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Celac: bolivarismo, nacionalismo y socialismo
L

uego del frustrado lance de caballeros con el embajador de Washington en La Paz y el impacto de sus disertaciones bolivarianas en Santiago de Chile, Manuel Ugarte llega a Buenos Aires y, tras ocho años de ausencia, choca con el espíritu de campanario de los que dicen representar la civilización y el progreso.

En abril de 1914, cuando la Armada de Estados Unidos bombardea el puerto de Veracruz, Ugarte funda la Asociación Latinoamericana para Defender la Revolución Mexicana, y se enfrenta con el Partido Socialista Argentino (PSA), que prefiere saludar la apertura del Canal de Panamá y la visita a la capital argentina del campeón del big stick, Teodoro Roosevelt, al que los socialistas califican de gran demócrata moderno.

Expulsado del PSA, Ugarte prosigue su gira por Uruguay y Brasil. En 1916, el mexicano Carlos Pereyra le envía su libro El mito de Monroe, donde lo califica de héroe de una odisea continental sin ejemplo, y al año siguiente viaja a México, invitado por el gobierno de Venustiano Carranza, quien lo recibe con honores.

En 1912, la embajada de Washington había hecho lo imposible para evitar que la voz de Ugarte fuera oída en nuestro país. Según investigaciones del periodista argentino Óscar R. González, el diario Gil Blas dice: Estados Unidos tiene miedo de la palabra vibrante del poeta argentino Manuel Ugarte, y otro periódico dice por su lado: Ugarte se ha presentado como intérprete de una idea latente en el alma de los latinoamericanos desde que la concibió Bolívar: la unión de todos los países de América que tienen alma latina (El Periodista de Buenos Aires, número 65, 6-12/1985).

Según González, los estudiantes se rebelaron contra la posibilidad de que se censure a Ugarte y mil 500 de ellos se lanzan a las calles de la capital mexicana en defensa de la libertad de prensa y, antes de llegar al Zócalo de la ciudad, se detienen en el hotel donde se aloja el argentino para homenajearlo.

En Palacio Nacional, el presidente Madero declara que su gobierno no intentará callar al visitante, pese a que la prensa estadunidense ya se ha hecho eco del asunto y no oculta que la embajada ha hecho uso de su influencia para crear obstáculos al conferencista.

En el Teatro Nuevo y frente al monumento a los Niños Héroes, Ugarte hace votos por que si un nuevo atentado se desencadena mañana sobre una de nuestras repúblicas, la opinión se levante unánime imponiendo a los gobiernos latinoamericanos la solidaridad salvadora.

Ugarte publicó en Madrid el folleto La verdad sobre México (1919), donde reafirma la defensa de la revolución frente a los ataques de la prensa yanqui. Y en 1925, tras la publicación de La patria grande (1922) y El destino de un continente (1923), intervino junto a Miguel de Unamuno, José Ortega y Gasset, Miguel Ángel Asturias, Carlos Quijano, José Vasconcelos y Víctor Raúl Haya de la Torre, en un gran acto latinoamericano celebrado en París en apoyo de la Revolución Mexicana.

La prédica latinoamericanista de Ugarte suscitó el interés de grandes personalidades: José Carlos Mariátegui lo invitó a escribir en su revista Amauta; el Partido Nacionalista de Puerto Rico lo designó delegado al Congreso Internacional de la Liga contra a crueldad y la opresión en las colonias, y el boliviano Tristán Maroff consiguió que lo nombraran cónsul del país andino en Niza.

En 1927, integrando la reducida comitiva que presiden Henri Barbusse y Diego Rivera, Ugarte visitó la Unión Soviética, y en 1928, el líder guerrillero Augusto César Sandino le agradeció sus artículos de solidaridad con la causa antimperialista de Nicaragua que aparecieron en la revista Monde, de París, en cuyo comité de redacción figuran Albert Einstein, Máximo Gorki, Upton Sinclair, Unamuno y León Perth.

El hispanismo latinoamericanista anticlerical, bolivariano, antimperialista y socialista de Manuel Ugarte no dejó lugar a dudas. En abril de 1931 se adhirió a la proclamación de la república española, saludó la insurrección de los mineros asturianos, se ofreció para colaborar con el gobierno cubano de Grau San Martín, denunció la hipocresía del congreso panamericano de Montevideo, y polemizó con el hispanismo de derechas del mexicano Carlos Pereyra.

En 1934, en la Sorbona, pronunció una conferencia sobre fascismo y comunismo, a la que asistieron cientos de jóvenes. “Entre Roma y Moscú –dijo– elijo Moscú”.

Al estallar la Segunda Guerra Mundial (1939), Ugarte declaró: “No estoy con Francia ni con Alemania. Estoy con la América Latina… No soy vagón atado a una locomotora ni tengo mentalidad de tropa colonial…” Y en 1940: “Nuestra misión no es optar entre la victoria de estos o aquellos países en guerra. Nuestra misión es preparar nuestra propia victoria… No hay que opinar colonialmente, sino nacionalmente. Iberoamérica para los iberoamericanos”.

En 1946, retornó una vez más a Argentina, donde declaró su adhesión al movimiento nacional y popular de Juan Domingo Perón. En septiembre, el gobierno peronista lo designó embajador en México, tarea que prosiguió en Nicaragua (1949) y Cuba (1950).

Manuel Ugarte murió en el balneario francés de Niza, el 2 de diciembre de 1951. La reconstrucción de Hispanoamérica fue su libro póstumo.