impresionante desigualdad tendrá una connotación fundamental. No se trata de repetir consignas, pero es indispensable formular una propuesta cuidadosa que permita redistribuir el ingreso lo que, además, tendría efectos importantes en la ampliación del mercado interno.

Este conjunto de ideas es parte de la estrategia que proponen partidos y de candidatos. Lo relevante ahora es ubicarla dentro de una formulación que no sólo enfrente el desafío de la crisis global, sino que lo haga con una clara connotación social. El éxito o fracaso electoral de la propuesta puede estar precisamente en este planteamiento.