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Premios Nacionales

El cineasta, que habla de los temas que duelen al país, fue nombrado Premio Nacional

Jorge Fons ve al cine como arte social, donde todos dejan huella

El director de Rojo amanecer reconoció que ahora la censura se ha detenido

Es complicado que las condiciones del cine nacional mejoren: no hay partidas que estimulen la producción, dijo

Foto
Fons afirma que el galardón que le otorga el gobierno federal no le servirá para obtener más trabajo, sino para el ego, para saber que no es tan malo lo que uno ha hecho. Sobre estas líneas, el cinerrealizador en una imagen de archivo
 
Periódico La Jornada
Sábado 17 de diciembre de 2011, p. 3

El cine es un arte social en el que muchos van dejando su huella. Aunque todo se aglutine en una idea, todos dejan su esencia, su modo, aunque prevalecerá ese flujo que se junta con el de los demás. Al final son las ramas u hojas de un mismo árbol, es la reflexión de un referente del cine nacional: Jorge Fons, quien este ganador del Premio Nacional de Ciencias y Artes 2011.

Fons Pérez es director, codirector y guionista; también fue actor, asistente teatral e incluso ayudante de cámara. En varias ocasiones ha ganado el premio Ariel que otorga la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, de la cual es integrante honorario.

Fons pertenece a la primera generación de egresados del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Se ha mencionado mucho que su cortometraje Caridad (1973) es una obra esencial en nuestra cinematografía, pero ha destacado por dos películas: Rojo amanecer y El callejón de los milagros; sin embargo, ha realizado muchas otras ficciones, como Los albañiles, Los cachorros y Tú, yo, nosotros, así como documentales, en los que su quehacer lo ha mutado en radiógrafo de la realidad. Es un cineasta que habla de los temas que duelen en el país. Recientemente hizo El atentado, cinta que formó parte de las celebraciones del bicentenario, una adaptación del texto de Álvaro Uribe sobre un atentado fallido contra Porfirio Díaz.

Haciendo imágenes sueltas para la televisión, en la que por cierto ha dirigido capítulos de telenovelas como El vuelo del águila, Fons charla con La Jornada so pretexto de su galardón.

Dice que para él los tópicos en la actualidad giran en torno a la injusticia y la desigualdad, dos grandes motores temáticos en los cuales se generan un montón de historias. Desigualdad e injusticia de un sistema que no da para más y ha entrado en franca decadencia. Lo que digo son quimeras, aspiraciones a una sociedad mejor conformada y consciente. Sociedad que tuviera menos motivos de avergonzarse de sí misma, como la nuestra.

Nacido en 1939 en Tuxpan, Veracruz, pero quien pasó su infancia en Tlalnepantla (donde recuerdo que otrora íbamos a funciones dobles, en las que primero proyectaban una cinta de guerra estadunidense y luego, la estrelar: una mexicana), considera que ahora, trabajar en México “en lo que es lo tuyo, es un lujo, sobre todo en algo como contar historias por medio de una cámara.

Los compas andan muy desempleados, y es doloroso. Trabajar en cine es muy espaciado, siempre hay poco y la paga es baja. No tenemos un mercado grande y todo se hace con base en achicar los costos, principalmente los sueldos.

Más que nadie lo sabe: la mencionada Rojo amanecer, rodada a finales de los años 80 y víctimna de la censura oficial en ese tiempo, es una de las películas más baratas: 379 mil pesos, y la mayoría, no cobramos.

–¿Se podría filmar un cinta como Rojo amanecer hoy día?

–Se tendría que hacer una equivalencia, algo que tuviera qué ver con la circunstancia social, pero quien sabe si se haría con un rojo más intenso. En ese tiempo tenías que presentar los guiones en la Secretaría de Gobernación, para su dictamen. Te hacían observación en cuanto al lenguaje, sobre no meterte con determinadas instituciones... incluso sobre los desnudos. Cuando llevé bajo el brazo el guión de Rojo amanecer (de Xavier Robles y Guadalupe Ortega) todo mundo me decía que no se podía realizar y que no interesaba. Haciendo televisión con (Héctor) Bonilla, me dijo éste que quería hacer una cinta. Me saqué el guión de la axila, y le dije: ‘aquí está ésta’. Comenzamos a levantar al proyecto.

Agrega: Terminó de filmarse en un mismo departamento en Tlatelolco. Cada uno de los participantes aportó hasta en especie. Los muebles eran de mi casa, de los hermanos Bichir. Bonilla buscó a gente como Valentín Trujillo, quien también hizo lo posible para que se realizara. Todo fue discreto, hasta que acabamos la cinta y la historia de censura que ya se conoce.

–¿Qué opina de la censura?

–Los tiempos han cambiado en muchos sentidos. Hay mayor apertura. Han pasado más de 20 años desde entonces; creo que ha parado, relativamente. Se puede aspira a hacer otras cosas, aunque siempre haya una presencia omnímoda que pesa. Pero también hay que recordar la autocensura, ésa que dictaba que los productores, en cuanto te pedían el guión, lo hacían con prejuicio.

Para Fons, el cine nacional no la tiene nada fácil: Va a ser complicado que esas condiciones cambien, por limitaciones, como las económicas, porque no tenemos grandes partidas para estimular la producción. Los espectadores son consumidores del cine de Hollywood, del cual hay una presencia férrea. Es muy difícil que un filme mexicano sea rentable. Sí hay cintas que trascienden y se pagan, pero punto. Hay una enorme cantidad de filmes que no se pagan y que entran a un fondo perdido, los cuales, sin embargo, son inversiones que crean movimiento laboral, porque trabaja mucha gente. Y cada vez se hace mejor cine en México. Es un quehacer que hay que seguir apoyando, con todos los cuadros y con las nuevas tecnologías que aportan ventajas para producir.

Abunda: Espero que el cine mexicano y el del mundo, desplazado por hollywoodense, luchen por ese pequeño espacio. Habría que buscar nuevas ideas de manera que se facilite el contacto entre la obra y espectador.

–¿Qué opina de la promoción institucional de la cultura que se hace en México?

–Obedece a reglas del momento. Hay un neoliberalismo económico total.

Antes el cine mexicano tenía una presencia abrumadora, que se ha ido diluyendo hasta nuestros días. Con Salinas de Gortari y el Tratado de Libre Comercio (TLC) se aceptaron condiciones para la cultura demasido desventajosas. Se acabaron las salas grandes por muchas pequeñas, en las que el precio de entrada se disparó. Ahora la gente de menos recursos ya no va a las salas, porque no puede comprar un boleto que le cuesta lo de un salario mínimo.

–¿Para qué sirven los premios?

–Para tener más trabajo no. En realidad, cuando te reconocen los productores piensan que pedirás más dinero y exigencias. La verdad sirven para el ego, para saber que no es tan malo lo que uno ha hecho y que se le reconce una virtud. Los galardones son una forma de saber que lo que uno piensa se entiende. Que uno ha traspasado el balbuceo, que ahora hay una idea entendida por los demás.