De Víctor Rasgado, se basa en un hecho real, ocurrido hace 25 años
Viernes 16 de diciembre de 2011, p. 5
Además de la cruda y tristemente cotidiana historia que relata, la de la muerte de un grupo de migrantes indocumentados en su anhelo de cruzar hacia Estados Unidos, la ópera Paso del Norte destaca por sus sonoridades poco convencionales, de forma particular en la parte orquestal.
Creada por el oaxaqueño Víctor Rasgado, en lo que es su quinto título dentro de este género, se trata de la primera ópera escrita en México para ser interpretada por banda tradicional, lo que de antemano garantiza una musicalidad diferente a la que se está acostumbrado.
Luego de que su estreno mundial tuvo lugar apenas el pasado 26 de noviembre, en el teatro Macedonio Alcalá de la ciudad de Oaxaca, el montaje de esta obra fue traído a la ciudad de México para ser presentado en un par de funciones. La primera el miércoles y la segunda, anoche, ambas en el teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque.
Integrada por 11 escenas en un solo acto, con una duración total de poco más de una hora, desde su concepción fue pensada por su autor para ser interpretada por la banda zapoteca de San Bartolomé Zoogocho, Oaxaca, pueblo que, a decir del compositor, se distingue porque casi la mitad de su población ha emigrado hacia Estados Unidos Aunque pueden advertirse algunos guiños y referencias a la música tradicional oaxaqueña –muy pocos, por cierto–, Víctor Rasgado presenta una partitura nada complaciente e incluso puede decirse que es compleja y un tanto arriesgada, si se toma en cuenta el origen del grupo para el que fue escrita.
Se trata de una pieza atonal, edificada con base en escalas simétricas, ajena y muy distante al tipo y el estilo de música que está acostumbrada a hacer una banda como la San Bartolomé Zoogocho, y en general cualquiera otra del mismo tipo en el país.
De allí que los jóvenes intérpretes zapotecos hayan recibido una preparación especial durante varios meses para poder hacer frente a esta obra, tarea que encabezó Arturo Quezadas, quien ha fungido como director concertador de la puesta en escena.
De acuerdo con lo visto y escuchado en la primera de las dos funciones en la capital del país, los 17 jóvenes músicos indígenas –entre ellos un par de mujeres (flautista y saxofonista), además de que varios apenas están entrando a la pubertad– dieron muestra de sus innatos sentidos y capacidades musicales, al ofrecer una ejecución clara y aseada, además de emotiva, que por ningún momento hizo que se extrañara en el foso a una agrupación académica.
Eso compaginó con el extraordinario y conmovedor trabajo de la soprano Lourdes Ambriz (como siempre, una garantía) y el buen desempeño del tenor Juan Carlos López y el barítono Benito Navarro para ofrecer, en lo musical, una obra atractiva y al mismo tiempo estrujante, de esas que no sólo interpelan las emociones, sino que imprecan a la razón.
En lo anterior tiene que ver, también, la crudeza de temática que aborda Paso del Norte, una reflexión sobre la migración planteada por Víctor Rasgado a partir de un hecho real, ocurrido hace 25 años: la muerte por asfixia de 18 indocumentados dentro de un vagón de tren.
Además, el que se cante una en español, contribuye en mucho a la claridad, el entendimiento y el impacto de la misma, así como el bien logrado e inteligente planteamiento que el director escénico, Luis Martín Solís, hace en el montaje.
Sin grandes artificios ni parafernalias, sino más bien con una premisa de austeridad, la propuesta del creador está sustentada en el trabajo de los tres mencionados cantantes, además de un grupo de nueve actores –que permanecen siempre silentes–, los cuales en conjunto confieren veracidad y dramatismo a las acciones.
La escenografía es mínima, básica, pero suficiente para trasladar al espectador lo mismo a una casa en cualquier lugar del país que al interior del vagón de tren, una comisaría policiaca que una iglesia o un panteón, lo cual se logra a partir de dos paneles movibles cuya iluminación varía de acuerdo con las necesidades de la escena en turno.
De éstas, destacan dos por su belleza y tinte dramático. La primera es una representación de una plaza pública en Ciudad Juárez, en la que varias mujeres, entre ellas una estudiante de secundaria y una prostituta, aparecen como músicas ambulantes, con tapabocas y lisiadas o tullidas. La otra es el funeral y el sepelio de uno de los hombres que murió en aquel vagón de tren, escena de la que es imposible salir indemne, por el espejeo con la realidad actual del país: ¿cuántas historias similares ocurren a diario?