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Ver día anteriorMartes 20 de diciembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿Se pierde una oportunidad?
C

hile, Colombia, México y Perú están avanzando hacia una posible integración profunda de sus economías y convertirse en el motor del desarrollo de América Latina. A partir de la segunda Cumbre de la Alianza del Pacífico, celebrada en Mérida, acordaron conformar una zona de libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas, y fijaron un plazo de seis meses para que sus gobernantes firmaran el tratado constitutivo de la Alianza del Pacífico, que se llevará a cabo en junio próximo en Chile.

La idea parece muy interesante, pues por primera vez México podrá finalmente adoptar un tratado en el que no sólo se muevan libremente las mercancías y los capitales, sino también las personas. Aspiración que fue totalmente imposible de lograr con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), con Estados Unidos y Canadá, por más que se solicitó que se firmara un acuerdo paralelo que incluyera precisamente a los trabajadores migratorios. Pero quizá lo más importante fue la enorme asimetría que existía entre México y sus socios comerciales, que auguraba un futuro nefasto para nuestro país, y que se ha cumplido en la medida en que la asimetría, después de 17 años, se ha mantenido.

Recordemos que una de las ideas centrales que movió a la firma del TLCAN fue que se reducirían los flujos migratorios y se incrementaría la exportación de los productos mexicanos. Lo cual resultó una falacia, pues no se cuidó la dieta básica de los mexicanos, se puso en riesgo la seguridad alimentaria y cada vez se importa mayor cantidad de productos agrícolas. La devastación del campo dio lugar a un extraordinario flujo migratorio, campesinos que son utilizados como mano de obra barata por Estados Unidos y le permite mantener la competitividad de sus productos agrícolas, pero ha supuesto una enorme pérdida para México.

Sin embargo, si bien ésta ha sido la experiencia con el TLCAN, lo que llama la atención es que la Alianza del Pacífico entre México, Chile, Colombia y Perú, presente problemas, y serios, ante la negativa de Felipe Calderón para aceptar el libre movimiento de las personas. Calderón acepta otorgar tarjetas especiales a viajeros de negocios, pero no quiere cancelar las visas exigidas a los ciudadanos de esos países, pues señala que su gobierno tiene muchísima presión al ser país de tránsito hacia Estados Unidos (La Jornada, 5/12/11) y propone analizarlo en febrero o marzo cuando se lleve a cabo una cumbre virtual entre los presidentes de la región. Pero, tal como señala el canciller peruano, quien estuvo en nombre del presidente Ollanta Humala, si no hay libre tránsito, esta alianza será poco profunda.

Se trata de una posición realmente poco comprensible, en la medida en que justamente ese fue el problema que México tuvo con el TLCAN, que produjo el enorme incremento de trabajadores y además el mantenimiento de las diferencias salariales que beneficia básicamente al país receptor. Lo que se pone de manifiesto es la falta de soberanía del gobierno para decidir por sí mismo lo que conviene al país, y actúa en función de lo que conviene al país vecino. También preocupa que en México se sigue criminalizando la migración, en la medida en que es la Secretaría de Gobernación quien se encarga de tales asuntos, a pesar de las graves consecuencias que se han vivido con el Instituto Nacional de Migración y no acepta la sugerencia del presidente de Colombia, en el sentido de que quite la responsabilidad migratoria a los servicios de inteligencia y se los entregue a la cancillería.

¿Podría suponerse que la principal negación de México para eliminar la visa de los países de la alianza es que utilizarían el acuerdo como trampolín para migrar a Estados Unidos? Esto sería un asunto muy debatible, sobre todo si analizamos algunos datos sobre flujos migratorios. Entre los años 2005-2010 la migración neta en México fue de 361 mil personas, en Perú fue de 145 mil, Chile 24 mil y Colombia 6 mil personas.

Si bien la Unión Europea está presentando graves problemas, esto no desvirtuaría la necesidad de la integración regional latinoamericana. El ejemplo del Mercosur hay que tomarlo en cuenta. Conformado por Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay ha podido afrontar la crisis con bastante éxito, y ha sido menos intensa que la vivida por otros países latinoamericanos y, por supuesto, que las mismas economías desarrolladas. En 2009 pudo incrementar su superavit comercial gracias a la mejoraría de los saldos intra-Mercosur y por su política fiscal. La mayoría de los países optaron por reducciones de impuestos, se aumentaron los subsidios al sector productivo tanto de bienes como de servicios, se implementaron políticas comerciales a fin de desalentar las importaciones, y se promovieron las exportaciones. En cambio México, atado a Estados Unidos, vivió una profunda crisis que lo llevó a una contracción de 8 por ciento entre 2008-2009.

Ojalá que México siga pensando en la necesidad de buscar una integración regional con países latinoamericanos cuyo objetivo sea la promoción del desarrollo económico, tema que fue ignorado por el Consenso de Washington, que sólo buscó la estabilidad macroeconómica y ha llevado al país a mantener una política industrial maquiladora con graves repercusiones para el desarrollo, con empleos mal pagados, que generan poco valor agregado, etcétera.

México no puede volver a equivocarse y debe, ahora más que nunca aprovechar las oportunidades.